Fab Four - 16/6/2024
Empieza ya casi el veranito, y nos da por viajar a los setenta con Pat Benatar y Chic, nada menos. Por el camino, vemos qué hace ahora el Super Furry Gruff Rhys, y encontramos a los Slint españoles.
Pat Benatar - In the Heat of the Night (1979)
El de Benatar tal vez no sea un nombre tan inmediatamente reconocible como el de Joan Jett en cuanto a pioneras del rock encuerado se refiere, pero su función como introductora de la fórmula “guitarras + pintalabios rojo pasión” en la sociedad MTV es totalmente crucial. Su sonido pronto consumó un acertado matrimonio con la new wave y las avalanchas sintetizadas que supuso su etapa de mayor éxito a mediados de los ochenta, pero para su debut, este In the Heat of the Night, por lo general, tiene sólo una preocupación principal: la de rockanrolear, fuerte.
El álbum no tarda en cumplir con ese cometido: “Heartbreaker” es un derroche de energía glam1, uno de los puntos álgidos en lo que a actitud se refiere. Baterías demoledoras, solos de guitarra cortesía del inseparable colaborador de Benatar Neil Giraldo2, y una vocalista que sabe acompañar la teatralidad del single con gruñidos o afilados falsetes muy artsy, dependiendo de lo que convenga. Hay también destellos de power pop resultón, como la muy sesentera “I Need a Lover”, y también bizarradas de manual como la excéntrica “My Clone Sleeps Alone”, que bien podría haber sido parte de la banda sonora de un film a lo Rocky Horror, solo que sobre los peligros de la experimentación genética. Sorprendentemente para un primer lanzamiento, hay pocos patinazos: me debato entre si considerar la grandilocuente3 cover de Alan Parsons “Don’t Let It Show” uno de ellos, porque adoro a regañadientes la original y el tratamiento power ballad no le sienta mal. Lo que sí tengo claro es que si algo brilla con luz propia es la sensacional “We Live for Love”, un presciente pepinazo de synth rock de los que te cardan el pelo al escucharlos. Porque en 1979 corrían vientos de cambio, y Pat Benatar era de quienes soplaban con más fuerza.
Acceso: Entrada libre para toda persona que no tenga demasiada tirria a las cantidades ingentes de laca. - ☆
Vibes: Ciertamente no se puede afirmar que haya demasiadas cosas vigentes en In the Heat of the Night, pero sí que no me cabe duda de que mola un taco, como dicen los jóvenes de hace treinta años. - ☆☆☆
Consenso: La dependencia de Benatar en covers es un pecado capital para el mundo rockista, y se ha tardado mucho en mostrársele el respeto que merece. Pero como dice Allmusic, “presagia grandes cosas por venir”, aunque sea posible que su sucesor, Crimes of Passion, sea mejor. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Me ha costado darle la estrellita extra, pero pese a que no todo golpee con la misma fuerza, creo que en este álbum hay joyitas que rescatar. Y es que “We Live for Love”... - ☆☆☆☆
713avo Amor - Horrores varios de la estupidez actual (1994)
Perder 712 amores4 seguramente afecte a la psique, y queda claro ya sólo con el título que lo que nos trae 713avo Amor, grupo de culto malagueño de la ola post-todo, no va a ser un caminito de rosas. Horrores varios de la estupidez actual, dicen, con toda la intención del mundo de sumarse a la fila de los horrores, si bien no tanto a la de la estupidez: un doble LP que bien podía haberse llamado Trigger Warning: The Album, con tanta rezumante plenitud de crímenes violentos, angustia mental, anuncios sampleados de la COPE y detritus en general. Un despiporre, vamos.
Los 713avo Amor van con la piel en carne viva, pero conmigo, que no soy particularmente receptivo a estos despliegues de intensidad “emotástica”, a menudo nadan en las turbulentas aguas del humor involuntario: ese final de “Tu canción favorita”, por lo demás un festival de guitarras atonales y poesía surreal, con Carlos Desastre roncando “mañana… o pasado mañana… o el otro” me retrotrae más a José Mota que a Michael Gira, qué puedo decir. No siempre es así, claro está: la afiladísima “Un día, soso, ante la puerta de mi cabeza” crea una tensión abrumadora que desemboca en una explosión de hardcore nihilista, y todo porque le han echado de un garito; en la vertiente más gótico-ruidista tenemos “El bar de Dios”, cercana a menudo al grunge acústico más apocalíptico, en otra historia más de desesperación color negro obsidiana. Es en esas narrativas turbias donde parece que 713avo Amor encuentra su nicho favorito, especialmente si ven que pueden colocar a niños inocentes como víctimas de sus tortuosas fantasías: la demoníaca vuelta de tuerca rollo Alicia en el País de la Paranoia Autodestructiva de “La cabalgata de la vierte” es un ejemplo, pero aquello es Bluey comparado con la psicosis de “Nos cambiaron por pistolas”: pocas cosas hay más perturbadoras que estos diecinueve minutos de… siento que empezar a describirlo es suficiente para que me llegue una citación judicial, así que adéntrense en ese trauma por su cuenta y riesgo, y con la preparación psicológica pertinente5. Sangre, vísceras, y todo tipo de fluidos envuelven uno de los discos más arduos del rock experimental español. Abandonad toda esperanza, y tal vez disfrutéis algo.
Acceso: Musicalmente no es demasiado inaccesible, pero en la parte lírica escucharás cosas que harían vomitar a una cabra. - ☆☆☆☆
Vibes: El público objetivo de Horrores varios tiene varias katanas en casa. Varias. - ☆
Consenso: En La Opinión de Málaga dicen que es “la cumbre” de “una de las aportaciones más insulares e idiosincráticas del rock independiente”. Pero claro, qué van a decir en su casa. La realidad es que lo agresivo de su propuesta sumado a su limitado reconocimiento, justamente o no, hace que tenga que optar por una nota intermedia. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Son de sobra conocidas mis filias, y 713avo Amor no encaja en ninguna de ellas. Aún así, ganan puntos extra por su audacia, por repulsiva que sea. - ☆☆
Gruff Rhys - Sadness Sets Me Free (2024)
No sé si sería por ser galeses, o por ser raros de narices6, pero me parece que los Super Furry Animals nunca disfrutaron del lugar de honor en el panteón del britpop que siempre merecieron, aunque temazos como “Juxtapozed With U”, “Something 4 the Weekend” o “Northern Lites” son merecedores, a todas luces, del apelativo de “clásicos” del género. El caso es que SFA hace lustros que no sacan nada, pero su cabecilla y cerebro de la trama Gruff Rhys no ha perdido el tiempo en todos estos años, y Sadness Sets Me Free supone una nueva entrega en su catálogo de excéntricas melancolías, o melancólicas excentricidades, allá cada cual.
La cosa es que debe haber un gen de cantante británico de los noventa que hace que desarrollen una especie de trastorno degenerativo con la edad, uno que hace que cada vez canten con menos ganas, como si se hubieran bebido un botellín de cloroformo: Damon Albarn lo tiene, Jarvis Cocker nació con él, y claramente Gruff Rhys no ha escapado a esta letárgica afección: en el téma del título, una suerte de lounge nashvilliano, habla de meterse cocaína metafórica en el baño, pero no hay rastro alguno de uppers en toda la obra. Salvo, quizá, en la mitad musical, porque “Celestial Candyfloss”, con su adictivo güiro a ratos, o la excelente “They Sold My Home to Build a Skyscraper”, que incursiona ya en la bossa nova estilo “juego de la Wii”, tienen a bien intentar sacudirnos la anestesia a golpe de síncopa. Los arreglos instrumentales son por lo general fantásticos, y la versatilidad rítmica y los arranques de exotismo de los Furries siguen aquí presentes, igual que la contestataria lírica: “you know, they named me after a storm / and I cried the loudest thunder wonder you’ve ever seen” canta Rhys en la irónica “Peace Signs”; ese trueno está lejos de materializarse, sin embargo, y no llega ni a borrasquita en la salva final del álbum, un sucesión de muermos como la atrozmente soporífera “I Tendered My Resignation”. Cuando Sadness amenaza con convertirse en ruido de fondo, sin embargo, suele aparecer alguna melodía interesante para rescatarnos del sueño de los justos. Así que aunque no sea la escucha más apasionante del 2024, tampoco es en balde: a Rhys le queda algo de cuerda todavía.
Acceso: Extenuante a veces por su deliberada pesadez, pero si pierde a su oyente no es por suponer un asalto a sus orejas precisamente. - ☆☆
Vibes: Rhys está un poco yayo ya, pero con un buen chupito de cloroformo este disco tiene que entrar bastante mejor. - ☆☆
Consenso: Es una cuarta estrella que escupo con mucho recelo, pero los medios, mal que me pese, han decidido que Sadness Sets Me Free es uno de los fundamentales del año; en Uncut postulan que “les cuesta recordar un conjunto de canciones en las que el sutil radicalismo de Rhys y su insaciable sentido para el asombro hayan coexistido con tanta facilidad”. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Agradece una oída atenta, porque casi todo lo que tiene que ofrecer está una capita por debajo de la superficie. Pero aún habiéndosela dado, tengo bastante claro en cualquier caso que de aquí a mañana se me ha olvidado que existe. - ☆☆☆
Chic - Chic (1977)
“Aaaaaaaaah… FREAK OUT!”. El culto profesado a Nile Rodgers como decano emérito del funk no parece extenderse a su banda Chic: ignorada por el Salón de la Fama del Rock & Roll en el que debería haber estado hace una década, fueron el puntal principal de esa música disco a la que nadie auguraba el recorrido que ha tenido, pero sin la cual difícilmente tendríamos hip hop ni EDM. Curtidos como soldados de fortuna en la electrizante Nueva York de los setenta, Rodgers y Bernard Edwards se cansaron de la vida mercenaria y decidieron poner a todo el mundo a menearse con su funk sublimado y su exquisitez para la producción, que traslada perfectamente el lujoso sonido de Philadelphia a la bulliciosa Gran Manzana.
Chic gira alrededor de los dos soles que abren las sendas caras del vinilo, un par de exhortaciones que te compelen a mover tu bullate con frenesí: “Dance, Dance, Dance (Yowsah, Yowsah, Yowsah)” no cede ni un milisegundo de sus ocho minutazos al descanso bailongo, hay boogie incesante detrás de cada esquina, con cuerdas, vientos y voces yendo y viniendo sobre la contundente base rítmica que construyen Edwards y Rodgers, jamón de jabugo para los DJs de la época; “Everybody Dance” es similarmente festiva, como es lógico, y cuenta con Norma Jean7, una de las primeras disco-divas, como cantante principal, aunque el protagonismo se lo arrebate con facilidad Edwards y sus serpenteantes líneas de bajo de auténtica locura. ¿El resto? No llega a tales cotas, aunque “São Paulo” es una despreocupada muestra de jazz ligero para hacer el hustle a placer y “Strike Up the Band” transmite un espíritu comunal que seguramente tendría a Sly Stone henchido de orgullo en alguna parte. La única nota discordante la pone “Falling With Love With You”, una almibarada e inevitable slow jam que arrasaría tal vez en los bailes de instituto del curso de 1978 pero que parece ir contracorriente con respecto a la mayoría de los clubs petarderos. Un perdonable desliz, si acaso, en un encomiable disco de una banda que pronto se encontraría, para beneficio de todas las generaciones venideras.
Acceso: En toda pista que se precie, prevalece la democracia. A desmelenarse libremente. - ☆
Vibes: Tiene una niebla perfumada que huele un poco viejuna, pero no tanto como parece: la omnipresencia de Edwards y Rodgers en el pop hace imposible que esto pase de moda del todo. - ☆☆☆
Consenso: Bien lo explica The Quietus: “una pintoresca ladera antes de los altos alpinos” que supondrían C’est Chic y sobre todo Risqué. Apetecible, si bien no súper brillante. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Es cierto que salvo contadísimas excepciones, la música disco no es muy album-oriented, y como tal, Chic es inconsistente. Así y todo, si no se te van solos los pies con tanto funk, tienes un problemilla. - ☆☆☆
Una corriente que subyace a buena parte del disco, con co-producción a ratos del rey del bubbleglam Mike Chapman, que junto a su compañero de fatigas Roger Chinn es responsable de las versiones originales de tres de los diez temas.
Con quien se casó en 1982, y ahí siguen hasta nuestros días. Son un pack, en realidad: hasta su canal de YouTube se llama “Benatar Giraldo”.
¿Se puede hacer una cover no grandilocuente de los Alan Parsons Project? Tal vez, ¿pero se debe? Diría que no.
Como toda persona pedante de bien indicaría, de ser un número ordinal sería “septingentésimo décimo tercer amor”; “setecientostreceavo” es fraccionario. Aunque supongo que también es altamente probable que hayan descuartizado dicho amor en trocitos minúsculos.
Yo tengo buen estómago, y aún así… uf. Uf.
La anécdota más famosa es la que cuenta que invitaron a Paul McCartney al estudio de grabación para colaborar… y su intervención se redujo a masticar apio delante del micrófono. Pero hay otra historia que les reserva un espacio en mi corazoncito a perpetuidad.
Desde hacía años tenía en el fondo de mi hipotálamo, o algo, la imagen de un Genghis Khan vestido de naranja rollo Velma de Scooby Doo siendo el delantero estrella de un equipo de fútbol pixelizado, en un videojuego retro que fue el primero que recuerdo jugar en mi vida, con un joystick de esos de palanca. Hará unos meses me puse a investigar en serio su procedencia, y tamaña fue mi sorpresa cuando vi que el mandatario mongol era uno más en el “Super Furry Animals Team” que aparecía como desbloqueable en ciertas versiones del Actua Soccer 2. Así que la banda galesa es en cierto modo responsable de la moderada adicción al FIFA que he desarrollado en las últimas dos décadas.
Norma Jean figuraría en futuros discos de Chic; como parte de su contrato con la banda, uno de ellos se comercializó como disco en solitario de Mrs. Wright.