Fab Four - 19/1/2025
Volvemos a las andadas unos mesecillos después, con cuatro álbumes jugositos: soul nuevo, soul viejo, punk de alcantarilla y pop de dormitorio. ¿Quién da más?
Chrome - Half Machine Lip Moves (1979)
El punk regó con napalm el campo de batalla para situarse como punta de lanza de una revolución que, si somos sinceros, musicalmente corría el peligro de quedarse algo justa: tres power chords te pueden llevar lejos, pero llega un momento que todas las permutaciones están cubiertas. Así, el post-punk construyó templos a partir de las cenizas y de cualquier pieza de detritus que encontrara entre los escombros, y de las bandas que aparecieron en su estela, pocas hicieron un potaje tan radiactivo y variopinto como los Chrome. Su Half Machine Lip Moves, que hoy nos ocupa, puede hacerse indigesto, pero con él nadie les puede acusar de no ser atrevidos.
San Francisco, la ciudad del sueño hippy, les vio nacer entre las aguas contaminadas de ácido lisérgico de la Bay Area, que anegan cada recoveco de este álbum: raro es que Chrome estén más de un par de minutos quietos en el mismo sitio. Combinando la furia de adolescente asalvajado del Iggy de los Stooges con las vanguardias experimentales kraut1, y con los medios a su disposición —que, a juzgar por la fidelidad del audio, debían ser un micrófono de tercera mano y una generosa ración de anfetamina—, Half Machine abre un portal a un universo de películas de serie B: así se explica ese “Zombie Warfare (Can’t Let You Down)”, que construye una pared a ritmo de un insistente motorik que no tarda en ser derribada por una horda de muertos vivientes, o la crisis existencial de “You’ve Been Duplicated”, de lejos la más afín a la psicodelia californiana, que demuestra que se puede ser igual de gamberro susurrando que pegando berridos. Y es que aunque el ADN es garajero, con el lo-fi enlatado de “TV as Eyes” sirviendo tal vez de ejemplo más claro, Chrome sabe recrearse en la inaccesibilidad: la segunda mitad de esta es todo un experimento en el sampleo y los efectos de sonido, sin ir más lejos, pero el caos dadaísta Beefheartiano de “Abstract Nympho” y la auténtica escabechina que montan entre flangers, retransmisiones de una dimensión desconocida, y cuasi-musique concrète en “Half Machine Lip Moves” no le van para nada a la zaga. Chrome son el eslabón perdido, el hedor de las cloacas del punk emanando a la superficie. Andaros con ojo.
Acceso: Es el disco que hubieran hecho unos alienígenas heroinómanos tras ponerse la discografía de Hawkwind en bucle. Si eres terrícola como que te estás perdiendo algo. - ☆☆☆☆
Vibes: Como estar atrapado en una snuff movie, pero en el mejor sentido. Si es que tal cosa existe. - ☆☆☆☆
Consenso: Una piedra de toque que más que un apocalipsis trajo consigo un aluvión de seguidores: para KQED, aquí empieza el rock industrial2. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Más allá de algún que otro momento que se acerca a ser proto-hypnagogic pop, se me hace un poco bola en el esófago. - ☆☆
Marcelo Criminal - Momento de auténtica realidad (2020)
¿Cuánto dura la canción de pop perfecta? Tres minutos solía ser el objetivo dorado: más y te arriesgas a aburrir al personal, que no ha venido a comerse tus turras; menos y estarías tirando del paracaídas justo cuando se pone la cosa emocionante. Avances en la idiotización de la humanidad, cuya atención está más dispersa que nunca han hecho que los artistas estén tratando de bajar esa plusmarca para mayor regocijo del algoritmo de TikTok, pero hacía falta alguien, un Usain Bolt, para pulverizar los cronómetros. Bien, Marcelo Criminal parece convencido en que bastan y sobran dos minutos, en lo que hasta ahora era una barrera reservada para luminarias como Robert Pollard.
Escuchando Momento de auténtica realidad, su primer largo3 después de la controlada explosión de popularidad que le otorgó ser versionado por Amaia y Carolina Durante en 20184, es difícil llevarle la contraria: sus temas son breves, brevísimos, quizá la mejor decisión posible teniendo en cuenta que, con lo minimalista de los arreglos, estirar el chicle podría conllevar resultados más bien catastróficos: ved como muestra “Brain Training”, toda una bomba que con cuatro acordes abiertos chorreando feedback es capaz de evocar un tsunami de recuerdos5 a la gente de mi generación, en ese ya permanente espacio liminal entre una infancia eterna y una vida adulta imposible. Ahora que sus tentáculos invaden todos los espacios públicos y privados, no chirría que los cantautores puedan escribir sobre el Internet sin que de la menor pizca de lache, y Marcelo juega bien la baza de perpetually online singer/songwriter: “Borracho y loco” intenta buscarle sentido a la procrastinación desnortada y al doomscrolling, similarmente a la críptica “JL, frente a su ordenador”, un mordaz ejercicio de empatía para con los criptofachas conspiranoicos, o algo por el estilo. Y es que hay más de una canción que anda pidiendo un análisis pormenorizado, porque con títulos de la talla de “Fast and Furious (Spinoza niega la posibilidad del milagro)”6 vas casi ir provocando, pero detrás de tanta verborrea siempre está lo que Marcelo llama “la catarsis de la música pop” en “Dentro y en contra”, mi favorita de este álbum y todo un manifiesto para cuando el éxito de masas le sobrevenga. Tal vez no será mañana ni pasado, ni necesariamente en esta dimensión, pero hay que estar preparado.
Acceso: El pop reducido casi a su mínima expresión, y con un sentido de la afinación bastante sui géneris. Puede que suene en Radio 3, pero si lo tuyo son más Los 40, no sé si es buena idea que te acerques. De momento. - ☆☆☆
Vibes: Las comparaciones con Daniel Johnston no son del todo desacertadas: tiene algo de genio recluido en versión millennial. - ☆☆☆
Consenso: En su simplicidad DIY está hecho todo un caramelito para la crítica, aunque en general el sentimiento parece ser un poco de “¿qué hará a continuación?”. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Aún desde la sincera admiración, subjetivamente pediría que le dieran un golpecito de sartén más a Momento de auténtica realidad, pero eso ya sería otro disco, no éste. - ☆☆
Lorraine Ellison - Stay With Me (1969)
No se puede decir que la suerte estuviera del lado de Lorraine Ellison. Sus resultados en las listas de éxitos fueron mediocres tirando a pobres. Cuando, en su apogeo, tuvo la oportunidad de dar una primera gira al otro lado del charco7, fue frenada por una enfermedad. Philadelphia International, el incipiente sello de Gamble y Huff que serviría de toque para la evolución de la música disco, la fichó en 1974 y la puso a grabar nada menos que con Tom Moulton, pero por algún motivo acabaron metiendo los temas en un baúl. Y, mucho más trágicamente, el cáncer nos la arrebataría a una edad muy temprana. Pero, con Stay With Me, podemos afirmar que los astros que guardaban a esta reina del deep soul se alinearían al menos una vez. Parco consuelo, pero qué le vamos a hacer.
“Stay With Me”, la canción insignia de la cantante, es producto no solo del desgarro absoluto de Ellison, que despliega todas sus capacidades vocales en una sucesión casi sin fin de estallidos cada vez más desesperados, si no también de cierta serendipia: la orquesta que en ella interviene lo hace porque Frank Sinatra, que la contrató primero, decidió hacer un no show en el último momento. Aquello fue la clave: el tema funcionó tan bien a su salida en 1966, que, incluso tras figurar ya en el debut de Ellison, Heart and Soul, vuelve a hacer acto de presencia, con una ligera remezcla eso sí, en este homónimo tres años después. Una fórmula, la de la balada interrumpida por voluntos de exuberante dramatismo, que se repite en otras pistas como la final, “Heart Be Still”, quizá con rendimientos decrecientes, pero no por ello con una menor epicidad. Eso sí, la chicha de Stay With Me tiende a revolotear alrededor del pasado gospel de la cantante, muy evidente en “The Hurt Came Back Again”, perfecta para gritar “¡aleluya!” de puro éxtasis, pero también en piezas más comedidas, sustentadas en piano, como “Only Your Love”, en la que Ellison y sus espectaculares agudos sobrepasan las nubes y las estrellas y abren un canal directo con Yahvé, por lo menos. Pero, para mí, los mayores disfrutes del álbum están en un ámbito más terrenal, casi carnal me atrevería a decir: “Try (Just a Little Bit Harder)” se contonea con deliciosa bravuconería y el sempiterno complemento de las coristas, cuyo nombre ha quedado desgraciadamente borrado por el tiempo. En resumidas cuentas, con Stay With Me tal vez Lorraine Ellison no viniera para quedarse, pero en su descomunal voz cabemos todos, de sobra.
Acceso: Los años no pasan en balde, y su intensidad hace que requiera una escucha algo más activa, pero quien más quien menos tiene un alma que vibrará en sintonía con la de este soul. - ☆☆
Vibes: Fenomenalmente elegantes, aunque con el más levísimo toque de mojigatería que le quita algo de punch. - ☆☆☆☆
Consenso: Una joya de culto entre los apasionados del R&B más poderoso que, pese a todo, no convirtió a Ellison en la ídolo que presagiaba John Mendelsohn en las notas que acompañan al vinilo. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: La ligera predominancia de los temas lentos semi-espirituales, que no son tan santo de mi devoción, le deja al borde de la cuarta estrella. Aún así del todo recomendable. - ☆☆☆
Hiatus Kaiyote - Love Heart Cheat Code (2024)
El momento ha llegado de que abracemos una realidad como un piano: el jazz/funk/soul progresivo anfetamínico es el nuevo sonido de la generación neo-hípster. La receta de ese brebaje parece ajustarse perfectamente a las necesidades de ese colectivo olvidado: un vínculo consistente con una tradición más que venerable, pero modificada genéticamente para que haga falta un título en Berklee para poder interpretarla. Hiatus Kaiyote son de las bandas más punteras, casi íntegramente gracias a la presencia de su frontwoman, la heroína de mil y un looks, the thunder from down under8, la única amiga de Drake mayor de edad: la espléndida Nai Palm. Love Heart Cheat Code es su cuarto LP, el último fruto de su particular jardín de las delicias intergaláctico, y un punto tan bueno como cualquier otro, supongo, para introducirse en el caleidoscopio de los Hiatus Kaiyote.
Todo lo aquí contenido parece meticulosamente construido para poner a prueba tus nuevos auriculares: bajos guuuuurdus como un cable transatlántico, sutiles hi-hats en patrones indescifrables, y todo un festival de caramelo audiófilo sucediendo en ambos canales. Especialmente en la primera mitad de Love Heart Cheat Code el déficit de atención es notable: ese “Telescope” da buena cuenta de ello, poniendo patas arriba nuestro neocórtex con ad-libs astronómicos, interpolaciones sorprendentes del “My Girl” de los Temptations y referencias poco veladas al profeta afrofuturista Sun Ra. También lo hace “Everything’s Beautiful”, que no solo viene precedida de una intro a cargo de… BMO, la videoconsola parlante y adorable de Hora de aventuras, si no que también nos presenta un delirio de armonías que hará la boca agua a todos aquellos puristas que sostengan que un acorde no es un acorde si no tiene por lo menos siete notas. La otra cara del álbum es, a mi juicio, más consistente, y no solo porque tenemos absurdeces lúdico-festivas como “Longcat”, una oda al gato más largo del mundo, obviamente, para limpiarnos bien el paladar, si no porque incluye “Cinnamon Temple”, un auténtico desmadre guitarrero de ritmos imposibles, en el que tanto pandemónium por fin se convierte en un río de lava “con el poder de un millar de tigres”. Por un lado, querría que un porcentaje mayor de Love Heart sonara así; por el otro, mis dendritas agradecen que no sea así. Recarga tus reservas de potasio, e híncale el diente a Hiatus Kaiyote. Sólo puedes perder la cordura.
Acceso: Ese cosquilleo en tus tímpanos no es solo que el acabado de Love Heart tiene un barniz exquisito, es que te está sangrando el oído de procesar tanta información sónica. - ☆☆☆
Vibes: Muy dependientes de lo muchísimo que mola Nai Palm, que compensa sobradamente lo nerdy del disco. - ☆☆☆☆
Consenso: Algo polarizado, desde el despectivo “psicodelia para tontos” de Slant hasta el laudatorio “precioso microcosmos de sonido” de The Skinny. La verdad, como siempre, en un punto intermedio. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Para mí, ha sido equivalente auditivo de correr una maratón. O de comerme una tarta de chocolate entera, una de dos. Sea como sea, siento que necesito recuperarme de esta avalancha de estímulos. - ☆☆☆
Especialmente Faust, a quienes Helios Creed y Damon Edge deberían haber invitado a una buena cena, como poco.
Bueno, es cierto que esto lo afirman unos paisanos sanfranciscanos de los Chrome, así que barrerán para casa, pero no resulta tampoco demasiado descabellado imaginar a un jovencito Trent Reznor tomando notas.
Si es que a un disco de veinticuatro minutillos se le puede llamar largo, que diría que no.
Porque sí, Marcelo parió “Perdona (Ahora sí que sí)”, y hasta protagoniza el videoclip. OT confirmando que es la plataforma más indie del multiverso musical español.
No tengo ni idea de metafísica, pero si no me he arrancado a escribir un tratado aquí aún sin saber es por cuestiones de espacio: no quiero llenar los discos duros de Substack con mis desvaríos.
Técnicamente ganó un festival de música italiano, pero dudo que eso tuviera una gran repercusión más allá de los Alpes.
Creía que esto era sin más un apelativo con hype para referirse a gente de Australia, pero al parecer es más popular como nombre de una troupe de strippers del subcontinente que muestran sus abdominales esculpidos en mármol a personas agradecidas desde Las Vegas a Tombuctú, pero más Las Vegas. Aún así, y considerando el pasado de Palm como bailarina del fuego, lo mantendré.