SoundClash el Artículo: Girl in Red vs. Little Brother
El verano casi llegó, pero la fiesta seguro que comenzó. Dramas teenagers contra alardes de grandeza raperos. Y el hombre que cambió la historia del curling. ¡Esto es SoundClash!
Bueno, bueno, bueno, ¿pero qué tenemos aquí? Tus ojos no te están jugando una mala pasada: la edición escrita de nuestro podcast tenía que hacer acto de presencia antes del descanso estival. Y cómo no, dos artistas casi improbablemente opuestos entran en nuestra cúpula del trueno, con motosierras en llamas y bayonetas también en llamas. Cierren sus apuestas con el viejo tuerto de la esquina y siéntense a presenciar esta contienda entre la jefa del pop lo-fi noruego Girl in Red, y los Camela1 del hip-hop sureño, Little Brother.
Como sucede a menudo, no tengo gallo en esta pelea. Creo que nunca he escuchado una canción de Girl in Red pese a mi afamada parcialidad hacia las muchachas tristonas, y Little Brother me produce la misma sensación de tibia aceptación que un buen porcentaje del rap norteamericano, así que vamos sin ideas preconcebidas. Como debe ser.
RONDA 1: Imagen del artista
En la que juzgamos no solamente el aspecto, sino la presentación general de su propuesta. Con Girl in Red hay una cosa que señalar de entrada, y es que su nombre, oficialmente, se escribe “girl in red”, todo en minúsculas. Una afectación que perdono en según que circunstancias, cuando no destruye por completo la legibilidad de un párrafo a simple vista2, pero aquí no puedo hacer tal excepción: la escandinava empezará este encuentro con una mano atada a la espalda.
Por suerte, Girl in Red tiene una imagen cristalina: muy lesbiana y mucho lesbiana. Ya sea con el absolutamente fabuloso traje de arriba, con el que oposita a abrir una franquicia de boygenius3 en Oslo, o con su otrora omnipresente gorrito de lana, o con jerséis y bufandas de cuadros, Marie Ringheim hace gala de un impecable gusto para la moda. Tanto es así que me hace olvidarme de que el rojo, aunque a menudo parte de su vestuario, está conspicuamente ausente como elemento principal, lo que convierte a la frase preposicional “in red” quizá en algo engañoso. La pose de “cantautora cercana” está bien definida, con portadas que en los primeros años de carrera solían adoptar ciertos tópicos —su etapa floripondios y garabatos de 2017-2018, la Polaroid era del año siguiente— de Instagrammer que, eso sí, se han ido diluyendo con el tiempo. En resumidas cuentas, creo que es fácil hacerse una idea de cómo suena simplemente habiendo visto cuatro fotos, que es aproximadamente mi vara de medir en esta categoría.
Un halago que podría dirigirse igualmente a Little Brother, claro, pero que aquí no les juega especialmente a favor. ¿Doble rasero? Podría ser, pero es que el trío de Carolina del Norte hace muy poquito por diferenciarse de sus contemporáneos. Hoodies, camisetas anchas, y algún polo de golf conforman su outfit y el del 99% de los grupos de rap dosmilero: hay que coger una lupa de quince aumentos para encontrar algún detallito en el que fijarse.
¿Positivos? La portada del The Minstrel Show, quizá su mejor álbum, es una reapropiación audaz y sarcástica de los tropos del entretenimiento racista del principios del siglo XX, y la de su más reciente May the Lord Watch es una fantástica historia en un fotograma: la del dúo, evitándose mutuamente, reunidos un poco a la fuerza con motivo de un funeral; se agradece que hayan sabido adaptarse al minimalismo desaturado y no a los sobrecargados montajes fotográficos de su época. Como puntos sobresalientes en lo negativo, hay dos cosas que me tuercen el morro sobre Big Pooh, MC de la banda. La primera es que su nom de plume siempre va prefijado de “Rapper”, por si no quedaba clara su profesión; esto es más flagrante aún al ver que Phonte, su compañero en esto de las rimas, prescinde de tal puntualización. La segunda es ese tatuaje con el nombre de Little Brother que me lleva en el antebrazo con la misma fuente del Rancho La Ponderosa. Me descuadra por completo, y no sólo porque ellos nunca han usado tal estilo en ninguna otra parte. Es una minucia absurda, pero con cosas tan ajustadas como esta hay que ir al milímetro, y así pasa.
Los suéteres ganan a las gorras de los Yankees, y Girl in Red se adelanta en el marcador.
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RONDA 2: Single al azar: “Summer Depression“ vs. “Slow It Down”
Adelante con las canciones. Si es un single, a alguien le habrá parecido lo suficientemente meritorio como para comercializarlo al mundo, así que deberíamos estar tratando con la crème de la crème. Y qué mejor manera de entender la jovialidad vital de Girl in Red que con un tema llamado “Summer Depression”.
Recrearse en la miseria puede ser incluso divertido; Morrissey hizo carrera de ello, y estoy mucho más predispuesto a aceptar a una muchacha molona que al turbofacha con tupé ese. Pero a la pobre le juega a la contra lo de tener, por aquel entonces, diecinueve años. No espero un nivel de autoanálisis jungiano yo tampoco, pero “Summer Depression” es de un nihilismo adolescente que no me produce ninguna empatía, incluso siendo propenso a ciertas caídas emocionales estivales. No le sale ni rimar, ni hacer media melodía tarareable, ni escribir algo de lo que no vaya a avergonzarse en un lustro o dos. Es deprimente, claro, pero parece haber sido escrita tras leer la definición del María Moliner de “depresión”: “I wanna stay home”, “I’m feeling down”, “I just want to disappear”… Una bajona que no le impide encerrarse en el cuarto con la guitarrita a grabar cuatro punteos empapados en reverb y a correr. No sé, entiendo que si tienes ese abatimiento insondable en el alma no vas a hacer grandes derroches de esfuerzo porque iría en detrimento del mensaje, y supongo que “Summer Depression” sabe transmitir la anhedonia perfectamente, pero tampoco le puedo dar puntos extra a una canción por aburrirme como a una ostra sólo porque era esa la intención.
Phonte, Big Pooh y 9th Wonder tienen el camino abierto para arrasar en esta ronda, pero como son bien traviesos, van a marcar un nuevo ritmo. Un poquito más lento, sin prisa. “Slow It Down”, “take it slow”. Y claro, así cualquiera.
Little Brother ganan básicamente en los primeros diez segundos, con el sample de quiet storm de David Ruffin y su “Slow Dance”. Tiene el punto hipnótico del G-funk sin resultar cargante ni manida, sino que es cautivadora de principio a fin. Los raperos optan por quitarse la careta, dejar a un lado la fanfarronería y seducirte en plan bien, en plan siglo XIV. Nada de Porsches, Phonte tiene un Nissan a medio pagar; nada de guarradas, vamos al parque a que me cuentes tu vida. Es alentador escuchar hip hop así, e incluso el momento en el que aluden al inevitable estereotipo del hombre con miedo al compromiso encierra una reflexión sobre el ciclo del abandono en la comunidad negra americana: “every man remembers how his Daddy and his Uncles did it”. “Slow It Down” me desarma fácilmente con un estribillo de R&B meloso que está de rechupete y con una inteligencia lírica que no es llamativa hasta lo estridente, pero de la que aún así emanan joyas ingeniosas como el “so well-rounded, no wonder you’re in my circle”. Es tan estúpido que es brillante. Con toda honestidad, es una de las canciones de hip hop más estupendas que he escuchado recientemente.
Hay que saber rematar a puerta vacía, y como Haaland Little Brother no perdonan y anotan el empate. Tres hurras por los tres; nueve hurras en total.
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RONDA 3: Canción al azar: “Midnight Love“ vs. “Best Kept Secret”
Nos alejamos de los conatos de éxito para coger una canción, sin más, la que sea, de dónde sea. Que en el caso de Girl in Red, resulta ser además un sencillo también, esperemos más revitalizante que el anterior. Un amor de medianoche que ilumine los veranos de esta chiquilla, por lo que más quieras, que cualquier día se nos echa un chupito de estramonio.
¡Que os lo habéis creído! El estribillo reza “I can’t be your midnight love”, o sea que vuestro gozo en un pozo, y la cabeza en el horno. Switcheroos aparte, “Midnight Love” es dos o tres órdenes de magnitud mejor que la otra que ya no sé ni cómo se llama, por suerte. Para el común de los mortales esto no es un cumplido, pero me la podría imaginar ganando Eurovisión: es una balada poderosamente emocional sobre ser el segundo plato de alguien, que se crece poquito a poco, jugando al yoyó con nuestro corazón. Un bombo a negras ultrafiltrado llega para esparcir la adrenalina por nuestro cuerpo, y desaparece en el momento perfecto para que sintamos que se nos escapa un latido. Cada estribillo es más liberador que el anterior, cada “oh oh oh” más hondo en nuestro pecho, hasta que el platillo de la última iteración, saturado en cada bit, termina por descerrajar nuestras cadenas. Sentir despecho es bastante mejor que no sentir nada, está claro.
Little Brother, al menos a primera vista, no ha tenido tanta chiripa, porque su “Best Kept Secret” es, en efecto, un secreto bastante bien guardado, porque figura en un mixtape que si acaso habrán escuchado algunos de los familiares cercanos del grupo, ya sin contar con la excelente producción de 9th Wonder.
Es RJD2 el que toma la mesa de mezclas en su lugar, montando un beat competente, con un despliegue de scratching bastante espectacular, pero que no golpea con la misma fuerza retro de antaño. Es algo aséptico, con snares secos y guitarras con cuello de botella que ofrecen bastante poca variación, poniendo a Phonte y Pooh —y al invitado L.E.G.A.C.Y., que no es malo pero cuyo flow chirría en ocasiones— en el brete de carrilear todo “Best Kept Secret”. Y esta Justus League no son los Vengadores, desde luego, por mucho que Phonte trate de respaldar al colectivo:. Los versos de los dos “little brothers” son a precio de saldo: infancias duras en barrios problemáticos, amenazas para los haters, ínfulas de “soy el mejor rapero que haya vivido nunca y el resto son unos parguelas”, etcétera, etcétera. No abre ningún horizonte nuevo, ni se vislumbre que pueda existir alguno en alguna parte. Un freestyle corto de cocción pero aún así pasable, y nada más.
La mujer de rojo se come al lobo feroz y se pone a tiro de la victoria con dos puntitos. Venga, que se ponga la cosa emocionante.
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RONDA 4: Mejor single: “I’ll Die Anyway.“ vs. “Lovin’ It”
¿Volvemos a las andadas, damisela carmesí? ¿Tu mejor single, quizá tu mejor canción jamás de los jamases, y es de cómo te vas a morir algún día? Eres la alegría de la huerta, hija.
Pero el título da igual, de momento: ¿es “I’ll Die Anyway” un jangle sin inspiración alguna o una cataclísmica epifanía? Con sinceridad tiene más de lo primero que de lo segundo, pero el tedio está bastante más apaciguado de lo que lo estaba antes, tanto que hay hueco para unos rolling toms en la segunda mitad del estribillo. Hay voluntad de venirse arriba. No obstante, es un intento trillado de un género trillado desde una perspectiva… igual no tan trillada, pero me doy cuenta de que sí que es la más habitual en Girl in Red. No está aquí, un año después de “Summer Depression”, mucho más madurada que entonces, aunque al menos tiene algo más de color: “accepting I’m pointless isn’t the hardest / when it’s so completely obvious”, es, al menos, un verso con un poco de gracia, y el quid del tema radica en una especie de optimismo fatalista que oye, si te ofrece sosiego, adelante. En última instancia, y a mí por lo menos, es una visión que me resulta igual de dañina que el Mr. Wonderfulismo opuesto, cuando no ligeramente deshonesta. Pero oye, allá cada cual.
Aprende de Little Brother, que les encanta. Les encanta todo, como a Mario Vaquerizo. Pero dando menos asco, espero. ¿Qué nos deparará este Lovin’ It? ¿Será tan jugoso como una McRib con queso?
El sample principal vuelve a ser un pleno acierto, por descontado; esta vez se trata del “One Night Affair” de los Stylistics, que cómo no le pirran a este adepto del philly soul. Un bucle que en los versos acumula una tensión casi inaguantable, esperando resolver durante treinta segundos de maravilloso edging musical, hasta que salta como un resorte; no hay quien se resista a la ley de Hooke. La temática es más al uso, mero bragging, y el guest de honor es un tal Joe Scudda que parece la antítesis de L.E.G.A.C.Y.: rapea bien duro, pero mejor casi no saber lo que dice4 —el insulto más ofensivo que se le ocurre hacia los mediocres rivales es “cabbage-heads”5, así que no diría que estamos ante ninguna maravilla. Pero un estribillo resultón, en la tradición “hip hop soulera” que Little Brother ayudaría a convertir en la corriente imperante del primer decenio del siglo XXI, la eleva por encima de la media. Don’t stop, can’t stop, won’t stop y no se hable más.
Siempre es más entretenido ir a la prórroga, y aquí no hay lugar a dudas de que es el resultado más justo. ¡Que se resuelva todo esto por juicio por combate!
GIRL IN RED 2 - 2 LITTLE BROTHER
RONDA 5: Título de canción al azar: “Apartment 402“ vs. “Shorty on the Lookout“
Y qué mejor manera de deshacer este embrollado empate que con una categoría absurda, inevitablemente injusta, y de seguro poco representativa. Los títulos de las canciones son el espejo del alma, y el alma de Girl in Red se quedó en un apartamento ignoto con el número 402. Vayamos a buscarla.
¿He de leer la letra para entender si hay algo más allá de ese número? Seguramente, pero he de resistir la tentación del misterio, o no seré mejor que un Iker Jiménez cualquiera. Así, lo primero que me viene a la cabeza es esa película más bien regularcilla de John Cusack, 1408, con una habitación de hotel maldita, que se ve que es de un relato de Stephen King puesto de cocaína6. O ese juego de la Nintendo DS estupendo, el Hotel Dusk: Room 215, el Profesor Layton para mayores. Pero conociendo a esta chiquina, es más probable que este apartamento 402, que Wikipedia me confirma que es el código HTTP que significa “paga, rata de cloaca”, sea simplemente el lugar donde Girl in Red vio una mancha en la pared que se daba un aire a ella siendo atropellada por un Buick y se puso a suspirar de envidia. Y, habiendo cedido al encanto de echar un ojo a los lyrics… pues sí, básicamente es eso7.
Y donde Girl in Red envuelve de cierto misticismo su título, invitándonos a elucubrar, Little Brother no pueden ser más directos: su grito de guerra es “TITI AL ACECHO”. Que, si fuera tal cual eso, ganaría de calle.
Pero es “Shorty on the Lookout”, que no tiene la misma fuerza. “Shorty”, por engordar este párrafo con un circunloquio antropo-etimológico, que se encuentra también como “shawty” en la literatura, es un apelativo vernáculo que podríamos traducir de decenas de maneras: gachí, moza, cuerpo, chiquita8, piba, nena, e incluso tal vez alguna que no dé ganas de vomitar por las orejas. En el hip hop es popularmente utilizado para referirse a mujeres a modo de piropo, pero eso que se lo digan al legendario pionero en la preparación del hielo para competiciones de curling Shorty Jenkins. Oh, si yo os contara cosas de Shorty, con su sombrero de vaquero rosa, corrugando escrupulosamente la pista para facilitar el deslizado de las rocas, lijando, limando, afinando temperaturas. No os tendría que dar pruebas de que no me lo estoy inventando, pero esta foto es demasiado buena para no compartirla.
Dicho esto, me suscita más interés “Apartment 402”.
GIRL IN RED 3 - 2 LITTLE BROTHER
Victoria para las espirales autodestructivas. Un varapalo terrible para los señores canadienses con vestimentas fabulosas y profesiones un tanto sui géneris. Un final de temporada para un SoundClash escrito que se despide hasta Dios sabe cuando, quizá para siempre, o no, qué sé yo; que de volver lo hará con dos leyendas: el inolvidable compositor de música ligera para ocasiones especiales Burt Bacharach, contra el as de la guitarra más abiertamente fascista que encontraréis en la faz de este planeta abocado a la destrucción, Ted Nugent. Os puedo decir quién quiero que gane, pero no si ganará, ni cuando lo hará, ni por qué. Tendréis que esperar.
Porque el productor original, 9th Wonder, hizo un Miguel Ángel y se piró en 2007, aunque sin malos rollos esta vez.
Como por ejemplo, a-ha. Esos noruegos sí que saben.
En esta he dudado, pero venga, sin B mayúscula.
Para que os hagáis una idea, sus primeras palabras en “Lovin’ It” son “I wake up every morning holding my dick”. Imagínate que te presenten a alguien en un guateque o una soirée o lo que hagan los jóvenes ahora, y que lo que le salga por la boca sea eso.
Literalmente, cabeza de repollo. Se ve que es lo único que le permitía esa rima encabalgada con “average”.
Que no es que haya otro tipo de relato de Stephen King.
Como he tratado de expresar, quizá con poca sensibilidad, me produce muchos sentimientos encontrados el statement general de Girl in Red, y no sé muy bien qué pensar al respecto. Por una parte, todo lo que sea canalizar tus frustraciones y tratar de convertirlas en algo vivo e inmortal como una canción, aunque no sea una canción especialmente interesante, es más que noble, y quién soy yo para decirle a nadie sobre qué o qué no puede escribir, más aún si es algo tan personal como esto, según parece.
Pero por otro lado, redundar tanto en lo mismo, cada vez con más inquina o más resignación o más dramatismo, no parece sano. Ya no para ella, si no para millones de fans que se suscriben a esta rigurosa dieta de pensamientos intrusivos —que sí, entiendo que no sólo canta sobre esto, también habla de lo rebonicas que son las zagalas así en general y mira, más de eso, a tope contigo.
Pero por otro otro lado, un tercer lado hasta hoy desconocido que hace tambalear los cimientos de la física, si esto ayuda a esa chavalada a sentirse vista y comprendida, algo bueno tiene.
En resumen, más financiación para la terapia psicológica en la sanidad pública, y banderitas americanas o españolas o noruegas para todes.
Quizá el más preciso, definitivamente el más repulsivo.