Las 250 de Quixote, Parte I
Toca reflexionar y listar, dos de las cosas favoritas de Quixote, que empieza su serie de favs con plena diversidad, de Dusty Springfield a Golpes Bajos.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
Hace ya diez años, diez, que compartí una imposible lista con cincuenta de mis temas favoritos. En esa década, cabe esperar que los gustos de uno tomen derivas inesperadas, que muten y se evolucionen en vertientes difíciles de predecir en el momento. Dicen que si tus opiniones no cambian entre los 20 y los 30, es que has perdido mucho el tiempo… ¿se aplicará eso también a las canciones? Y lo que es más importante: ¿se me aplicará a mí? Sin querer revelar mucho de esta serie solipsista, es bastante plausible.
Lo que sí que garantizo, como mínimo, son 200 canciones nuevas en este DLC inesperado en el que me reencuentro con mis raíces, como Hannah Montana en Hannah Montana: la Película1. Piensa en esto como si fuera un test de compatibilidad: quizá descubras un alma gemela musical, o tal vez unos cuantos temas idóneos para alguna playlist. O podría ser que acabes cuestionando mi autoridad, mi gusto, o la labor de mis padres en mi educación, nunca se sabe. Sólo hay una manera de averiguarlo y es lanzándonos de lleno a la lista. Pues venga.
250. Muse, Plug in Baby
Matt Bellamy soñó una vez con meter el dedo2 en la conexión eléctrica de su amplificador para así hacerse uno con el overdrive; tras valorar pros (molaría mucho) y contras (supondría su deceso), optó por lo siguiente mejor, que es componer “Plug in Baby”, el himno guitarrero de toda una generación. El riff es descomunal, una descarga adrenalínica que propulsa esta musculosa canción, donde Wolstenholme y Howard no se quedan atrás, desde luego. Pero está claro que esta es la canción de Bellamy por excelencia: antes de vender su alma a sus delirios, era una rockstar indiscutible, capaz de hacer viguerías con las seis cuerdas y berrear falsetes como muy poquitos. Nunca volvieron a alcanzar estas cotas de caña máxima.
El momento: “And I’ve been in troooouuuble / WHOOOOOOOAAAAAAAAAGHHHHHHHH” antes de alunizar en una última repetición del riff. Cómo no saltar de un coche en marcha ante eso.
249. Cyndi Lauper, All Through the Night
Lauper se labró una envidiable carrera como aspirante al trono del pop, la alocada Sofía contra la preparadísima e inmaculada Leonor que resultó ser Madonna3. Los mejores momentos de Lauper, sin embargo, suelen mostrarla entre lágrimas delante de una ventana cubierta de gotas de lluvia. “All Through the Night”, que de hecho es una versión de Jules Shear, no es la más célebre de esa camada, ni mi absoluta favorita (spoilers), pero sí que codifica la melancolía con una madurez y un gusto exquisitos: ese sintetizador tintineando, esa pasión desgarradora, ese ritmo lejanamente reggae que ilumina una noche infinita. La mejor compañía para acurrucarse en la cama en soledad y llorar.
El momento: El estribillo es capaz de reducir a sollozos a personas curtidas en mil pogos.
248. ‘Til Tuesday, Coming Up Close
Acostumbraos a ver a Aimee Mann y compañía en esta lista. La carrera de esta banda de Boston se reduce a tres discos pero, conociendo su promedio de bateo, si hubieran sacado dos docenas de canciones más en su trayectoria, serían mi banda favorita de todos los tiempos. En “Coming Up Close” se dejan seducir por una carretera en el desierto, por el polvo que levanta una pareja de tortolitos furtivos en un viaje abocado al desastre. Mann en ´Til Tuesday es una figura atípica, una cantautora con tendencias sombrías atrapada en una banda de pop: “Up Close” la encuentra en un registro cómodo, con una calidez que reconforta y contrasta de manera espléndida con lo más anticuado de la producción. Quizá en ese choque está la magia, y aquí de eso hay a raudales.
El momento: Mann no es una cantante superlativa, y por eso cada vez que pone su voz al límite (“but anything I could have said I felt somehow that you already knew”) resulta tan estremecedor. Especialmente la primera vez cuando, tras soltar todo lo que tenia que soltar, nos quedamos solos con las guitarras, como Aimee en su motel.
247. Orson, No Tomorrow
Que Orson, un grupo de tres al cuarto que en al menos un universo paralelo ha ocupado el lugar que tiene Maroon 5 en el nuestro, haya tenido tanta perdurabilidad en mi vida musical, no lo podía prever nadie. Pero es que “No Tomorrow”4 es magistral, una lección sobre cómo montar una buena fiesta en tus tímpanos con DJs y chupitos incluidos. Si Dani Martín se hubiera puesto zapatos de vestir aquella vez, a lo mejor hubiera hecho algo parecido a esto, un casi-hit para bailar como si no hubiera un mañana, literalmente. Es extremadamente mid-2000s, mis años formativos, pero el sentimiento de querer sudar alcohol en un garito con el amor de tu vida es atemporal.
El momento: Vais a pensar que sólo hablo de estribillos, así que esta vez escogeré el “oh ooh OOOHH” con el que Jason Pebworth les da paso. Qué forma de crear hype, y con lo que viene después, no prometen en vano.
246. Depeche Mode, World in My Eyes
Como le dijeron a un amigo mío en la graduación del bachillerato, “me sorprende verte por aquí”. Porque “World in My Eyes” no tiene los fuegos artificiales de otros temas de DM5, pero es que en el Violator eran más de látigos y cuero. Y este “World” no se queda en solvente sin más: es un trepidante crucero del vicio en la mazmorra personal de Martin Gore, que a través de Dave Gahan promete (¿amenaza?) con llevarnos a lugares maravillosos sin movernos de la silla, aunque creo que sus intenciones distan de simplemente ofrecernos un número del National Geographic. La base rítmica es más intrincada de lo habitual en Depeche, y por todas partes los sintetizadores nos alertan de que lo más cabal sería huir despavoridos. Pero, iluso de ti, ya es demasiado tarde: has caído en su red. Relájate y disfruta, pero va a doler.
El momento: Nuestros verdugos se lavan las manos: “that’s all there is… Nothing more that you can touch now, that’s all there is!”. Y vuelta a esa efervescente y ácida figura de ocho notas.
245. Dusty Springfield, You Don’t Have to Say You Love Me
Dusty fue un día al festival de San Remo, le gustó una de las canciones interpretadas y, como queriendo eximir proféticamente al evento de su futura responsabilidad en el surgimiento de ese comando terrorista conocido como Måneskin, la convirtió en suya, y en inmortal. Aquí la tibieza y el recato brillan por su ausencia: la llegada de Springfield se anuncia con el bramido de un millar de trompetas y coros celestiales, que es exactamente lo que merece. Lo que viene después es un espectáculo para el oído, pocas veces se maneja con tanta pericia esa tensión entre las acusatorias estrofas y el conmovedor estribillo, en el que se nos acoge con eterno amor pese a nuestras múltiples ofensas. La desesperación de Dusty es cada vez mayor, echándose a sí misma la culpa de tanta traición, resignada a las que vendrán. Al menos su sufrimiento se ha traducido en una de las cosas más bellas producidas por nuestra especie, y no en mares de lagrimas y cuatro cubetas de Ben and Jerry’s en la papelera. Que tampoco suena mal, no lo vamos a negar.
El momento: El bramido de un millar de trompetas y coros celestiales, por supuesto.
244. Bee Gees, Nights on Broadway
Antes de la fiebre del sábado noche que duró por lo menos hasta el lunes siguiente, los Bee Gees ya eran uno de los grandes grupos de pop vocal. Su Main Course de 1975 ya los empieza a ver meter los pies en el océano de la música disco, pero “Nights on Broadway”, pese al título, todavía está algo6 alejado de las luces de neón. Es, de hecho, puro músculo: cuando los Gibb proclaman “heeeere we are / in a room full of strangers”, ni sus falsetes disimulan que pueden partirte la cara, por mucho que el resto de la letra hable de un romance en la Gran Manzana. Sus voces atipladas suben y suben como un globo aerostático hasta que de su mano podemos codearnos con los rascacielos y disfrutar de las vistas. Después sería todo pantalones de campana y cocaína en los baños, así que aprovechemos esta noche mientras dure.
El momento: Las réplicas del coro cada vez más desquiciadas7. No sé qué hermano es8 pero suena como una banshee siendo quemada viva y me encanta.
243. Split Enz, Message to My Girl
Pilla a un neozelandés de malas, y te bailará una haka antes de festejar tu aniquilación, pero como esté tontorrón y se apellide Finn, puede construirte tres o cuatro minutos de pop perfecto. Imagina la mejor comedia romántica de los ochenta, en la que en un intento angustioso de capturar la atención del objeto de su deseo, el protagonista recurre al típico método de secuestrar un micrófono y cantarle una serenata: si la película tenía a alguien decente detrás de la selección musical, habrá escogido “Message to My Girl”, un meloso himno, predominantemente piano y voz, en la que el futuro Crowded House Neil Finn se deshace de su armadura y empieza a desmenuzar las neuras que le impiden compartir sus sentimientos. Es un truhán encantador, y la canción una hermosura para cualquier que tenga corazoncito.
El momento: Neil reúne todas sus fuerzas, cierra los ojos, y se lanza al vacío combinando los dos pre-chorus en uno para mayor impacto: “think it’s time I made it heard / so I’ll sing it to the world”.
242. Alexander O’Neal, (What Can I Say) To Make You Love Me?
Otra declaración de intenciones lujuriosas, aunque esta vez en un tercio totalmente diferente: el carismático O’Neal parece menos interesado en la consumación que en darle rienda suelta al boogie. Pese a no ser el nombre más reconocido del R&B contemporáneo, es un intérprete magnético, capaz de hacer parecer que si la muchacha no le hace caso, podría significar el fin de la especie humana, y sin perder el buen rollo. Pero no nos engañemos: la verdadera protagonista es la producción de Jimmy Jam y Terry Lewis, los genios detrás de buena parte del éxito inicial de Janet Jackson. Es un lujo disfrutar de cada cuidadísimo y brillante detalle, todo es purita chuchería auditiva: los metales, los pads, los hi-hats, el burbujeante bajo… Para deleitarse en su resplandor con unos buenos auriculares.
El momento: Hay quince cosas llamando tu atención en todo momento, pero me quedo con el build-up inicial: los teclados etéreos interrumpidos por el entrecortado golpe a la batería, que precede a esa sobredosis de estímulos. La calma antes de la tormenta funky.
241. Golpes Bajos, No mires a los ojos de la gente
Hace diez años, no le profesaba amor alguno a la música española, y mentiría si dijera que las cosas han cambiado en demasía. Pero este tema de los gallegos Golpes Bajos es un indiscutible. Hace poco salió una película llamada No mires a los ojos, bastante mediocre9 salvo por dos cosas: el cameo surrealista de Iñaki Gabilondo, y el uso de “No mires a los ojos de la gente” como leitmotif. Coppini es uno de los alumnos más aventajados de la escuela Morrissey de cantar regular pero ser, pese a todo, intachable: su dramatismo exagerado frente a la saltarina base musical nos proponen un choque explosivo. Dice muchísimo de la banda que sean tan recordados con apenas un par de docenas de temas a sus espaldas. Hay motivos para ello.
El momento: “Quédate a mi lado, no te marches máaaaaAAAAAS”. El cohete Germán Coppini despega con destino al planeta Angustia.
A falta de un ejemplo mejor.
U otra cosa.
Veremos cómo envejece esta absurda comparación.
Y en general su Bright Idea de 2006.
Creedme, los vamos a volver a ver en esta lista.
No mucho, hay que admitir.
Mi mejor emulación sería algo así como “Blame it on! Blame it on the nights on Broadway! AAAAAAAAAGH! YEAAAHYEAHHYEAAAH!!!
Supongo que Barry, pero que me corrija alguien más sabio.
Quién podía imaginar que depender de las dotes dramáticas de Paco León iba a ser un movimiento cuestionable.