SoundClash el Artículo: Grizzly Bear vs. Dr. John
Ni unos son osos pardos, ni el otro tiene el título en medicina, pero eso no impedirá que se batan en el duelo musical definitivo. Nueva York vs. Nueva Orleans. Grizzly Bear vs. Dr. John.
Es hora de otra gloriosa pelea musical, de que dos figuras colosales se partan los relojes para mi disfrute y el de, esperemos, quienquiera que lea esto. Grizzly Bear parten con la ventaja de los números, y la lealtad de una horda de hipsters con antorchas dispuesta a lo que sea por defender su honor. Dr. John, el rey de los pantanos, tiene de su lado la experiencia, y quizá también una manada de coyotes, no sabemos. El caso es que hay partido.
¿Y yo qué? Confieso que me gusta el personal folk psicodélico de los Grizzly Bear, y que fantasías enraizadas en el pop como “While You Wait for the Others” o “Yet Again” marcan las distancias con bandas mucho más onanistas como Animal Collective, Deerhunter o alt-j. Pero la imponencia de Dr. John, la encarnación del espíritu de Louisiana, y su serpenteante fusión de funk, rhythm ‘n’ blues y rock, condensada en la hipnótica “I Walk on Gilded Splinters”, hace imposible descartar una victoria de Le Grand Zombie. La suerte está echada.
RONDA 1: Importancia histórica
Empezamos con una colisión sencillita, ciertamente. Porque sí, podemos construir una defensa de Grizzly Bear: representan, de todas todas, un gran ejemplo del zeitgeist indie de este milenio, embelesando a la opinión crítica con esa corriente de “nueva sinceridad” que contaba también a Arcade Fire o Sufjan Stevens, una suerte de esfuerzo por erradicar el cinismo que caracterizó a la música de culto anterior.
El curso de GB bien podría haberlos llevado por derroteros similares a The National, por ejemplo, los cuales se han convertido en un grupo de renombre a fuerza, parecería, de simplemente existir1. Con los de “Two Weeks” no ha sucedido, ya sea porque el mundo sigue necesitando el desapego o porque su ritmo productivo ha sido más bien inconstante. Se han labrado su nicho, sin duda, pero nada augura que vayan a erigirse en una entidad fundamental así, de repente.
El señor Malcolm Rebennack, por su lado, produjo su embarrada música en siete décadas distintas, que se dice pronto, y media docena de Grammys y un puesto en el Hall of Fame del Cleveland adornan sus vitrinas. No todo es el vil metal de su palmarés, obviamente, así que quizá el haber aparecido como músico de sesión para artistas tan diversos como Aretha Franklin, los Rolling Stones, Christina Aguilera o B.B. King os convenza más de su estatus como icono de las teclas.
¿Insuficiente? No lo creo, pero hay más aún: Dr. John respira la esencia de la música de su tierra, Nueva Orleans, cuna del ritmo estadounidense. Su jambalaya particular de géneros autóctonos, aderezada con la teatralidad del carnaval del Vieux Carré y los rituales vudú, lo coloca como uno de los artistas más importantes del siglo a la hora de elaborar un sonido únicamente norteamericano, pero que a la vez es un crisol cultural como lo es su ciudad de origen. No hay comparación.
Se adelanta Dr. John con facilidad pasmosa, y pone a Grizzly Bear en el brete de remontar. Así son las cosas, nada más y nada menos.
GRIZZLY BEAR 0 - 1 DR. JOHN
RONDA 2: Aparición como "featuring": “My Moon My Man (Remix)” vs. “Hail, Hail! The Witch Is Dead”
Dime con quien andas, y esas cosas. A la banda de Brooklyn le salió un trabajillo remezclando uno de los hits de la más grande chanteuse de Nova Scotia, Leslie Feist. No tengo muy claro cómo intervienen ocho manos en la deconstrucción de un tema preexistente, ni qué une a Grizzly Bear con el submundo del dance como para confiarles esta tarea, pero ahí están, licuando la original para convertirla en un terso, aunque algo insípido, corte de minimal disco, del cual apenas queda la presencia del bombo a negras y la etérea voz de la canadiense.
Este remix me confunde más de lo que me interesa, porque aparte de engatusar a los barbudos bebedores de IPA que componen el público objetivo de GB, no encuentro razón alguna para involucrar al grupo aquí. Es como pedírselo a Bertín Osborne, o incluso peor, porque dudo que haya solape entre fans de Feist y del enfant terrible del gazpacho.
Dr. John se ha movido mucho más, pero el azar nos ha llevado a un día de infausto recuerdo para Broadway, en el que estrellas de la talla de Roger Daltrey de los Who, Jewel, Nathan Lane o Jackson Browne acordaron en escenificar una nueva producción televisiva del musical El mago de Oz, para alegría de les niñes beneficiades por el Fondo de Defensa Infantil, y la desgracia de quienes lo sintonizaron en sus casas.
Dr. John está ahí, bastante oculto entre tanto astro de las tablas: durante esta semi-afinada performance de la ex-Ronette Ronnie Spector2, que celebra el derretimiento de la Malvada Bruja del Oeste practicando body combat con el nitrógeno a su alrededor, el mago del Bayou está aparentemente ausente. Pero Wikipedia corrobora su presencia allí, como lo hace el instante 52:02 del vídeo, en el que Natalie Cole canta “You’re Out of the Woods”; además, unas manos borrosas cual Bigfoot se deslizan por el piano en algún que otro plano. Pero hay que ser sincero: nadie, ninguna de las docenas de personas que estaban encima de ese escenario lo compartía realmente con Ronnie. Durante los dos minutos de “Hail, Hail!”, el teatro era suyo; el resto estaba allí para ser testigo de su inmensidad interpretativa.
Lo justo sería darle un punto a Ronnie Spector, pero por desgracia no está en competición. Siento dudosa la contribución de ambos púgiles en sus respectivos temas, pero por lo menos el nombre de Grizzly Bear sale explícitamente en el título. El punto más triste de la historia de SoundClash para ellos.
GRIZZLY BEAR 1 - 1 DR. JOHN
RONDA 3: Letra de canción al azar: “Sleeping Ute” vs. “Hen Layin’ Rooster”
El texto, ese componente sin el cual mucha gente no podría vivir, pero que yo sólo percibo cuando me irrita. No diría que Grizzly Bear es una banda a la que hayan elogiado en exceso por su lírica, pero en “Sleeping Ute”, un manifiesto sobre el ser humano y la comunión con la naturaleza, logran encontrar una precisa metáfora universal con la profundidad suficiente no sólo para aguantar lo que dura la canción, sino para contener mundos dentro de sí misma.
Según el mito nativo, el “Ute” del título se refiere a un jefe de tribu que se convirtió en montaña tras caer herido en batalla; Grizzly Bear3 se equiparan a ese guerrero, constantemente en la tensión de la vida nómada y la búsqueda de un lugar al que pertenecer, donde hacerse montaña. Finalmente, el rock and roll tira demasiado fuerte: “If I could lie still / as that great hill… / but I can't help myself”. Simple pero sutil, directa pero esquiva, es una letra estupenda.
Con “Hen Layin’ Rooster” no tenemos nada de esa delicadeza: el doctor nos viene a decir que mujer que se cruce, mujer que se lleva por delante. En la vieja tradición blues del doble sentido4, esa que ya Bessie Smith dominaba con su “I Need a Little Sugar in My Bowl”, nuestro casquivano gallo echa su polvorete, kikikirikiki, y se sacude, sin hacerle ascos a nada: “if I don't find me no hen / I'll take me a turkey or chicken”.
El encanto de nuestro galante pajarraco es nulo, y más sabiendo que el concepto de consentimiento puede ser algo difuso en un corral5. La letra degenera en extrañas fantasías pirómanas y explicaciones técnicas sobre la estrategia de pick-up de diversas especies de aves6, pero en su mayoría delinea la clásica estructura de turnaround y vuelta a empezar, repitiendo las truculentas estrofas con plumas arrancadas y cloacas profanadas mucho más rato del que encuentro necesario, siento decirlo.
El durmiente jefe indio se lleva la palma, poniendo a Grizzly Bear en cabeza en el punto crítico de la batalla. ¡Qué nervios!
GRIZZLY BEAR 2 - 1 DR. JOHN
RONDA 4: Recopilatorio más amplio: Blue Valentine vs. The Very Best of Dr. Joh
Al atardecer de la vida, te examinarás de toda tu obra con una fabulosa compilación de éxitos, con suerte. A diferencia de Dr. John, Grizzly Bear quizá no haya dicho su última palabra, estando en animación suspendida desde 2020, y dedicando entretanto su tiempo a proyectos paralelos como el sensacional You Belong There de Daniel Rossen. Sea como fuera, no han tenido a bien poner en común un greatest hits, así que lo más cercano a tal ítem es la banda sonora de Blue Valentine, aclamada película que ve a Ryan Gosling y Michelle Williams envueltos en un matrimonio turbulento.
Su soundtrack consiste mayoritariamente de versiones instrumentales de temas del Yellow House o el Veckatimest, aunque no los más brillantes. Despojadas del contexto del film, y de las voces de Rossen y Droste, nos quedan unos esqueletos bien cucos de folk pastoral, como “Easier”; mamotretos zumbantes que agradarían a Michael Gira si no fueran tan happy flower por momentos, como “I Live With You”; o grabaciones alternativas bastante descafeinadas como “Shift”. El disco mejora cuando empiezan a cantar, claro, que es ya hacia el final, pero lo hace más aún con la aparición de artistas que no son Grizzly Bear: Department of Eagles nos regala el arpeggiado vals de “In Ear Park”, la desenterrada agrupación de soul Penny & the Quarters y su acústico “You and Me” pone el toque romántico, y hasta Gosling y su ukelele tienen un breve cameo. No presagia nada bueno que lo más interesante aquí sea justo lo que no tiene nada que ver con Grizzly Bear, pero era esto o la descalificación inmediata. Había que salir del paso.
Doc, para el 1995 del lanzamiento de este grandes éxitos, tenía carretas de temas para empaquetar7: aquí se eligen dieciocho de ellos, abarcando 20 añazos de sus adictivos rituales. Sangre criolla corre por las venas de este tracklist, empezando por lo único parecido a un éxito que tuvo el de NOLA, el primordial latigazo funk “Right Place Wrong Time”. John suena a una inquietante mezcla de borracho de esquina y estiloso villano Disney, una especie de Tom Waits con amígdalas nuevas.
No amo todo lo que hay aquí, pero me complace haber sido invitado a este universo de fuego y lodo. Uno donde el loop garoo acecha en cada esquina, donde “Mama Roux” congrega fuerzas ancestrales a ritmo de boogie, y donde hasta standards tan trillados como “Iko Iko” o “Accentuate the Positive” suenan frescos y renovados8. Con el perenne acompañamiento de un coro femenino que a veces suena casi sobrenatural, nuestro maestro de ceremonias nos guía a través de la espesura nocturna en temazos como “Qualified” o el virtuosísimo “Honey Dripper”. La joya de la corona, sin embargo, sigue siendo “I Walk on Guilded Splinters”, que en este contexto parece aún más alienígena de lo que lo era en Gris-Gris. Es tan fascinante que hasta cantada por Cher of all people sigue pateando traseros. Con la colorida electricidad de un desfile en Bourbon Street garantizada, cualquier garbeo por la carrera de este auténtico pionero es más que recomendable.
O sea que no hay duda posible, y se da el empate de Juanito el Doctor, que es lo que nos gusta: emoción hasta el último segundo.
GRIZZLY BEAR 2 - 2 DR. JOHN
RONDA 5: Último single: “Neighbors“ vs. “I’ve Got the World on a String“
En fin, sabíamos que se iba a reducir a esto: una ronda prácticamente aleatoria, en la que laureadas trayectorias se ven reducidas a cenizas de las que sale, cual ave fénix, una canción de despedida. “Neighbors” será, si no cambia nada, el sencillo final de Grizzly Bear, extraído en 2017 de Painted Ruins, y si van a marcharse, desde luego han decidido hacerlo a lo grande: redundando en lo que les ha funcionado, y perfeccionándolo.
“Neighbors” se levanta como un espejismo en el desierto, como el estanque de agua clara que aparece en la lejanía y que se revela, al aproximarse, como una duna más. A ratos parece poder agarrarse uno a cierta esperanza, al milisegundo de dulce ilusión, como cuando Droste y Rossen unen sus celestiales y lastimeras voces: “face to face / we’ll watch our bodies break”. Siendo este el plausible adiós, resulta difícil no interpretar ese verso como un tenso duelo entre dos pistoleros, dos almas que han compartido tinta y acordes hasta que no les ha quedado nada más que dar, sólo puñaladas. O a lo mejor es que me gusta demasiado Fleetwood Mac, también puede ser.
Sabe más el Papa Legba por viejo que por Papa Legba, y lo mismo le pasa a Dr. John, que con 70 palos empezó a rodearse de buenas compañías para seguir rindiendo homenaje a la música que había mamado desde siempre: primero, en Locked Down, tuvo la felicísima idea de unirse con uno de los artífices del regreso a la relevancia del garage más antediluviano, Dan Auerbach de The Black Keys; un par de años más tarde, colaboraría con luminarias como el trompetista cubano Arturo Sandoval, el incombustible conjunto gospel Blind Boys of Alabama y, en este “World on a String”9, con la gran dama de la música de raíz americana Bonnie Raitt, para un tributo al coloso absoluto de Nueva Orleans, Louis Armstrong.
Los arreglos de metales salpican a Raitt y Rebennack, por cuyas gargantas no ha pasado el tiempo en absoluto, pese a sumar entre sus dos vidas más años que los bisontes de Altamira. El sonido es quizá hasta excesivamente lustroso, con guitarras tan finamente definidas, platillos tan pulcros, que se echa de menos algo de la acogedora porquería de álbumes pasados. Pero no desmerece en absoluto al conjunto: el carisma de sus intérpretes10 es innegable, y se contonean juguetones por la pieza con la confianza que sólo puede dar un siglo de pasear su arte por todo el mundo. Y qué si no es excepcional: ¿qué manera mejor de marcharse iba a tener Dr. John que con The Big Easy en su corazón?
Hay que tirar de foto-finish aquí, una conclusión ajustada hasta la milésima, pero creo que por el pelo del flequillo ganan Grizzly Bear. Y así, entre los hipsters de medio mundo, hubo mucho regocijo.
GRIZZLY BEAR 3 - 2 DR. JOHN
¡Aquí estoy porque he venido, porque he venido aquí estoy! Pero se volverá, esta vez con dos contendientes igual de variopintos: una de las otras bandas del Swingin’ Liverpool sesentero, The Searchers, tendrá que batirse el cobre con unos londinenses dados a la experimentación sónico-electrónico-psicodélica, Death in Vegas. Entre tanto, SoundClash el podcast sigue vivo, y a punto de conocer al ganador de la primera temporada; en Ivoox o Spotify estará la respuesta, pronto. Hasta entonces, ¡sayonara!
Cuánto ha alargado su relevancia la amistad de los hermanos Dessner con Taylor Swift, no sabría deciros. Pero sirve de muestra al menos de que los tentáculos de The National se han aferrado al establishment.
Hasta donde alcanzo a comprender, que no es mucho, no está en la piel de ningún personaje: es la propia Ronnie Spector, extrínseca a la acción que transcurre, irrumpiendo para regalarnos este karaoke venido a más.
Rossen ha explicado en Genius partes de la letra, así que no sería descabellado suponer que se debe en buena parte a él.
El sinónimo más usual de rooster es cock, y no hace falta tener el nivel amatista de Duolingo para saber lo que significa eso.
Hay matices, y la teoría más ampliada es que esto se debe a la selección humana de ejemplares para la industria cárnica. Pero para estudios científicos sobre ganadería tenéis a Temple Grandin, no a mí.
Al ganso, nos cuenta Dr. John, se le gana con labia. Fíjate.
Y eso que hay quien diría que su apogeo estaba por llegar, con Locked Down en 2012.
La segunda hasta está renovada de más; la superproducción ochentera no respeta nada.
Compuesta por Harold Arlen, igual que “Accentuate the Positive” y, de hecho, “Over the Rainbow” de El mago de Oz. Es decir: a lo tonto y a lo modorro Harlen ha hecho aparición en el 60% de las rondas.
En especial de Raitt, todo hay que decirlo.