Fab Four - 23/2/2025
La enfermedad de las vacas locas llega a SoundClash de manera irrefrenable. Menos mal que tenemos a una cowgirl para frenarla. Y a Linkin Park, por algún motivo. Cuatro discos, cuatro.
Linkin Park - From Zero (2024)
Fue el pasado septiembre cuando toda una generación de personas con issues muy variadas se estremeció, ante una noticia que presiento que nadie esperaba. Porque Linkin Park, los portaestandartes del rock enfurruñadito del cambio de siglo, volvían de un hiato de más de un lustro, forzado por la pérdida del queridísimo Chester Bennington. Con Mike Shinoda con el único brazalete de capitán, con todo lo que ello conlleva1, sólo quedaba saber quién iba a hacer las veces de vocalista en las partes más berreadas. Para esto, los angelinos se guardaban la vuelta de tuerca shyamalanesca definitiva: sería una mujer, Emily Armstrong, la encargada de calzarse los enormes zapatos de Bennington. Sorprendente, sí; arriesgado, ni un pelín. Porque Armstrong se marca un home run apoteósico en este From Zero, su primer álbum al frente de Linkin Park.
La verdad es que no hubo ningún margen para la queja: el anuncio de la nueva cantante se hizo a la vez que el lanzamiento del primer single “The Emptiness Machine”, y con tamaña declaración de intenciones no se daba cabida a críticas. Shinoda crea expectación ofreciéndonos la primera estrofa: su voz es la de siempre, limpia e inofensiva, el contrapunto para los estallidos emocionales de Chester. Pero donde él tenía ese matiz de pataleta llorica, que me perdonen, Armstrong es fuego incombustible, con una voz que es tan capaz de escupir metralla en la demoledora “Casualty”2 como de suavizarse en “Overflow”, que por lo demás es un fusile a Imagine Dragons bastante carente de interés. Y es que pese a que mi voluntad para aceptar a Linkin Park, esa banda de la que es tan fácil reírse, alcanza picos máximos con la incorporación de Armstrong, el material no termina de estar a esa misma altura. Por cada “Two Faced”, con su riff metalcore rociando de delicioso ácido tus tímpanos, hay un olvidable “Cut the Bridge”, batiburrillo machacón con sobredosis de Shinoda, que por más que lo intente nunca consigue no sobrar. Pero qué le vamos, siempre nos quedará “Heavy Is the Crown”, quizá el mejor tema de LP desde su apogeo, una cogida del testigo en toda regla de una Emily Armstrong desenfrenada, haciendo suya una fórmula clásica que se sigue a pies juntillas: rap, un sample orquestal, un buen breakbeat, y guitarras como lanzallamas. La corona de Chester es pesada, pero con From Zero, al menos queda claro que ha sido heredada por la cabeza idónea.
Acceso: Un Yorkshire Terrier que ladra mucho y muerde bastante flojito, a fin de cuentas. - ☆☆
Vibes: Linkin Park no será, ni quiere ser, cool, pero las ínfulas NFT-eras de Shinoda y el controvertido pasado cienciólogo/posible blanqueo de un violador de Armstrong no hacen demasiado por granjearles puntos. - ☆☆
Consenso: Pasado el shock inicial, y descartando los sensacionalismos, NME halla el punto medio “From Zero es una interigante mezcla de rock de estadios sensacional y composiciones desconcertantemente gastadas”. - ☆☆☆
Nota SoundClash: A un tiempo un salto al futuro y un homenaje muy anquilosado al pasado. Así que no puedo darle mi sello de calidad absoluto, aunque para lo que es, se puede disfrutar. - ☆☆☆
Beef - Tongues (1995)
Mmmmm, carne. Deliciosa carne. Chuletón, churrasco, entrecot, y qué decir de unas buenas carrilleras al vino tinto. Un sinfín de cortes y sabores para deleitar a los paladares más exigentes. ¿Con cuál piensan sorprendernos los sanfeliuenses Beef, discípulos de Acuarela, uno de los sellos más punteros del indie español3? ¿Un buen filete de aguja? ¿Un solomillo al horno? No tendremos esa suerte, porque lo que rebosa de nuestro plato, desafiante, es una gomosa, grasienta, resbaladiza lengua de vaca, un Tongues que no invita a un primer vistazo a hincarle el diente, pero en el que el primer mordisco nos transporta a un mundo bizarro de ácido y desiertos.
Porque no es solamente el sonido de Beef el que bebe a tragos gordos del manantial alternativo norteamericano, sino también su imaginería. Un par de temas, entre ellos “Latino Man”, vienen sumergidos en mezcal, y aderezados de violentas fantasías de narcotraficante —aquí directamente aludiendo, de hecho, a Tony Montana; otros, como el inicial “Pristeen Take Two”, un cinemático krautrock light, son menos explícitos pero igual de efectivos a la hora de implantar en nuestra mente imágenes de rocas rojizas, gasolineras y carreteras que se prolongan más allá del horizonte. Este western apocalíptico a veces se torna duro de masticar, con ritmos machacones, riffs totalmente reacios a evolucionar, y gritos alienados, con temas que más parecen jams descartadas de los Pixies como “Gastropotens Chase” o las derivas noise rock de un “X” que me cuesta decidir si es galácticamente épico o un refrito Sonic Youth demasiado mal disimulado. Pero, aunque sea una píldora amarga, y desde luego hace falta a ratos una buena botella de vodka para que pase, por momentos son capaces de aspirar a algo más que una mera imitación de sus héroes: los venazos post-punky de “Ex/Prismatics Girl”, casi gótica en su reverberizada penumbra, y de “Shake Your Money Maker”, con guitarras musculosas pero cierto atractivo camp, me dejan con muchas ganas de que Tongues suene más como ellas, y no tanto como el viaje lisérgico a ninguna parte que termina siendo. Aún así, a veces simplemente hay que aceptar la pastilla que te ofrece el conejo blanco; el mundo real a veces es la alternativa más insoportable.
Acceso: No llega a ser experimental, pero su tralla minimalista no es apta para cardíacos. - ☆☆☆
Vibes: Psicotrópicas con cierto toque de surf alienígena. Una cosa bastante peculiar, pero no desagradable. El acento chicano ocasional resta, eso sí. - ☆☆☆
Consenso: Os mentiría si dijera que se han escrito ríos de tinta sobre este álbum4, así que no me voy a pillar los dedos. - ☆☆☆
Nota SoundClash: Un puñado de cosas que suscitan mi curiosidad, otras tantas, quizá más, que la pierden por completo. Ni mucha nota, ni poca. - ☆☆☆
Ashley Monroe - Like a Rose (2013)
No hace tanto que los roles de género estaban más que predefinidos en el country, intolerantes de cualquier desviación. El hombre era el cowboy, el que trae el dinero a casa, el que suda bajo el sol y al que se le puede consentir que de vez en cuando regrese con el aliento oliendo a mujeres, whisky, o ambas cosas; la mujer, la perenne sufridora, amante en secreto o mujer en su casa, recia o frágil según le dé el viento5. Pero el advenimiento de la civilización sobre Tennessee ha dado en regalarnos a unas cuantas tipas duras, infiernos en tacones6 como la cantautora Ashley Monroe, que sale de este, su segundo disco, más que bien parada; en otras palabras, “como una rosa”.
Monroe ya era, si no una veterana de la escena Nashville, sí una mano más que confiable, como compositora de temas para artistas más que consagradas como Miranda Lambert, Carrie Underwood o Jason Aldean; no extraña por tanto que los refuerzos con los que cuenta en este Like a Rose sean primeras figuras como Vince Gill, Blake Shelton, o hasta la contribución de todito un Guy Clark. Éste último co-escribe el tema del título, una balada melancólica sobre como todos los palos de la vida no han podido hacer mella alguna en el espíritu infranqueable de Monroe, que tacha todos los clichés del country: padre muerto, madre borracha, fugitiva adolescente, un ticket de ida a la “tierra prometida”… Similares cuerdas toca la preciosa “Used”, líricamente excelente, y aún más eficiente a la hora de ablandar nuestro corazoncito. Monroe se balancea acertadamente entre la fina línea del tradicionalismo atrincherado, que suele funcionarle incluso en leves desviaciones como la de “Two Weeks Late”, donde encarna a una futura madre soltera —la bala de lo que podría ser un tema tabú se esquiva con un apropiadamente cristiano “I got a secret that I’m gonna keep”, que dentro de lo arcaico es al menos mordaz—, y que desde luego es fantástico en temas prototípicos de amores tóxicos como “You Got Me”, y ese estribillo cuasi-latino de los 2000. Pero hey, no todo van a ser lágrimas: no imagino a Loretta Lynn cantando sobre darle al ñiqui-ñiqui bajo los efectos de los cannabinoides como hace Monroe en “Weed Instead of Roses”, y menos aún huyendo del sheriff al estilo del stomper de granero “Monroe Suede”. Tal vez no se puede decir que Like a Rose suponga una revolución dentro del country, pero es rematadamente entrañable y encantador, y no podemos pedir más.
Acceso: La voz aflautada de Monroe es un bálsamo para cualquier oído. - ☆
Vibes: Casi siempre bien empoderantes, aunque tiene la mujer alguna que otra recaída en los viejos estereotipos. - ☆☆☆
Consenso: Aunque quizá hoy algo opacado por astros más rutilantes como Kacey Musgraves, la aclamación fue unánime: como dicen Taste of Country, “nadie plasma la angustia como Ashley Monroe”. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Por momentos encuentro el country cada vez más apetecible, y álbumes como Like a Rose no hacen sino reforzar esa sensación: es breve —demasiado— pero todo lo que tiene es inmensamente memorable. - ☆☆☆☆
Henry Cow - The Henry Cow Legend (1973)
Canterbury es una pintoresca ciudad del sureste británico más conocida por ser donde el arzobispo mandamás de la escisión anglicana del Cristianismo tiene su asiento que por otra cosa. Uno puede explicarse cómo escenas musicales pueden surgir del infierno industrial de Sheffield, o del enclave portuario de Liverpool, pero nada hacía presagiar que Canterbury se convertiría ya no en un núcleo fértil en innovaciones musicales, si no que el germen allí implantado sería particularmente contracultural. Henry Cow, oriundos de la relativamente cercana Cambridge, son los sucesores más sui generis de bandas como Soft Machine o Hatfield and the North, y aquí, en 1973, damos comienzo a su tempestuosa leyenda.
El conjunto, comandado por el científico loco y torturador de guitarras Fred Frith, opta por confundir incluso desde antes que suene una nota, con ese calcetín duchampesco de pintura seca que poco o nada tiene que ver con el contenido del álbum, más allá de su intención difusa7. ¿Qué hay dentro, pues? Simplemente cuarenta y tres minutos, segundo arriba o abajo, de tempestad avant-garde, maximalismo en un imparable caos. Es difícil hablar de piezas aisladas, porque los componentes suelen ser siempre los mismos: cualquiera de las tres instrumentales “Teenbeat”, introducción, nudo y desenlace, abandonan en la primera gasolinera que ven todo concepto de regularidad métrica y consonancia, lanzándonos por las escaleras con violines chirriantes y los grandilocuentes saxofones de Geoff Leigh; la intro es especialmente abstracta, creando una simetría perfecta con la cara B, que tiene a la mística “The Tenth Chaffinch” como su contrapartida en lo que a moñigueo vanguardista se refiere. “Amygdala” se acerca un poco más al prog al uso, aunque sea uno con un déficit de atención crónico, característico de estos Henry Cow que son incapaces de frenar su apetito ante un buffet libre infinito de sonidos improvisados. Tal es el pandemónium que en este contexto, “Nine Funerals of the Citizen King” es prácticamente un single, una de esas épicas pseudo-medievales que podría haber hecho Genesis si hubieran estado sufriendo un ictus colectivo en ese momento. The Legend of Henry Cow se basta y se sobra para deleitarse con su propia audacia; que tú lo hagas no es en absoluto de su incumbencia.
Acceso: No lo llaman rock in opposition porque estuvieran estudiando para ser funcionarios. Buscan tu rechazo. - ☆☆☆☆
Vibes: Hay una parte de mí que piensa que si disfrutas de estas cosas deberían encerrarte en Arkham para mayor seguridad del resto de personas normales. - ☆☆
Consenso: Destinado a ser objeto de culto, por supuesto, pero uno ferviente: tienen el beneplácito de Christgau, y en AllMusic llaman a Legend “fusión instrumental de primera categoría”. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Mi doctora me diagnosticó el tímpano retraído el otro día; fue antes de que escuchara esto, pero garantizo que no va a ayudar a mi recuperación. - ☆☆
Principalmente, cierta deriva criptobro AI-friendly que puso a prueba la lealtad de buena parte del fandom, y con razón.
Como indican en la breve transición introductoria al tema, Armstrong se pone sus “screaming pants”, y los da bien de sí.
En él se lanzaron las obras cumbre de tótems como Sr. Chinarro o Migala, así como EPs de portentos internacionales como Jason Molina, Julie Doiron, Xiu Xiu o hasta los Decemberists, entre muchos otros.
Elefant menciona que fue uno de los “álbumes más aclamados del año”, pero es en la pagína donde puedes comprar el disco en mp3, así que algo me dice que hay un conflicto de intereses.
Ahí está Tammy Wynette, que tan pronto está diciendo que debes mantenerte al lado de tu hombre pase lo que pase, como pidiendo un trágico D-I-V-O-R-C-I-O, como cantándole a los Antiguos Gobernantes del Reino perdido de Mu. Una mujer con registros.
No es que me lo haya inventado yo: así se llama el primer álbum de las Pistol Annies, supergrupo femenino que incluye a Monroe, Miranda Lambert, y Angaleena Presley.
Quizá, y sólo quizá, sea un juego de palabras enrevesado: legend → leg end → final de la pierna → pie → calcetín. Pero eso no explica por qué pondrían otro calcetín en dos discos posteriores, Unrest y In Praise of Learning, y aún menos porqué no lo harían en el último, Western Culture.