Las 250 de Quixote, Parte VII
Los Killers no han matado a nadie, los Ben Folds Five eran tres, y a Los Secretos los conocen en todas partes. Muchas mentiras en la séptima parte de esta serie.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
190. Ben Folds Five, Philosophy
Aquello de esquivar activamente las guitarras1 puede sonar como una triquiñuela publicitaria, pero Ben Folds y sus Five se labraron una sólida, aunque breve, carrera a base de aporrear las teclas con un virtuosismo de concertista y seducir a toda una generación de nerds con letras mordaces y un atractivo outsider. Esa es la “filosofía” de este trío, que cuentan con unas cuantas decenas de temas que me enamoran: un piano desbocado se agita a través de “Philosophy”, tan espontánea que suena como si estuviéramos en el mismo estudio, contemplando un ensayo más, presenciando toma tras toma perfecta, sin fisuras. Es esa frescura la que convierte una fórmula que podría parecer restrictiva y hasta deliberadamente opresora en un estallido de color. Y es que llevaban razón: tres instrumentos son más que suficientes para hacernos felices.
El momento: El clímax: “SO YOU CAN LAUGH ALL YOU WAAAANT TO!”. Miles de frikis lanzan sus libros al aire, sabiendo que reirán los últimos.
189. Cyndi Lauper, Time After Time
Y Cyndi miró por el cristal, salpicado de lluvia, y se hizo eterna. Si hasta April Ludgate, la persona más hostil del universo, ama “Time After Time”, es porque es imposible no hacerlo. Dan igual las veces que haya sonado esa caja de ritmos Linn, ese nostálgico sintetizador, o las dobles promesas de Cyndi y Rob Hyman del estribillo: tu cuore quedará siempre a su merced. Es curioso que, siendo Lauper alguien que cultivó esta imagen tan colorida y desenfadada2, y con la excepción de la reivindicativa “Girls Just Wanna Have Fun”, sus momentos más memorables la vean bajar al fango de la madurez. En “Time After Time”, la vemos aferrarse a las cenizas de una relación en ruinas, intentando convencerse de que al final el amor y la comprensión prevalecerán. Entre tanto, las dos manecillas del reloj siguen girando, desacompasadas, y la lluvia sigue cayendo. Al menos quedarán los recuerdos.
El momento: El final, por supuesto, con Lauper repitiendo el título de la canción, cada vez hincándose un poquito más adentro el puñal.
188. Billy Joel, Sleeping With the Television On
Nueva York, esa ciudad de ocho millones de almas errantes, cocodrilos en las alcantarillas y hedores de procedencia misteriosa, y que ha servido de base de operaciones y principal inspiración de las fantasías voyeuristas de nuestro tal Billy Joel, poeta emérito de la Gran Manzana. Sus ojos, saltones y clínicos, reflejan la parte humana de tanto rascacielos: aquí en “Sleeping With the Television On” tenemos la clásica fórmula de mujer desconfiada y hombre tímido3, tan de comedia romántica, aquí aderezada con los ingredientes retro de siempre: esa mezcla de doowop blanco a lo Four Seasons y teatralidad de Broadway que le funciona tan bien. Capa tras capa de voz de Joel, que es su propio coro griego, nos reconforta, igual que esa televisión encendida. En esta urbe monstruosa, hay que buscar nuestros propios remedios para la soledad.
El momento: Diría que el propio call and response del puente, con un Joel multiplicado dándose la réplica: “your eyes are saying talk to me (talk to me, talk talk talk to me…)”. Haz caso a tu voz interior, Billy, que el no ya lo tienes. O algo.
187. Paramore, Misery Business
Lo de ser emo es como lo de las muelas del juicio: puede que no te toque, pero nunca estás del todo a salvo. Yo ya tengo cierta edad, pero los ritmos atropellados, las guitarras mordientes y los flequillos en tecnicolor me apasionan más ahora que aun siendo un adolescente atormentado. Que Paramore es la mejor banda4 de este sub-subgénero tan injustamente denostado5 ni cotiza, amén de la única que ha sabido adaptarse a los tiempos, cada álbum mejor que el anterior. Pero la energía de los inicios, tan bien encapsulada en “Misery Business”, es irrepetible6: Hayley Williams está desatada, robando corazones y presumiendo de ello, aunque diga lo contrario, lanzando sus dagas sobre riffs igualmente afilados. Entre taquillas y carpetas, es matar o morir, y Paramore tenían bien clara su elección.
El momento: El martillo pilón de la segunda mitad del chorus, que es dinamita. “God, does it feel so good”, desde luego.
186. Los Secretos, Y no amanece
Los Secretos no andan cortos de canciones legendarias, como unas de las caras más visibles de la Movida Madrileña: esa ruptura pública en clave de power-pop que es “Déjame”, o su resurgimiento en los noventa con “Pero a tu lado”, que se ha ido volviendo más chiclosa con la edad como el pan de molde7. La virtud de “Y no amanece” es que se permite explorar vericuetos nuevos para los Urquijo, con ese percusivo gancho de synth y esa ambientación neblinosa, arropando el tema en una especie de vaho crepuscular. No abandonan su viejos hábitos, con un solo arrollador en la sección central, pero aquí se emplean con sabiduría, con un poso de experiencia que los hace más arrebatadores que nunca. Lo de hoy va de tormentas; a través de la ventana, y también dentro. Pasarán, pero quedará la música8.
El momento: Cualquiera en el que las voces de los hermanos se conjugan. Quizá no amanezca, pero lo parece.
185. Danny Wilson, Mary’s Prayer
Hay paralelismos entre “Mary’s Prayer”, de los por lo demás ignotos escoceses Danny Wilson, y el “Y no amanece” del que acabo de escribir; no por nada son sus posiciones casi intercambiables: los excesos y glorias de los late eighties abundan en ambas crónicas de oportunidades perdidas. Pero hay también una gran diferencia: mientras que Los Secretos no ven luz alguna en esa noche infinita, “Mary’s” encuentra la cara amable de perder al amor de tu vida, por increíble que parezca. Fuera el martirio y el come come; esta joya es todo rayos de sol, y metáforas religiosas un tanto obtusas9. Mary se te ha escapado, pero será feliz algún día, y eso es suficiente. ¿Apta para gente con diabetes? Quizá no, ¿pero qué mal puede hacer un terrón de vez en cuando?
El momento: “So if I say SAVE! ME!”. Chute inmediato de ensanchamiento espiritual por medio de backing vocals, el método más fiable para tales fines.
184. Naked Eyes, I Could Show You How
Puede sonar inverosímil, pero esta es nuestra última visita a la década de Reagan y Thatcher de este capítulo, y qué mejor manera de hacerlo con el pop sintético de Byrne y Fisher: Naked Eyes. “I Could Show You How” es de nuevo una súplica tiznada de arrepentimiento, pero con la elegancia británica que caracteriza al dúo, parece que la expectativa es más que el objeto de ese ruego vuelva arrastrándose. Porque, ¿quién podría dejar escapar a estos galanes? Naked Eyes capturan nuestra atención de inmediato, con hook tras hook, sin tregua, con el equilibrio junto entre la asepsia ochentera y el funk inglés más glorioso. Pero ese órgano sincopado que da la puntilla a cada “I could show you how” no engaña: si vuelves, te romperán el corazón. Pero quizá valga la pena.
El momento: Precisamente el salto del lirismo solemne (“If I only had you here noooow…”) al irónico estribillo. Qué diablillos.
183. Alvvays, Dreams Tonite
El mundo de los Alvvays tiene el nivel de saturación un poquito más alto que el del resto de los mortales: los azules, amarillos y rojos son más vívidos en sus pupilas, pero tienen la extraordinaria cualidad de permitirnos vislumbrar ese mundo de color cada vez que escuchamos una de sus canciones. “Dreams Tonite” suena como cuando te quedas mirando al sol unos segundos de más, y solo puedes ver una impresión magenta deslumbrante hasta con los ojos cerrados. Como sentarse al filo de un rascacielos una noche de primavera, señalando a los transeúntes bajo tus pies, y riéndote de sus imaginadas y banales preocupaciones. Como refugiar la cara bajo tu bufanda cuando arrecia el viento frío. Vamos, que está bastante bien.
El momento: “Dreams Tonite” retrasa la entrada del bajo hasta la segunda estrofa; cuando llega parece que aterrizara tu paracaídas sano y salvo.
182. Jeff Buckley, Last Goodbye
La fortuna negó un último adiós a Jeff Buckley, que falleció bajo las tranquilas aguas de Wolf River un día de primavera. Con él se iba una de las voces más privilegiadas del rock, un tenor angelical capaz de elevarse por encima de las más altas nubes, y también una de las más prometedoras. Un solo álbum a sus espaldas10, Grace, sobre las cuales pesaba también el legado de su ausente y genial padre Tim, fue suficiente para enseñarnos la magnitud de su portento, pero es inevitable que quede un regusto amargo al saber que su carrera se vería interrumpida tan pronto. El mismo que deja “Last Goodbye”, una despedida apasionada y embriagadora, exótica y cercana, de un gusto exquisito. Un romántico canto de cisne para la generación grunge, y para su propio creador, que “nos dio más por lo que vivir de lo que sabrá jamás”.
El momento: Cada perfecta nota de ese “Well, this is our last embrace / must I dream and always see your face?”.
181. The Killers, Mr. Brightside
And we’ve been doing just fine… pero el subconsciente es difícil de controlar. Al menos eso le pasa a Brandon Flowers, que con un puñado de imágenes inconexas a ritmo de ametralladora conjura una infidelidad: un taxi, un cigarro, un vestido en el suelo. Es “Mr. Brightside”, la canción que de la noche a la mañana convirtió a The Killers en la banda del momento, posición en la se que han sabido mantener, si bien con algún altibajo, hasta la fecha. Y si se quiere se puede hacer un análisis sociológico de su appeal transversal, de si su bajo perfil mediático ha funcionado a su favor o en su contra, de su capacidad de adaptación o del papel jugado por la iglesia mormona; pero el secreto es muy simple: hacen canciones perfectas para berrear a todo pulmón. Y ninguna mejor que “Mr. Brightside”.
El momento: “I NEEEEEEEEEEVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER!”
Una estrategia bastante tramposa, porque el bajo de Robert Sledge es de todo menos limpio y sutil.
El disco en el que figura “Time After Time” se llama She’s So Unusual, título que tiene toda la energía de este meme.
Una variación del “mujer rica, hombre humilde” de “Uptown Girl”: el caso es encontrar razones para el conflicto.
Con permiso de MCR.
Obligada puntualización siempre que se trata del emo: aquí me refiero al “emo pop”, no a Rites of Spring ni a American Football.
Y hacen bien en no tratar de repetirla: no hay nada más triste que gente de cuarenta palos cantando sobre los sinsabores de su instituto de secundaria.
No ayudan los intentos de convertirla en la cara B del vomitivo “Resistiré” durante la pandemia, o las covers con coros de niños repeinados que... no me tiréis de la lengua.
A veces me doy asco real.
Y luego el puente de la canción es una extensa ensoñación sobre árboles que se rompen y vientos milagrosos que no sé qué función narrativa cumple, pero es muy bonita.
Directos y recopilaciones póstumas como el parcheado Sketches for My Sweetheart the Drunk aparte.