Fab Four - 15/6/2025
Un Fab Four tempranero con resurrecciones, entierros, naves espaciales y carnaval. Así se empieza el verano con otra cara.
Black Country, New Road - Forever Howlong (2025)
Algo se muere en el alma cuando un amigo se va, que dice la inmortal sevillana. Y si quien se va no es solamente un amigo, sino que también es indiscutiblemente el cabecilla de tu grupo, puede que se tambalee también tu fuente de ingresos. Así que cuando Isaac Wood, el vocalista y en parte ideólogo de los Black Country, New Road, abandonó la banda más excitante del rock de hoy para centrarse en su salud mental1, cualquiera hubiera perdonado una retirada colectiva a tiempo, un descansito para que BCNR ordenara sus ideas. Aquello no sucedió: apenas un año después, su fascinante álbum directo Live at Bush Hall —íntegramente compuesto por temas inéditos— amenizó el baile de fin del curso 2023, y esta primavera nos han regalado Forever Howlong, su primer LP como sexteto2.
¿El secreto? El poder del triunvirato Georgia Ellery-May Kershaw-Tyler Hyde, sí, pero por encima de todo la camaradería y complicidad que mantienen como conjunto, representada con su grito de batalla friends forever: sorprende poco que abran esta nueva etapa con un candidato a himno llamado “Besties”. Damos por inaugurada la etapa barrocuqui de BCNR, entre clavicordios y volantazos armónicos que no nos desvían demasiado de una trayectoria que nos dirige al arcoíris de la amistad. Ellery quizá tenga la voz menos característica, aunque la más maleable: creo que es la única que puede salir sin un rasguño de la zambullida prog-folk-samba-qué-sé-yo de “Two Horses”. La de la prodigiosa pianista May Kershaw es, por el contrario, una presencia más feérica que, aunque menos protagonista, es el alma de “For the Cold Country”, un ritual de sanación medieval que no sé si sale bien o sale mal pero termina con Kershaw flotando a quince metros del suelo entre un maremágnum de saxofón, guitarra y batería de lo más Canterbury-esco, que debe ser escuchado para creérselo. La tercera pata vocal de estos new-BCNR es Tyler Hyde, a la que francamente escucharía cantar el listín telefónico: su expresivo, riquísimo vibrato decora el desparrame ultra-británico de “Salem Sisters”, con cierto aire vodeviliano3 hasta que termina por ser un tema de Neil Hannon camuflado, y la fantástica “Nancy Tries to Take the Night”, que aparte de tener un título que Lou Reed envidiaría muchísimo, encaja percusión Radioheadiana y post-minimalismo con una belleza elevada a la que sólo una banda en el mundo puede aspirar ahora mismo. “Look at what you did together”. Otra vez.
Acceso: Han perdido el filo más experimentaloide que tenían con Isaac, pero les quedan requiebros. - ☆☆
Vibes: No se me ocurre mucha gente que mole más. - ☆☆☆☆☆
Consenso: Compararlo con álbumes de la etapa anterior es una empresa fútil, porque no suenan ni medio parecido, pero aunque los más puristas echen de menos esa veta punk, The Line of Best Fit concuerda en que Forever Howlong es “desordenado, inconexo y pura y hermosamente humano”. En plan bien todo. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Quizá necesitaré más escuchas para encumbrarlo del todo, porque siento que es de esos discos. Hoy por hoy, ni que decir tiene que no desmerece el legado del grupo. - ☆☆☆☆
Clementina de Jesus - Clementina de Jesus (1966)
Quizá el nombre de Clementina de Jesus no ilumine ninguna de tus bombillas, pero en el universo de la samba de Río, con sus deidades particulares, más cercanas a los barrios y lejos de las luces de los escenarios internacionales, hay un lugar de honor para ella. Cualquiera que se cruzaba con ella más de cinco segundos la llamaba “Madre”4, y como muchos de sus contemporáneos, empezó su carrera grabada a la tierna edad de 63 años, tras una vida entera como empleada del hogar, con este debut que, paradójicamente, era la constatación de un subgénero de la música brasileña que no estaba para ser escuchado en un gramófono, si no para ser tocado por las calles, bailado, saltado, reído.
El partido alto suele caracterizarse por improvisaciones vocales de estructura bastante libre, y generalmente muy buenrolleras: aquí, está estupendamente representado por “Barracão é seu”, seis minutos de fiesta a pachas con João da Gente en el que interpolan versos tradicionales de autoría más que desconocida, loas a los héroes de la música local como Cartola o Paulo da Portela —cuyas canciones también aparecen en este Clementina de Jesus: el segundo aporta la preciosísima “Coleção de passarinhos” así como “Orgulho, hipocrisia”, que no parece que vaya a pasar de moda jamás; el intérprete de cuica hace horas extra en el “Garças pardas” del primero— y sobre todo un ambiente de auténtico jolgorio. Es una sobredosis de alegría que hace que se agradezcan, y que de hecho se queden algo escasas, las incursiones en el terreno ultratradicional como “Cangoma me chamou”, ese crudo canto percusivo, una muestra más que evidente de lo imposible que es desentrañar la cultura africana de lo que parecen ritmos arraigadamente brasileños5. Ese es, diría, el mayor problema de este álbum, una reincidencia en un sonido que, por muy vivaracho y animado que resulte, hubiera agradecido un pelín más de contraste. Y es que, al final, incluso la samba debe terminar en algún momento; aquí, con el villancico “Vinde, vinde companheiros”, los juerguistas despejan los callejones y guardan sus pandeiros hasta la próxima celebración. Para entonces, la música de Clementina de Jesus volverá a estar fresca como una lechuga.
Acceso: Es una cultura ajena, pero si por algo se caracteriza es por incluir a todo hijo de vecino. - ☆
Vibes: ¡Carnaval! ¡Jarana! Interrumpido un par de veces por folclore afrobrasileño intenso. - ☆☆☆☆
Consenso: La revista MTV Brasil lo consideró uno de los mejores 100 álbumes brasileños de la historia, pero hoy día me atrevería a asegurar que otros, como Marinheiro só o sus varias colaboraciones gozan de una mayor reputación. - ☆☆☆
Nota SoundClash: No ofrece gran variedad, pero en autenticidad no tiene rival por ningún lado. - ☆☆☆
Aeronave Adolescente - Sempre está chovendo na beira do mar (2023)
La juventud viene muy preparada. Es posible que los exámenes de Selectividad de hoy día sean mucho más fáciles que cuando los hice yo, por mucho que se quejen, pero eso de estar veinticinco horas al día asediado por información6 despierta tantas neuronas como aniquila. Añade a esta receta el aburrimiento pandémico, y aparecerán algunas personitas como Daniel Valcárcel AKA Aeronave Adolescente, que en lugar de aprender a hacer pan con masa madre puso sus influencias en una batidora y levantó este proyecto. Y vaya referentes: lo mismo te cita a Jim Jarmusch que a John Darnielle que a Javier Aramburu.
Con un método estrictamente DIY —no extraña que también mencione a Will Toledo entre sus héroes— Sempre está chovendo rockea, si es que eso es un verbo válido, de mil maneras distintas. Incluyendo la literal, porque si algo se puede decir de, por ejemplo, “La ayuda está en camino”, es que busca remover estómagos a golpe de riff. Valcárcel decidió que daba igual si la ayuda estaba o no en camino: no la iba a esperar. La producción de su colega Nefer es la única contribución foránea que necesitan himnos potenciales como “Campus muerte”, una delicatessen jangle-synth-punk sobre un tema sorprendentemente poco horadado como es el estrés universitario, bordado con apenas un acorde y medio. Y es que Aeronave Adolescente no transita demasiados tópicos: su voz, sin duda un gusto adquirido que va resultando más entrañable conforma avanza Sempre está chovendo, entona letras desde lo más inmediato, como la limpieza del hogar en la explosiva “Servicio de organización”, hasta lo interplanetario en la desmedida épica cuasi-emo de “Carrera hacia el sol”, tan grandiosa que es casi parece un auto-boicot colocarla como la segunda pista del disco. ¿Qué puede estar a su altura? Sorprendentemente, casi todo: incluso lo más flojo, para mí, el indie rock en galego de “Pegadas no pavimento”7, conserva detalles a los que hincar el diente con fruición. Súbanse a su carro antes de que sea demasiado tarde.
Acceso: El aire amateur, especialmente de la voz, se supera rápido, en cuanto su calidad se hace más que manifiesta. - ☆☆
Vibes: Bastante guays para tratarse de un estilo musical monopolizado un poco por gente ligeramente problemática8 a veces. - ☆☆☆☆
Consenso: Ha cautivado a una audiencia minúscula, que no incluye virtualmente a ningún medio salvo a El Perfil de la Tostada, que le pone un nueve sin ahondar demasiado en el porqué. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Peco de ligero intervencionismo, porque no quería que cayera en el pantano del “bien”. Asciende cual aeronave adolescente al dorado monte del “notable”. - ☆☆☆☆
Queens of the Stone Age - Era Vulgaris (2007)
Queens of the Stone Age llegaron en 1996 para revitalizar el rock: su fórmula no era tan diferente al grunge que andaba ya en estado vegetativo por aquella época, pero sí que habría sufrido ligeras adulteraciones. A saber, Josh Homme ciertamente vestía mejor que ningún profeta de Seattle, y el énfasis estaba mucho más centrado en la atmósfera psicodélica que en la agresión punk. Tras una trilogía insuperable de discos, el también ex-Kyuss Nick Oliveri, fue despedido entre malos rollos y acusaciones bastante graves, dejando a QOTSA en un limbo en el que aún permanecían llegada su Era Vulgaris.
Porque dejémoslo meridianamente claro: Era Vulgaris pretende pasar por encima de ti como un bulldozer, pero acaba por hacerlo como una suave brisa primaveral. No deja demasiada huella, quiero decir. Sí, hay un par de singles, qué sorpresa, que tuvieron cierta repercusión, y que se cuentan sin lugar a duda entre lo mejor que ofrece Era: “3’s & 7’s”, por supuesto, que recuerdo con cariño de mis años mozos con el Guitar Hero III, es apropiadamente rimbombante, con una guitarra gritona y un surtido Cuétara de secciones y puentes y versos, pero también “Make It Wit Chu”, cuyo groove bien sureño hace que destaque por delante de un puñado de temas relativamente tediosos con ganas de apisonar; de estos, sólo “Sick, Sick, Sick” lo consigue sin remilgos, levantando una polvareda de grava a su paso. Todos los esfuerzos de Homme parecen dedicados a conjurar los riffs más pesados, más de plomo macizo, y en ese sentido he de admitir que lo logra con creces: del zeppeliniano “Turnin’ on the Screw” al sulfuro disonante y cegador de “Battery Acid”, el amante de las seis cuerdas encontrará aquí un Valhalla de amplis y empastillamiento distorsionado que degustará con una sonrisa torcida; pero muy rara vez consiguen que mantengamos nuestro headbanging vivo más de unos cuantos segundos. Era Vulgaris suena a Homme tratando de exprimir unas últimas gotas de nitroglicerina del proyecto QOTSA, en lugar de ponerlo en barbecho un ratín; prueba de ello es que cuando finalmente lo hizo, regresó por la puerta grande… pero esa es una historia, tal vez, para otra ocasión.
Acceso: Es rock ligeramente agreste, pero no hay nada que no te puedas imaginar siendo interpretado por un oso de peluche gigante con malas pulgas. - ☆☆
Vibes: Una carrera por el desierto a muerte en un Mustang naranja con un sticker de una serpiente en el lateral. O lo que es lo mismo, un maldito álbum de QOTSA. - ☆☆☆
Consenso: Para los estándares de Queens of the Stone Age, muy polarizante. Entertainment Weekly se ensañó más que nadie, diciendo que nadie se acordaría ni de una canción pasados un par de años. Duro, pero tampoco muy alejado de la realidad. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Pues eso: temas contados superan prueba del algodón, el resto sobrepasa el satisfactorio pero no llega mucho más lejos de eso. - ☆☆☆
Justo después de su magnum opus, Ants From Up There, nada menos.
Que es verdad que es más fácil cubrir una ausencia cuando sois seis que cuando sois tres.
¿Por qué toda banda de la escena Windmill tiene tendencia a dejarse llevar por la catarsis Broadwayiana tarde o temprano? No lo sé, pero ahí está.
Y hay quien la instaba a montar su partido político, el PCJ, como Clara Nunes.
La madre de Clementina, sin ir más lejos, era hija de una esclava yoruba.
No como yo, que paso las horas mirando el árbol que hay frente a mi ventana. Porque soy un intelectual.
¿Homenaje poco velado a Stephen Malkmus? Pues seguramente.