Fab Four - 21/7/2024
Festejos afro-funk, barroquismo francocanadiense, rituales dub y folk a la orilla del Turia. Nuestro buffet musical lo tiene todo para deleitar.
Angélique Kidjo - Remain in Light (2018)
No lo podríamos tachar de epidemia todavía, pero de un tiempo a esta parte, se han multiplicado los casos de artistas que optan por versionar íntegramente un álbum de otra persona. Los resultados suelen oscilar entre lo incongruentemente pasable, como la perversión glitch que hicieron los Dirty Projectors del Rise Above de Black Flag; y lo éticamente casi que reprobable si bien disfrutón, con el turbio homenaje1 que hizo Ryan Adams al 1989 como paradigma. Por lo general, hay que decir que suelen ser bastante innecesarios, pero tiene que aparecer Angélique Kidjo para erigirse como excepción a esa regla: Remain in Light, la obra maestra de David Byrne y sus Talking Heads, bebe a discreción de fuentes africanas, y la noción de que cruce de vuelta el Atlántico es, como poco, intrigante.
La intriga se resuelve positivamente, por supuesto: las hipnóticas estructuras de los neoyorquinos, que tan fácilmente inducían al trance allá por 1980, sólo salen reforzadas en este viaje; “Born Under Punches” forma una densa madeja de ritmos que poco a poco toma una forma reconocible, siguiendo un patrón muy cercano a la original, solo de teclado hipergaláctico incluido. La deliciosa “Houses in Motion”, me atrevería a decir, casi supera a la original, sustituyendo la paranoia new wave por una sensual proclama afrobeat cuya intrincada percusión no evita que uno se derrita. Pocos temas se resienten tras verse traducidos a la particular sensibilidad de la beninesa2, pero haberlos haylos: “The Great Curve” se agita con brío, con metales acentuando su tensión frenética, pero en última instancia las virguerías de Adrian Belew se echan un poco de menos; “Seen and Not Seen” ya de por sí no era un highlight, y su narración no gana demasiado con el cambio, aunque transmite una claustrofobia que tal vez sea más adecuada que el juguetón jolgorio de los Heads. Y claro, en “Once in a Lifetime” difícilmente puede haber comparación, aunque la cantante monta una fiesta de trompetas, tambores y coros que sería la envidia de cualquier predicador. Este traje no le queda en absoluto grande a Angélique Kidjo, y viendo lo complicado de la tarea, ese es uno de los mayores elogios posibles.
Acceso: Esto es una celebración, dan prácticamente igual los kilómetros de distancia. Cierto es que la cara B se hace algo menos llevadera, pero bueno. - ☆☆
Vibes: No hace falta ni escucharlo: es ver a Kidjo en la portada intentando venderte unas bombillas de contrabando, y mejorarte el día mágicamente. - ☆☆☆☆☆
Consenso: Nadie baja del notable, con medios como AllMusic y PopMatters alabando lo perfecto que es el matrimonio Lagos-New York, y lo bien que le venía ese pellizquito más de afrofunk. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: He de reconocer que me parece difícil imaginar una situación en la que preferiría la interpretación de Kidjo a la de los Talking Heads, pero al fin y al cabo, Remain in Light siendo maravilloso como es, éste no deja de ser un álbum más que gozoso. - ☆☆☆
Jean-Pierre Ferland - Jaune (1970)
Amarillo, como el submarino de los Beatles, las cartas de Nino Bravo, y las estrellas de Coldplay. Amarillo será el otoño en Quebec, quizás, y desde luego “amarillo” es el nombre de uno de los mejores discos jamás salidos del territorio francófono, que reluce como el sol sobre las praderas junto al río Ottawa, por ejemplo. Jean-Pierre Ferland es uno de los más legendarios cantautores por allá, y escuchando Jaune no es difícil percatarse de por qué: un oído finísimo para la melodía, un mordaz sentido del humor, y una afinidad por los arreglos más espectacularmente barrocos conforman las tres patas principales de su arsenal compositivo.
A medio camino entre Cohen y Gainsbourg, sus capacidades se exhiben plenamente en canciones como “Le petit roi”, una meditación sobre la inocencia perdida que tiene suficiente delicadeza como para expresar mil sentimientos a la vez: ensueño, esperanza, y mucha, mucha melancolía; o el lamento autodestructivo de “Y’a des jours”, donde es imposible no fijarse en las florituras que deja deslizar el bajo de un bisoñísimo Tony Levin3. Aunque generalmente encuentra el punto medio en ese volátil equilibrio entre la ironía y el éxtasis, Ferland a menudo se deja llevar por la tontuna y sale milagrosamente ileso: ahí está el ácido proto-disco-funk de “God Is An American”, con un Dios que se arrepiente de haber concebido a la especie humana mientras ésta se pelea por reclamarlo como propio. Cuando impera la grandiosidad, del mismo modo, sale la esplendorosa “Sing Sing”, una carcelaria balada folk en la que irrumpen arpas y tubas que suenan a libertad. Y hasta en un disco tan fantástico sobresale una por encima del resto, porque “Le chat du Café de Artistes”, esa devastadora oda al olvido4, golpea en el estómago con cuerdas trepidantes como de película de espías y un coro infantil; ambos recursos que mal usados pueden ser de lo más enfermizo, pero que aquí ponen la guinda perfecta a esta joya cinematográfica. Jaune tiene edad de tener nietos, pero su encanto es atemporal.
Acceso: Nada especialmente complicado, aunque el idioma y el aroma a añejo pueden suponer obstáculos para según quién. - ☆☆
Vibes: Sin ánimo de ser polémico, es muy difícil ser un señor cantando en francés y no dar algo de ojeriza. Y la temática de “Quand on aime on a toujours 20 ans”, aunque manida y diría que satírica, le resta puntos igualmente. - ☆☆☆
Consenso: Está considerado como uno de los mejores álbumes en la historia de Canadá, que no es moco de pavo. Bob Mersereau hasta se atreve llamarlo “el Sgt. Pepper de Quebec”. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Breve, brillante y más que recomendable, aunque no todas las canciones estén al mismo nivel de excelencia. - ☆☆☆☆
Shackleton / Six Organs of Admittance - Jinxed by Being (2024)
Hay cosas que no combinan demasiado bien: el foie gras y las natillas, los bebés y los enchufes, o la monarquía y el siglo XXI. Por suerte, la colaboración entre el subsónico explorador del dub Shackleton y el proyecto de folk chamánico Six Organs of Admittance, alter ego del californiano Ben Chasny, ha bordado un siniestro tapiz de reverberaciones y cánticos ominosos ostensiblemente logrado: casi que parece que hubieran estado compinchados toda la vida. Jinxed By Being es un misterioso ritual que sólo puede completarse con sangre, y tendrás que rezar por que no sea la tuya.
En esta hora raspada de álbum nuestros dos intrépidos aventureros nos adentran por una caverna laberíntica, tal vez excavada por la serpiente de la portada. Un viento ensordecedor corre por los pasadizos de “The Voice and the Pulse”, rebotando contra las paredes como lo hacen los acordes de guitarra. Es como interceptar una emisión radiofónica de alguna civilización subterránea, una que consigue materializarse en nuestra dimensión a través del sonido, y que no viene precisamente en son de paz. Si no no se explican “The Grip of the Flesh”, una sinfonía en las profundidades marinas cuya frágil tranquilidad se ve erosionada por cada vez más y más ruido, dejándonos sin escapatoria; ni “Electrical Storm”, todo un cortejo fúnebre de neofolk con texturas que oprimen hasta llevarse todo nuestro oxígeno. El trabajo de guitarra de Chasny es descomunal, exprimiendo todo lo que da el instrumento para extraer timbres insospechados; Shackleton está tal vez menos reconocible5, aunque su bajo de ultratumba campa a sus anchas por la doble salva de “Stages of Capitulation” y “The Sign of the Dove”, bastante similares entre sí, con la primera más sinuosa y la segunda un psicodélico crescendo hacia un éxtasis orgiástico de distorsión. Quien sea amante de los momentos más tribales de Swans o Xiu Xiu gozará también de éstos y otros mantras druídicos como los de “Spring Will Return/Oliver’s Letter”, el sortilegio final de un Jinxed by Being tan críptico como hechizante. Quien no, probablemente haga bien en huir de esta brujería.
Acceso: No todo el mundo está preparado para una ceremonia de iniciación tan dark al ocultismo. Lleva tú una daga por si acaso. - ☆☆☆☆
Vibes: Negras como el betún. Si alguien te confiesa que adora este disco, no le vuelvas la espalda; acabarías en su altar. - ☆☆
Consenso: La relevancia de ambos artistas parece no pasar por su mejor momento, pero voy a ser generoso, porque tampoco tienen a nadie en contra que yo sepa. - ☆☆☆
Nota SoundClash: La última frase de la crítica va por mí. Una masterclass en construcción de atmósferas pero que me deja más o menos igual que estaba. - ☆☆
Pep Laguarda & Tapineria - Brossa d’ahir (1977)
1977: El año que explotó el punk, y que cambió todo, afirmarían muchos. Pero si Pep Laguarda tenía algún conocimiento de lo que se estaba cociendo en el CBGB’s, pocas evidencias hay en las soleadas melodías de Brossa d’ahir, cuya importancia para el pop valencià, si bien más local, es perfectamente comparable a la que pudo suponer Never Mind the Bollocks para la juventud inconformista británica; no por nada se lo considera el primer puntal de la “trilogía mediterránea” que conforman Humitat relativa de Remigi Palmero y el genial Cambrers de Julio Bustamante. Palabras mayores para un álbum que huele a muchas cosas, pero sobre todo a campo.
Brossa d’ahir desprende una brisa de mañana de verano, de ociosidad extrema, de sentarse bajo un alcornoque o en una piedra como la rana que vemos en la carátula, y tocar la guitarrilla sin pensar en absolutamente nada más. Ahí radica el disfrute de “Cims i abismes”: pasan pocas cosas en sus cinco minutos, ¿pero no es más bello ver la vida pasar, en este mundo multicolor? Hay dos fuentes sonoras cuya utilización destaca en particular: la primera son los animales; especialmente insectos, como la mosca puñetera que inicia “Balada de l’ángel bru”, otra prolongada tonada del cantautor en la que un hombre escupido por la gran ciudad encuentra la libertad, aunque también la soledad, entre zorros y lagartos. La segunda es la instrumentación de aula de música de colegio de primaria, porque las flautas dulces y las percusiones de madera abundan, y mucho: en la intrigante “Caseta del plater” dominan buena parte del campo auditivo. Con tanto recrearse en estructuras simples, Brossa d’ahir corre varias veces el riesgo de quedarse en un álbum resultón, pero en el que es fácil que nuestra atención vague: Laguarda se asegura de que no sea así, ya sea por medio de hoedowns al estilo Tennessee como en “Milanta anys llum blues”, o en los dos temas estrella. “Alceu-vos, xe, que ja és de dia / Sent” es el amanecer frente al mar que necesitamos en pleno julio, con pájaros cantando, mandolinas trinando y campanas de fiesta que, progresivamente, nos sacuden de nuestro letargo estival. Aún mejor es “Una paüra”, adyacente ya casi al prog, y por ende a mi corazón: baterías de rock y violines que resuenan como si vinieran del espacio exterior, abriendo paso a lo desconocido. Pero tras esos sueños un tanto febriles, siempre volvemos al confort de la naturaleza, esa tranquilidad hacia la que tan fidedignamente Brossa d’ahir nos transporta.
Acceso: Casi sin excepción, este álbum es el equivalente musical a la siesta de después de comer. Para bien y para mal. - ☆
Vibes: Lo dicho: ¿a quién no le gusta echarse una cabezadita a media tarde? Los sonidos un poco outsider también dan puntos aquí. - ☆☆☆☆
Consenso: Esencial para el desarrollo del pop en la Comunidad Valenciana, y como dice La Fonoteca, “romántico, cálido y mágico: todo es armonía”. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Bastante dividido, porque a ratos me induce bastante sopor, y a ratos me parece sensacional. No nos la jugamos. - ☆☆☆
Ryan Adams es una persona abominable, y su historial de aprovecharse de, y acosar a, artistas femeninas, de Mandy Moore a Phoebe Bridgers, hace que su idea de homenajear a Taylor Swift me provoque cierto reflujo gastrointestinal. Lamentablemente, debo decir que su “Ryan’s Version” rivaliza en calidad, que no en originalidad, claro, con su antecesora. Por lo que sea, Adams ha continuado con la tendencia lanzando cover albums de Springsteen, Dylan, y Oasis.
Simplemente apuntar que Benín, junto a su vecina Nigeria, es poco más o menos que una potencia musical, con su fabulosa música fon sentando las bases del futuro afrobeat de Fela Kuti, cuyo inimitable percusionista Tony Allen participa de hecho en este reciente Remain in Light. Si todavía no habéis escuchado a la Orquesta Poli-ritmo de Cotonou, os la estáis perdiendo.
Posiblemente uno de los más enormes bajistas de la historia del rock, el rey del Chapman Stick, el hombre de referencia para acompañarte en cualquier gira donde se requiere algo más que menear dos dedos durante hora y media. Como dato curioso, en 1970 participó en otro álbum seminal de similar eclecticismo, el primer disco en fusionar flamenco y rock: Encuentro con el rock de Sabicas y Joe Beck.
La llamaría la «“Construçao” franco-canadiense», y creedme que eso es mucho decir.
Lo digo como si le conociera muchísimo; fuera caretas, no le había escuchado antes. Pero puedo decir que los rastros de electrónica sesuda que quedan en Jinxed by Being son bastante livianos.