SoundClash el Artículo: The Searchers vs. Death in Vegas
Guerra civil inglesa: segunda parte. ¿Preferimos los sonidos sesenteros del Merseybeat que nos traen los Searchers, o la electrónica ecléctica de los londinenses Death in Vegas? Todo puede pasar.
¡Hora del machaque! Bienvenides seáis a este choque de acordes, esta lucha de lírica, esta bronca de bandas como las dos que traemos hoy a darse para el pelo. Hoy son compatriotas ingleses, Liverpool contra Londres, de dos escenas totalmente distintas pero igual de fructíferas: el Merseybeat que nos trajo a Dave Clark Five, Gerry and the Pacemakers, The Hollies y a alguien más que se me escapa ahora mismo, versus el surtido de downtempo británico que vio nacer a Portishead, UNKLE, y el colectivo Massive Attack. Vamos, que tenemos un The Searchers vs. Death in Vegas.
Ambos, he de decir, grupos de los que he oído hablar, y he escuchado superficialmente, pero con los que no he construido historia alguna. ¿Me podrá mi fervor por el pop conciso, o las texturas claustrofóbicas del trip-hop hipertrofiado conseguirán conquistarme? Vamos a verlo.
RONDA 1: Mejor single: “Needles and Pins” vs. “Hands Around My Throat”
Del manantial del Mersey brotaba un agua que infundía actitud rock and rollera, no cabe duda, pero lo que no hacía era convertir a los artistas que de ella bebían en genios creativos; eso vino después, con las drogas duras. Así que como tantos coetáneos, nuestros “centauros del desierto” abren la veda hoy con una versión de la sensacional Jackie DeShannon que les llevaría a lo más alto de las listas británicas en 19641.
Donde la original es una delicia Spectoriana, la de los Searchers preserva los elementos básicos pero intensificando el jangle, esencialmente con la duplicación de las guitarras para replicar el sonido “seis cuerdas” que los Byrds convertirían en su marca. Es una buena canción, con ese pegadizo gancho del “needles and pins-uhhh”, y es cierto que sirve como un chicloso prolegómeno de un género que nos traería cositas excelentes como los Badfinger, pero por otra parte siento que la aportación de la banda es bastante escueta: miles de grupos podían haber hecho lo mismo. Falta genio.
El salto de “Needles” al inframundo de Death in Vegas es similar al del 2001: Una odisea del espacio; pasamos de un hueso girando a un satélite en órbita en cero coma. En el cambio de milenio había sogas tirando de la electrónica en un millón de direcciones a la vez, y se puede argüir que en “Hands Around My Throat”, Richard Fearless opta por conducirla a la menos interesante de todas.
Construida sobre un bucle de dos notas de bajo trepidantes al que se van añadiendo elementos rock a discreción, es un corte electroclash sin demasiado filo, que empieza absorbiéndote en su siniestro mundo de guitarras mordientes y sadomaso, pero al que en última instancia le cuesta mantener mi atención. Creo que a Death in Vegas les pierde aquí un poco una actitud de distancia sobre el material, de falta de implicación, incluso de incoherencia: buen síntoma podría ser el uso de samples de los post-rockeros Tortoise y los pioneros synth belgas Telex. No es que sean fragmentos híper-notorios, pero quizá por eso su empleo resulta más un guiño calculado que algo que venga de las tinieblas como debería. Y es un sentimiento que extiendo al resto del tema.
Estando ambas correctas y poco más en mi humilde y errónea opinión, concedo la ventaja a los Searchers por milésimas. Pero que no se repita.
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RONDA 2: Opinión ajena
Involucrar a otra persona para que escuche a dos nombres de los que jamás ha oído hablar es una ardua tarea, pero hay quienes han hecho de la competición musical un estilo de vida, o por lo menos un podcast. Así que quién mejor que Jo, persona excelente y de buen criterio, para seguirme la corriente y producir una opinión muy válida, que paso a parafrasear burdamente.
De Searchers, aduce una similitud entre ellos y otras bandas del palo, en las que los de “Needles and Pins” sufren un doloroso agravio comparativo.
«Me suenan a los Beach Boys, a los Beatles ―con los que comparten ciudad de origen por lo que leo―, y, en general, a todo ese pop sesentero de la British Invasion. Pensé "es esto, pero mal".»
Si bien reconoce que están bien y que, en el vacío, las canciones le gustan, salen relativamente escaldados cuando les pones al lado de gigantes. Así que su “aceptabilidad” les juega en contra, pobrecillos.
Con Death in Vegas, todavía anda procesando exactamente qué se ha colado por sus pabellones auditivos:
«Picoteé algo de YouTube, y no sabía por dónde cogerles. Puse el aleatorio de sus esenciales de Spotify y FLIPÉ. Me tiró en la cara tres temas que me parecían directamente de artistas distintos, pero resulta que eran todos del mismo Scorpio Rising del que ya había oído otra canción en YouTube. Locurote.»
Parece que el eclecticismo y la versatilidad convencen a nuestra votante, que además valora positivamente lo solipsista del proyecto de Fearless, única parte constante en tres décadas de DIV.
Delegar ha sido la decisión correcta, y agradezco enormemente lo elaborado de la respuesta a la par que sumo un puntito al marcador de Death in Vegas, que se lleva además el aplauso de nuestro público.
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RONDA 3: Canción al azar: “Don’t Hide It Away” vs. “Diving Horses”
Concedamos este baile a la indagación profunda, a una cara B de los liverpoolianos que de manera muy poco inconspicua observa por el visillo lo que hacen los cuatro fantásticos de su ciudad, descubren que hay algo llamado “You’ve Got to Hide Your Love Away” en clave de vals2, y gritan “¡tate!… pero vamos a negar el título, así nadie se dará cuenta”. Y se hubieran salido con la suya, de no ser por este señor entrometido, es decir yo.
La visión de The Searchers es también más sombría, en contraste con la de Lennon: intenta ofrecer consuelo a la pena del abandono, ser el amigo que presta su hombro y despotrica de quien sea que te haya roto el corazón; pero parece que en el fondo sabe que por muchas tiritas no va a ser suficiente con un par de cubatas para reparar el daño. El piano que aporta el productor Tony Hatch es para mi gusto el complemento perfecto a toda esta desolación, otra pincelada más de nostalgia. Me he quejado antes, igual que Jo, de que buena parte de lo que me venden los Searchers es un pastiche de grupos mejores, pero a veces ese mejunje también puede generar un sabor deliciosamente agridulce.
Y no salimos de Scorpio Rising, oiga. No sé si “Diving Horses” habrá sido una de los cortes del álbum de 2002 que han pasado por los oídos de mi compi en su aventura de la ronda anterior, pero se ajusta perfectamente a la descripción que ha dado: no se parece en absoluto a “Hands Around Your Throat”, desde luego.
Lo que no significa que no se le puedan encontrar paralelismos: el drone de guitarra minimalista, con una divagante y narcótica cuerda de fondo3, es tan Velvet Underground que hasta empiezo a oler a cuero y ratas desde aquí, pero es el shoegaze de My Bloody Valentine, aunque bajado de decibelios, el que alberga la mayor similitud: la voz de Dot Allison suena ahogada en reverberación, como si viniera de más allá de las nubes, repitiendo mantras que vienen y van a modo de olas, instándote a que te sometas: “let it take you over”. El inevitable tsunami es más genérico de lo que cabría desear, su intensidad desvaneciéndose más y más en cada iteración. El mayor pecado de Death in Vegas es su insistencia a la hora de estirar ideas como si de chicles Boomer se tratara: aquí hay dos buenas ocurrencias, pero eso no amerita cinco minutos de mi tiempo. Y éste no es muy valioso tampoco, o sea que figúrate.
Esto es un toma y daca, y le toca a The Searchers adelantarse. ¿Será el impulso que necesitan para dar la puntilla?
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RONDA 4: Single al azar: “When I Get Home” vs. “Twist & Crawl”
The Searchers vuelven a casa, allí donde se sienten más cómodos: una versión de un cantante americano de casino; en este caso Bobby Darin, el malogrado crooner y su “When I Get Home”. Algo diferente esta vez, porque si te hacen el test de la Coca-Cola y te obligan a elegir cuál salió primero, yo no las hubiera tenido todas conmigo. Darin claramente se sube aquí al carro de la British Invasion con el más leve regusto Bacharach, y los Searchers aprovechan para surfear su ola.
De nuevo el cuarteto introduce contadas novedades, con las ya consabidas resonantes guitarras replicando el vibráfono de la de Darin y una doble armonía vocal de la misma índole que sus compadres que se extiende durante los dos minutos escasos de la pista. No da mucho tiempo a encariñarse con ella; diría sin embargo que, en el vacío, me gusta más que cualquiera de las dos anteriores: hay cierta urgencia y cierta granujería juvenil que se echa de menos en lo ya escuchado. Puedo creerme que estos muchachos tengan ganas de llegar al hogar, de volver a ver a su churri, y de meterse bajo las sábanas hasta que amanezca un par de veces. ¿Y para qué está el pop si no es para desfogarse?
Pues para bailar. Y si alguien nos ha enseñado a bailar, con incontables innovaciones que incluyen la ciencia del remix, la ecualización creativa, y el cannabis en cantidades industriales para facilitar la comunión de los espíritus, ese ha sido el pueblo jamaicano. El éxodo de ciudadanos caribeños esparció las semillas del reggae a lo ancho y largo de las Islas Británicas, un género en constante mutación, que contaminado por el germen del hip hop se convirtió en aquello que llamaron… ragga. No, no se comieron la cabeza4.
“Twist & Crawl” es un ejercicio en minimalismo: un bajo con algo de filtering, un riddim con los agudos sobresaliendo y rebotando contra todas las paredes, y un órgano espectral ocasional. Mi impresión inmediata ha sido «esto yo ya lo he escuchado, ¡es “Mirror in the Bathroom”!». Y en parte no voy desencaminado: no sólo es en cierto modo el ragga un paso evolutivo más del 2-tone de The Beat; de hecho “Twist” tiene al mismo Ranking Roger, MC de la banda, interpretando una especie de deconstrucción de su canción homónima, que aparece tres números después que “Mirror” en el I Just Can’t Stop It. Los parecidos no son excesivamente profundos: el new wave ha sido sublimado a sus elementos más simples, que podrían repetirse en ligerísimas variaciones durante una hora, una noche, una semana; con la droga adecuada, o la gente adecuada tal vez, la pista no dejará de estar llena. Retuércete y arrástrate, baby.
Siento que he dado dos puntos a The Searchers por fusilar temas de otros artistas sin aportar mucha personalidad propia, y no lo voy a volver a hacer. Death in Vegas se lleva la palma aquí por su perversión dancehall. Que me gusta a mí un empate.
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RONDA 5: Disco al azar: Hungry Hearts vs. Satan’s Circus
Ay, la mala suerte: el output de The Searchers, como es lógico, se concentra en torno a la década de los sesenta. Pero como evidencia su docena de cambios en formación, es una banda que se resistió a morir, a aceptar que el momento en el que el zeitgeist los obligó a componer sus propios temas fue también el de su desintegración. Que serían carne de tributo en Benidorm, o peor incluso: que acabarían dando un concierto ellos en la capital del Levante. En 1988, por lo que sea, y pese a haber sustituido a uno de sus miembros clave, Mike Pender, por un treintañero5, la realidad es que en 1981 habían realizado el que posiblemente sea su mejor álbum, Play for Today, en el que por fin recogían el fruto del power pop que habían sembrado, versionando a Big Star o a Moon Martin en lugar de a viejas glorias.
Pero esto es Hungry Hearts, y el pop de guitarras había dado pie a la cosa más hortera concebible: hay tres temas co-compuestos por el tipo que hizo “What Is Love”, que es un temazo incomparable, pero no el tipo de cosas que cuatro hombres de Liverpool de mediana edad te pueda defender. “Lonely Weekend”, por decir alguna, hace que los Modern Talking parezcan Sepultura, y es posiblemente la mejor canción del álbum, con la posible excepción de “Love Lies Bleeding”, que empieza bien pero que luego explota en un estribillo que suena a banda sonora para la séptima secuela de Karate Kid, y que me pierde casi por completo.
Y sabéis que tengo una tolerancia férrea a la purria ochentera, pero hasta yo tengo mis límites: este pastel es intragable, e inexplicable, salvo que se les traspapelaran las bases musicales del siguiente álbum de Objetivo Birmania en algún punto de la grabación. Pero eso daría por sentado que la única mala decisión aquí es el lamentable kitsch de crucero Pullmantur del sonido, potenciado por la incorporación de Spencer James, que canta como si estuviera en un hotel de Torremolinos. Nada más lejos: aparte de la bizarra adaptación de un tema de rock cristiano en “Somebody Told Me”, que termina por ser una de las peores bazofias perpetradas jamás, optaron por someter a la tortura Stock/Aitken/Waterman a sus viejos clásicos, como “Needles and Pins” y “Sweets for My Sweet”, en lo que se convierte en un seppuku sin precedentes. Difícilmente podría haberles salido algo más malo.
Salvo que Satan’s Circus sea un alegato a favor de la limpieza étnica, diría que Death in Vegas tiene esta eliminatoria bastante encarrilada. Y es cierto que hay más tracks con nombre en alemán de las que cabría esperar en un disco de unos señores de Londres6, pero todo tiene su explicación. Este espectáculo demoníaco no hace más que beber de la música teutona de los setenta de manera flagrante y en más de un caso, bordeando el delito, que una cosa es homenaje y otra el atraco a mano a armada.
Y es que a Richard Fearless y Tim Holmes les gusta Kraftwerk; qué sorpresa siendo dos personas que se dedican a la electrónica, no me lo habría esperado jamás. Satan’s Circus es un compendio íntegramente instrumental de refritos krautrock; mirad “Zugaga”, es como uno de esos vídeos en los que alguien intenta recrear de memoria una canción7, en este caso “Trans-Europa Express”. Todo en general aquí es de cocción lenta, volviendo a ese hábito de prolongar melodías durante siglos, aquí sin ninguna distracción posible: es música de máquinas, y cada vez más para máquinas. “Reigen”, “Black Lead”, “Heil Xanex”, “Anita Berber”… podríais haber sido un email.
Como escucha de sobremesa, es papel pintado sonoro; poco reclama mi atención: la batería a lo Neu! de la apropiadamente titulada “Sons of Rother”, las distorsionadas interacciones de “Head”, o los teclados de juguete de “Ein für die Damen”. Pero incluso con esos instantes de asombro contenido, Satan’s Circus se me antoja un muermo. El álbum salió con un CD adicional en directo que tal vez exponga a Death in Vegas en su hábitat natural, pero que voy a considerar foráneo para el alcance de esta batalla, por principios y sobre todo porque no me apetece enchufarme otra hora de esto. Como concluye The Guardian en su vapuleo a Circus, yo también digo “nein”.
Dicho lo cual, uno de los discos es corrosivo y probablemente combusta espontáneamente en contacto con el agua bendita, mientras que el otro es simplemente un tostón. Anticlímax donde los haya, la victoria in extremis es para Death in Vegas. Pero siento que si hay un perdedor soy yo.
THE SEARCHERS 2 - 3 DEATH IN VEGAS
Se acabo lo que se daba, habrá que esperar unas semanas para que regrese SoundClash en su formato escrito: para entonces, uno de los progenitores de la samba brasileña, Cartola, tendrá que batirse el cobre con Vitalic, parte de la extensa progenie de la electrónica gala. Apoteosis pura. Entre tanto, ya sabéis: artículos variados, podcasts ocasionales, y Twitter y Bluesky donde encontrarnos. ¡Chaooo!
Repetirían la jugada en nueve míseros meses, tirándole la caña en este caso a “When You Walk in the Room” de la misma artista, y con similar éxito.
Técnicamente en 6/8, pero no estamos aquí para “altozanadas”.
Un cello, presupongo, leyendo los créditos, al que luego se le añade una capa o cien de rico overdrive.
En un mundo ideal, el pop-rap se llamaría pap. Supongo que no vivimos en ese mundo.
Para cualquier otra banda hubiera sido un clavo en su ataúd, pero los Searchers son cucarachas; ¿qué banda tiene un tour de despedida, inmediatamente seguido de un tour de agradecimiento por la despedida? Cierto, casi todas.
Una de ellas hasta usa la palabra “Heil”. Juegan al límite.