Las 250 de Quixote, Parte XVIII
Dieciocho entregas llevamos, y ninguna más descaradamente pop. Ni más desacomplejadamente gótica. Una persona de contrastes, soy.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
80. Don Henley, The Boys of Summer
A Don Henley se le había escapado la juventud, girando y girando con una de las bandas más exitosas de los setenta, sometida a lo que él llamaba su “dictadura benevolente” —habría que preguntarle al resto de los Eagles su opinión al respecto. Ahora, al cantante y batería se le presentaban dos opciones: esperar a que el infierno se congelara y las águilas californianas surcaran los cielos de nuevo, o exorcizar sus demonios nostálgicos, y de paso los de toda su generación. “The Boys of Summer” es su decisión, un agitado trayecto por la autopista de los recuerdos que se las arregla para ser pasto de MTV a la vez que alcanza aspiraciones más nobles. Un raro hit que sofoca en lugar de refrescarnos, “The Boys of Summer” es todo un espejismo en el asfalto de la memoria. ¡Con efectos de sonido de gaviotas incluidos!
El momento: Aparta madalena de Proust: la crisis existencial que a Henley le genera ver una pegatina de los Grateful Dead en un Cadillac viene a hacerte seria competencia.
79. Kacey Musgraves, High Horse
Cowboys desalmados, rancheros sin escrúpulos, y demás personas de baja catadura moral: Kacey Musgraves tiene un mensaje para vosotros. A saber: bajaros de vuestro caballo y dejad de dar la lata. Kacey Musgraves tomó el camino que no tomó Taylor Swift, abriendo el country a la modernidad en lugar de abandonarlo completamente por ella. Aunque hay que decir que “High Horse” es country de un modo bastante tangencial: las menciones a John Wayne y la temática vagamente hípica no disimulan la réplica fotorrealista del pop discotequero TikToker de hoy. Es una joya que a mi juicio mereció un éxito interplanetario, y tal vez si hubiera salido un par de años lo hubiera obtenido; por desgracia, sigue habiendo demasiada gentuza ocupando sus pedestales para permitir que “High Horse” los asalte.
El momento: el estribillo es glucosa de lo más adictiva. Vas a estar repitiendo ese “seen enough, seen eno-ough” durante las próximas tres semanas.
78. Bruce Springsteen, Born to Run
El puente de Washington separa la luminosa vorágine neoyorquina de New Jersey, el feudo italoamericano. Para entrar a la Gran Manzana cruzándolo, es necesario pagar un peaje de hasta 18 dólares; en cambio, la dirección opuesta, la que termina contigo en el terruño de nuestro amado Boss, es completamente gratuita. No sorprende que no tenga coste amanecer en esa ciudad “que arrancará los huesos de tu espalda”, y es esa urgencia, ese deseo irrefrenable, el que hace que “Born to Run” sea un apasionado grito intergeneracional. Con el inmortal saxofón de su fiel escudero Clarence Clemons aullándole a la luna, Springsteen ascendía a la posición de “futuro del rock”: pocos podían presagiar que hasta ese título, algún día, se le quedaría pequeño.
El momento: El salto del puente a la última estrofa es muy probablemente el punto más hype de la historia de la música pop. Ningún clímax pega con la fuerza de ese “the highway is jammed with broken heroes”.
77. The Cure, Disintegration
Entramos en el pozo: en el suelo, cristales rotos, desespero, sollozos, eyeliner. Robert Smith con la camisa de fuerza, estirando hasta el límite y más allá lo poco que le queda de su cordura, deshilachada por el beso de la traición. Disintegration, el álbum, es la declaración definitiva de The Cure como artistas: entre el pop lúgubre de “Lullaby” y la fanfarronería de “Fascination Street”, más inmediatas, puede ser que la magnitud de este “Disintegration”, un Everest gótico, nos resulte algo más impracticable. Como toda cumbre que se precie, sin embargo, nos devolverá nuestro esfuerzo por triplicado: el ya de por sí brutalmente honesto Smith se arranca aquí el corazón, aún latiendo, y nos lo pone en bandeja junto con todos y cada uno de sus pensamientos intrusivos. El ejercicio de cardio emocional más agotador que os encontraréis jamás.
El momento: No sabría decir exactamente por qué, pero pocas líneas me dan tantos escalofríos como su “I knew I would leave you with babies and everything”. Puede masticarse la autoflagelación.
76. The Chameleons, Second Skin
Con los Chameleons no nos desviamos demasiado del rock catedralicio, aunque estos británicos siempre han sido más agorafóbicos que claustrofóbicos. La suya es una música imponente, de ecos gargantuescos y que parecen retroalimentarse hasta ocupar cada átomo de espacio. “Second Skin” no es la mejor canción de Script of the Bridge1, esa obra maestra, pero obedece a una fórmula similar: su primera mitad es angustiosa, un relato casi kafkiano de terrores ocultos y transformaciones reptilianas. En el ecuador, sin embargo, The Chameleons subliman la belleza de esos monstruos, convirtiendo sus telarañas de guitarras en una canción de cuna que espanta a cualquier espectro con intenciones aviesas. ¿El material del que están hechos los sueños? Dalo por hecho.
El momento: Precisamente cuando cruzamos el umbral: la banda consigue que la transición sea sutil y muy poco sutil al mismo tiempo. “No wonder I feel like I’m floating…”
75. Carly Rae Jepsen, E·MO·TION
Es “E·MO·TION”, y no “Run Away With Me” o “I Really Like You”, o cualquiera de las otras diez canciones perfectas de la genialidad que CRJ se sacó de ninguna parte en 2015, la que tiene el honor de liderar su casillero particular. Dio el título al álbum por algo, y es que sirve como perfecto abstract de esa tesis doctoral: Jepsen, sumida en sus ensoñaciones, montándose películas de una dulzura pasajera pero deliciosa. Es, valga la redundancia, emocionante ilusionarse junto a Carly, compartir su monotemático anhelo por un señor que no le da bola ninguna: todo regusto amargo queda opacado no, lo siguiente, por lo glorioso de cada melodía, lo certero de cada arreglo. ¿Y qué si es una fantasía? Para los golpetazos contra la realidad siempre hay tiempo; entre tanto, disfrutemos del azúcar imaginario.
El momento: Como casi siempre con Jepsen, el estribillo, que comprime tres décadas de ansia viva romanticona en un estallido de fuegos artificiales con colorines.
74. Depeche Mode, Here Is the House
Esta es la casa donde pasan las cosas que pasan en la casa donde pasan las cosas: cuatro paredes que ocultan secretos, roces, miradas, y otras de esas cosas que encandilan a la mente retorcida de Martin Gore. Puede que no haya demasiadas personas que ubiquen “Here Is the House” cerca de la cúspide de la carrera de DM, pero contiene los mejores ingredientes de los que disponía el grupo. A saber: el contrapunto Gore-Gahan en su máxima expresión; ese romanticismo siniestro y enfermizo; y la constante yuxtaposición de sintetizadores carnavalescos con otros más de misa negra. Son totalmente incapaces de decantarse por ser sanos muchachotes family friendly, como otros de sus contemporáneos de la second british invasion, pero tampoco es en absoluto oscuridad lo que venden. Aquí, y siempre, esa contradicción intrínseca es la cruz que llevan a cuestas con enorme placer.
El momento: las armonías de Gore en la larguísima coda. Todas ellas, pero sobre todo el “as we come closer to-ge-theeer”, que flirtea con la disonancia sin llegar nunca a comprometerse.
73. Hoodoo Gurus, I Want You Back
Si el mundo de la música fuera un RPG2, sólo tengo una cosa bien clara: ser australiano da un buff de +2 a todas las tiradas de pop guitarrero retrofuturista. Hunters & Collectors, Paul Kelly, The Triffids, The Reels, The Swingers y, por encima de todos, Hoodoo Gurus, viajaron a los sonidos del pasado —el surf, la psicodelia, el garage— para contemporizarlos a su modernísimo presente. “I Want You Back” apenas se aguanta la mala leche, siendo una mordaz difamación sobre una mujer traicionera y peligrosa, pero incluso la interpelada habrá sentido el impulso de desmelenarse y bailar ante lo inapelable de su ritmo. Es la clase de temazo atemporal que bien podría haber nacido en 1964, 1984 o 2004, que no caduca sin importar el tiempo que lleve fuera de la nevera.
El momento: Lo mal disimulado de la burla que encierra cada vocal de ese “ah ah ah, ah ah ah”.
72. Radiohead, Let Down
Nos despedimos aquí, con lágrimas en los ojos, de los grandes colosos del alternativo brit; qué canción más apropiada para un momento tan devastador que “Let Down”. El quinteto se lame las múltiples heridas que les ha infligido la vida moderna, cimentando esta balada en guitarras plañideras y la voz somnolienta de Yorke. El reflejo de la alienación que dan toca todas las teclas del tópico: atascos de tráfico, refugios etílicos, comparaciones con insectos espachurrados… pero de forma parecida a “Second Skin” justo hace un rato, Radiohead sabe cómo escapar del ciclo del progreso tardocapitalista, de nuevo recurriendo a una metamorfosis: aquí, sin embargo, nos han dejado lo que les tiende a pasar a los bichos voladores. No hay salida, nada más que llorar bajo la almohada: por suerte, “Let Down” nos hará compañía en el trance.
El momento: La lenta ganancia de intensidad, que estalla por los aires justo después del bridge: el suelo bajo nuestros pies cede y entramos en el limbo con Yorke.
71. Caroline Polachek, So Hot You’re Hurting My Feelings
Caroline Polachek, la musa del pop underground definitiva ahora que Charli XCX ha optado por una vuelta triunfal a los ruedos del candelero, llevaba unos pocos lustros a la vanguardia del indiesynth con sus Chairlift3 antes de disparar una trayectoria en solitario que hasta el momento solo ha dejado bocas abiertas. “So Hot You’re Hurting My Feelings” demuestra su pericia sin parangón en eso de hacer temas engañosamente simples, y peligrosamente estimulantes. Con Dan Nigro4 como copiloto, el resultado es un burbujeante cóctel cítrico, muy de veranito, que equilibra perfectamente el gloss de los golpes sintetizados con toques de distorsión y bitcrushing. Tal es el calibre de su habilidad compositiva que Polachek puede marcarse un puente en el que repite, sin motivo aparente, “show me the banana", y de algún modo salir ilesa. Si eso no es un milagro…
El momento: Cada enfático “woo!” del estribillo es un bálsamo para esta maltrecha alma.
Como has podido deducir, la otra está en esta lista, claro.
Y debería serlo. ¿Por qué nadie ha hecho uno?
Y no sería buena persona si no os pidiera por favor que los escucharais. “Amanaemonisia” es una locura que debe ser experimentada al menos una vez en la vida.
Que si no sabes quién es, se está labrando un currículum casi Max Martin-iano, desde temazos de culto como “You’re Not the One” de Sky Ferreira, “Quicksand” de Hatchie o “When I Needed You” de nuestra Carly a… bueno, virtualmente todas las maravillas que han hecho Chappell Roan y Olivia Rodrigo en los últimos tres o cuatro años. Volverá en esta lista, sorprendentemente no con ninguna de esas.