Fab Four - 4/8/2024
Hoy hace día de sombrero de cowboy y botas con espuelas, pero también de hongos psicodélicos y poetas exiliados. Es un día raro, hay que admitirlo.
Sierra Ferrell - Trail of Flowers (2024)
Las praderas de la música country están tan fértiles como siempre, y diría que parte del secreto es que están abiertas para que las sieguen tanto innovadores de la fusión pop1 como férreas tradicionalistas. Claro está que, viendo los looks más recientes de la sensacional Sierra Ferrell, con su tattoo debajo del ojo a lo Kehlani2 y ese incisivo de oro que se ha implantado, difícil sería acusar a la compositora de estar demasiado arraigada en el pasado. Tras un estupendo, recomendable a más no poder, Long Time Coming en 2021, Ferrell vuelve a la carga este año con un Trail of Flowers, que, si bien no llega a las alturas de su predecesor, se degusta con placer igualmente.
La voz curada de Ferrell, que acoge en ella los más añejos espíritus de Nashville, despliega una versatilidad que va más allá del honky-tonk al uso, y es que en el show de variedades de Trail of Flowers hay hueco para todo: el swing jazzero de la sinuosa “Chittlin’ Cookin’ Time in Cheatham County” es delicioso, con un rollo cabaret que se despega alegremente del grueso del álbum. Ferrell es poderosa, y consciente de ello: “if I had a dollar for every single sailor’s heart / I could break a hundred down at the Dollar Bill Bar”, se pavonea, nada modesta, en uno de los temas más adictivamente pop del conjunto, un poquito Laurel Canyon. En otras latitudes más cercanas a los Apalaches habita “Fox Hunt”, de esas que te hacen golpear la mesa con tu jarra de “moonshine”, aunque presentando al mismo tiempo cierto alcance de himno de estadio, que nunca está de más. Alguno de los cortes más brillantes están en la segunda mitad, con el genial “Why Haven’t You Loved Me Yet” irradiando vibraciones de twist surfero de los cincuenta y, en especial, la breve pero arrebatadora “I’ll Come Off the Mountain”; quién se resiste a un baile agarrado en el saloon bajo el embrujo, dulce como la miel, de los fiddles y las armonías. Y, si por algún motivo sólo pudieras escuchar una, “Rosemary” puede ser la muestra perfecta del inagotable talento de Ferrell: una cinemática balada de guitarra en la primera mitad hasta que su protagonista se sube a una locomotora para cruzar el horizonte, más allá de las colinas y las montañas, y cobrarse su venganza. Sierra Ferrell es ya el presente, más que el futuro, del género estadounidense por excelencia, y va a ser un gusto seguir su carrera.
Acceso: Ecléctico pero en última instancia un manjar para cualquier paladar, hasta los no avezados. - ☆
Vibes: El country a veces asusta un poco, pero Ferrell pone todo de su parte para que te sientas a gusto en esta destilería clandestina. ☆☆☆☆
Consenso: Esto antes eran tres estrellas, pero después de haber recibido cuatro premios Grammy hay que recapacitar. Eso sí, la impresión sigue siendo que Ferrell tiene todavía algún as más en la manga. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Ferrell es descubrimiento reciente que me va a dar más de una alegría, lo presiento. Con el country siendo cada vez más internacional, Trail of Flowers lo tiene todo para ser una obra de referencia. - ☆☆☆☆
Paco Ibáñez - 3 (1969)
Musicalizar poemas siempre ha sido un canal predilecto para los cantautores españoles que, si bien más que capaces de escribir sus propias letras, sintieron la necesidad de dar voz a las palabras calladas de aquellos y aquellas cuyas obras se vieron censuradas y reprimidas durante el franquismo. Serrat, con sus homenajes a Hernández y Machado, es el ejemplo más manido, pero su contemporáneo Paco Ibáñez, desterrado en París durante décadas, vivió en sus carnes el sufrimiento de tantos otros nombres geniales y decidió consagrar su trayectoria a cantar por ellos. Este tercer volumen de su trilogía francesa, que culminaría con un aclamado recital en el legendario Olympia de París, es una muestra más de su compromiso y su valentía.
El plantel de homenajeados es un all-star de la poesía española del siglo XX, y de más allá: Ibáñez no tiene miedo alguno a concluir el disco con las eternas “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique, que suenan apropiadamente funéreas en una colección que dedica también bastante tiempo a recuperar algo de la niñez que la vida arrebató al intérprete: las fábulas dadas la vuelta de José Agustín Goytisolo3, como ese “Érase una vez” que asocio inmediatamente a Rosa León, o la más bien inquietante “Nana de la mora”, que sólo podría hacer conciliar el sueño a auténticos psicópatas en potencia, encuentran hueco aquí. Pero el protagonismo se lo llevan las elegías solemnes a una España dividida, esa que Ibáñez echa tanto de menos al hacer suyos los versos de Cernuda en “Un español habla de su tierra”, un repaso a esos “caínes sempiternos” que llevaron a ambos hombres al exilio. Esa con la que sueña que galopa libremente, como lo hizo Alberti, en lo que en boca de Ibáñez es un himno que, por desgracia, parece que mantiene su vigencia: sigue quedando gente que enterrar en el mar. Igual fuerza conserva el “Como tú” de León Felipe, quizá la que más hondo cale del conjunto, un sano recordatorio de que los “guijarros humildes” también pueden construir montañas. Paco Ibáñez no es un artista tan reivindicado como alguno de sus congéneres, pero su autenticidad no tiene rival alguno.
Acceso: Guitarra y voz, y rara vez algo más, lo que lo convierte en una escucha algo áspera, pero con recompensa. - ☆☆
Vibes: De las que te ponen en pie, famélica legión. - ☆☆☆☆
Consenso: El techo de Ibáñez en el estudio; para La Fonoteca, “la plasmación de sus sueños íntimos y preocupaciones vitales”. Un tótem de la “nueva canción española”. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Resulta raro no darle cincuenta estrellas después de tanto elogio. Aun así, y reconociendo su capital importancia temáticamente, soy demasiado superficial como para valorarlo como se merece. - ☆☆☆
María Sabina - Mushroom Ceremony of the Mazatec Indians of Mexico (1957)
Hinquemos el diente a lo que será, seguramente, la mayor marcianada que jamás reseñaremos en SoundClash. La historia de María Sabina es apasionante y trágica: una chamana mazateca que celebraba tan tranquila sus rituales délficos con psilocibina allá por las sierras de Oaxaca hasta que la panda hippy y beatnik se enteró y empezó poco más o menos que a colonizar su aldea. En este álbum de notable relevancia etnomusical dio comienzo la fama internacional de María: un directivo de banca financiado por la CIA en su proyecto MKUltra, R. Gordon Wasson, dio con ella y, motivado por la curiosidad científica, que nunca trae nada bueno, decidió grabar y publicar sus cánticos y trances para quien pudiera interesar. Que he resultado ser yo, que no me gustan ni los níscalos.
El testimonio auditivo de esta ceremonia, que no sé cuanto duraría en origen pero que está claramente recortado, es atractivo históricamente, pero muy indigesto salvo que haya alucinógenos de por medio. Sabina crea repetitivas melodías en el idioma de su región, bastante inescrutable salvo por los términos religiosos: se apela casi constantemente a Cristo4 o a diversos títulos de la Virgen: en casos como “Santo…Nana” parece claro que está intentando adaptar algún himno cristiano a medio recordar, y menta a María Patrona media docena de veces. En “San Pedro” es el portero celestial el que viene a bendecir las setas, instado por un atropellado monólogo de María, que sólo interrumpe para conversar con su, quizá, ayudante, al que escuchamos preguntar si los asistentes se han dormido ya. Y es que claro, la sabia no está sola: Mushroom Ceremony es de hecho el infierno en la Tierra para quien sufra de misofonía: a cada rato hay alguien resoplando o suspirando sonoramente delante del micrófono, y “Name of Plants” tiene un gargajo de persona al borde de la muerte que da un poco de arcadas. Hay momentos casi bellos, con la suave y temblorosa voz de Sabina entonando tiernas cadencias que animan a alguno a silbar, como en “Ji ñai” o la perfectamente descriptiva “Soft Singing”, que cierra el círculo que comenzó en “Chjon nka”, cuarenta minutos antes. Los drogatillas se despiertan, se desperezan, y vuelven a sus aburridas vidas habiendo expandido sus horizontes. El turismo explotando el folklore desde tiempos inmemoriales.
Acceso: Acercarse a esto en plena posesión de tus facultades es bastante peligroso para la salud. - ☆☆☆☆
Vibes: Muy mixtas: por un lado es muy cool ser testigos de esta experiencia tan ajena; por otro, es difícil no sentirse cómplice de cómo la publicidad que hizo Wasson de ella arruinó su vida por completo5. La realidad es que no tenemos ningún derecho a oír esto. - ☆☆
Consenso: Fácil coincidir: una pieza de museo que resulta difícil imaginar a alguien escuchando dos veces. - ☆☆
Nota SoundClash: Aun si tuviera alguna célula en mi cuerpo que disfrutara escuchando las recitaciones de esta muy venerable señora, que no es el caso, la ética6 me impediría subir de la nota mínima. - ☆
Whiskeytown - Strangers Almanac (1997)
Empecemos por lo importante: Ryan Adams es un montón de materia fecal, un perdedor que abusó tranquilamente de su poder en la industria para aprovecharse de, y acosar a, artistas femeninas de carreras relativamente incipientes. Cuando el azar tuvo a bien depararme escribir sobre este álbum7, estuve a punto de desechar la idea, pero supongo que Whiskeytown lo componen cuatro personas más que presumiblemente no son repugnantes, y tampoco sería del todo justo eclipsar sus contribuciones en este Strangers Almanac que, más allá de los actos más que reprobables de su principal autor, es un disco absolutamente redondo, una actualización del folk americano de banjos y violines pasado por el tamiz de la rabia post-grunge.
Adams, aparte de ser un contacto telefónico al que bloquear inmediatamente si no lo habéis hecho ya, es, ya en un segundo o tercer plano, un songwriter de la más alta gama, en la vena de Tom Petty o hasta Springsteen si estos no fueran personas por lo general decentes: difícil no acordarse del Boss, o más aún de mis adorados Replacements en “Yesterday’s News”; el piano del post-chorus de John Ginty bien podría haber venido de Roy Bittan. Y es que Whiskeytown saben dar caña si hace falta: “Waiting to Derail” es en efecto un lento descarrile, un tenso muelle que termina en un reventón de adrenalina, con intercambios guitarreros entre Adams y el excelente Phil Wandscher, un solista agudo y preciso. La caja de bombones de Whiskeytown no estaría completa sin los que están rellenos de licor, claro: la amarga “Turn Around” es el lingotazo final que te arrastra a una noche de sudores fríos, con un estribillo atiborrado de la más hermosa melancolía, y “Excuse Me While I Break My Own Heart Tonight” un chupito de resignación, con ese leve toque de azúcar que le dan las armonías de Caitlin Cary, cuyas dolientes cuerdas atraviesan también la bella balada countryficada “Inn Town”, pesada como una mosca en Matalascañas. Una tras otra, desde “Inn Town” al claustrofóbico tema de cierre “Not Home Anymore”, que suena como una vívida pelea con fantasmas que es imposible ganar, Strangers Almanac nunca pierde el rumbo. Ojalá se pudiera decir lo mismo del impresentable de su artífice.
Acceso: Es un trago fuerte emocionalmente, lleno de desengaños y batallas perdidas. Pero entra solo, como el vodka, por eso tiene más peligro. - ☆
Vibes: Ryan Adams es descalificación automática en cualquier torneo de buena vibra. - ☆
Consenso: Si bien no hizo temblar los cimientos de la música en su día, y en general se considera que quedó desbancado por los álbums de Adams en solitario8, el tiempo ha acabado por dejar a Strangers Almanac sin lugar a dudas como una obra cumbre del alt-country. - ☆☆☆☆
Nota SoundClash: Agradecería un pelín de tijera hacia el final, pero habría que ser muy tiquismiquis para ponerle grandes pegas. Me tapo fuertemente la nariz aquí, pero, aún a riesgo de quedar como un hipócrita, es un disco tremebundo. - ☆☆☆☆
Ahí están las mezcolanzas trap que hace la superestrella/racista casual Morgan Wallen, y también todas las cosas bonitas que nos regala Kacey Musgraves para templar nuestros corazones.
Quería hacer una comparación un poco más inmediatamente reconocible, pero la lista de “celebrities con tatuajes en la cara” tiene una intersección notable con el registro de acosadores sexuales del estado de California, y tampoco quería dejar a Ferrell en mal lugar, que mola mucho.
Edit 5/8: Resulta que Kehlani ahora se hace fotos de colegueo con el desecho de carbono al que llaman Chris Brown, o sea que volvemos a la casilla de salida: un mundo en el que Post Malone es el mayor referente ético para las personas que se pintan la jeta. Podría ser peor.
De quien también nace la tal vez aun más inolvidable “Palabras para Julia”.
O “Cristro”, como lo pronuncia ella.
Sus vecinos la acusaron de corromper la tradición al ponerla en manos de occidentales irrespetuosos: este rencor acabó con el hijo de Sabina muerto, su casa quemada, y ella muerta de hambre tras haber pasado por prisión.
Esta apelación a mi propia moral va a envejecer muy de pronto, ya veréis.
Cosa que literalmente hago a sorteo entre una larga, larga lista.
No comparto esa afirmación: Strangers Almanac es mejor que Gold, Heartbreaker, y posiblemente Cold Roses. Pero os lo dice una persona cuyo disco favorito del cretino susodicho es su epónimo de 2014, así que igual tampoco me deberíais tener muy en cuenta.