Las 250 de Quixote, Parte XIII
Vuelta a la rutina, qué remedio, aunque la cuesta de enero es más asequible con las canciones de Quixote. Gentes como Fiona Apple, Aerosmith o Tom Petty se unen a su panteón.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
130. Prefab Sprout, If You Don’t Love Me
Paddy MacAloon y los Prefab Sprout tienen, como ya han demostrado sobradamente aquí, un abono vitalicio al palco VIP de mi corazón gracias a sus baladas de ensueño melancólico, pero lo que no estaba en ninguno de los pronósticos es que uno de sus temas más entrañables se acogiera a los estándares synthpoperos de los Pet Shop Boys más que al agridulce sabor de su jangle habitual. Mira tú por dónde, “If You Don’t Love Me” se aleja de los malabarismos lingüísticos para presentarnos un sarcasmo casi invisible bajo densas capas de adictiva sacarina. La banda de Durham se recrea en su mundo de piruleta, brincando por las colinas enchochadísimos, tanto que apenan desgarran el panorama con su retranca de siempre, esta vez en forma de amenaza: si no los amas, lo sabrán. Vaya por descontado que no corro riesgo de someterme a su cuchillo: mi pasión por ellos es verdadera.
El momento: Cuando la pintoresca y angelical introducción es golpeada por un torrente desbocado de sintetizadores: estos no son los Prefab de siempre. A los yanquis les gustó la deriva: fue top 10 durante semanas en la lista de éxitos Dance.
129. Fiona Apple, The First Taste
Con diecinueve primaveras, Fiona Apple irrumpió como un tornado incontenible en una industria voraz de talento que triturar. Con Apple, sin embargo, siempre iban a pinchar en hueso: desde los primeros compases de su Tidal se hace patente que la cantautora no era de las que se amedrentaba fácilmente. “The First Taste” es muy distinta de los éxitos de aquel debut, sombrías pero magnéticas puñaladas de piano, pero con el andamiaje de un seductor ritmo de bossa jazz la neoyorquina teje una red a tu alrededor de la que es inútil escapar, ni dan ganas de intentarlo. La paleta sónica está llena de sorpresas, con guitarreos atonales, marimbas1, y tabla india turnándose para convencer a la presa de Apple de dar ese primer bocado. Aunque siendo sinceros, con “The First Taste” es ésta la que asesta una dentellada letal: si con esto no lo tiene en sus brazos, es un caso perdido.
El momento: La palabra “sexy” me da escalofríos de repulsa, pero no sé de qué otra manera podría describir ese “darling, just start the chase / I’ll let you win / but you must make the endeavor”.
128. Florence + The Machine, What the Water Gave Me
Que el referente de Florence Welch es la mística figura de Stevie Nicks es algo que la británica no ha tratado de pasar desapercibido, pero donde las pociones de la ex2-Fleetwood Mac pueden haberse elaborado con dudosas intenciones, la perfectamente engrasada máquina de Welch sólo fabrica brebajes con el objeto de llevar a su consumidor a una tempestuosa catarsis. El efecto no es inmediato: en “What the Water Gave Me”, se nos acompaña primero a un ritual bañado en luz de luna para demostrar que somos dignos, un recordatorio de que tratar de domar las fuerzas de la naturaleza, esa amante cruel, tiene un precio. Cuando llega el diluvio, que llega, brota alrededor de una Welch colosal, como una Khaleesi faérica, dejando a su paso sólo destrucción, y la promesa de un renacer. Eso es lo que da el agua.
El momento: El clímax en general, y el “IIEH-EH-EH EH-EH-EH EH-EH-EH EH-EH-EH EH-EEEIH” en particular.
127. The Replacements, Can’t Hardly Wait
Minneapolis no suele estar en el itinerario de nadie que vaya a visitar los Estados Unidos de América; más allá de un puñado de lagos y un centro comercial del tamaño de cincuenta estadios de fútbol, no parece que estimule demasiado la imaginación. Pero cuando el ennui entra por la puerta, el punk hardcore lanza un televisor por la ventana y se desboca hasta invadir cada esquina: los Replacements nacieron de esa fértil escena y fueron limando sus asperezas hasta acabar con un rock aguerrido, de una sinceridad post-etílica nunca mejor representada que en “Can’t Hardly Wait”. Aquí, un Westerberg particularmente espléndido tras una de tantas noches de cogorza, se compromete a cosas con las que tendrá que lidiar su cerebro sobrio. Pero eso será mañana; hasta entonces, solo una ardua espera, amarga como el whisky.
El momento: El mejor falso final de la historia del pop. ¿Te parece poco? ¿Qué tal dos?
126. Slowdive, Alison
¿Quién es Alison? Nadie da muchas señas de aquella muchacha que inspiró la que es una de los himnos shoegaze por antonomasia, más allá de que era una amiga de Neil Halstead, y que está, como dice la letra, “allí afuera, en alguna parte”. “Alison” es apenas una imagen difusa, emborronada por las densas guitarras de rigor; la de una chica cuyo eco resuena a través de las paredes de esa oscura habitación donde Halstead y cía han considerado oportuno echar un rato consumiendo sustancias diversas. El efecto alucinógeno del tema es incomparable, pero este no es ningún mal tripi. El universo te dará vueltas y vueltas. Parecerá que te hundes en un letargo infinito, parecerá que levitas dos palmos por encima del suelo. Pero en lo más hondo, detrás de todo el ruido, esa risa. Todo irá bien.
El momento: Precisamente lo reconforte y narcótico de ese “I guess she’s out there somewhere”, que eleva a la tal Alison al ámbito de lo sobrenatural, como un ángel de la guardia para los viajes psicodélicos.
125. Blanket of Secrecy, Say You Will
Y hablando de identidades bien ocultas, lo de Blanket of Secrecy no era sólo postureo: sólo años de investigaciones y conjeturas consiguieron revelar qué mercenarios de la producción musical se ocultaban detrás de ese nombre3. Yo, personalmente, me quedo un poco igual sabiéndolo4, aunque entiendo la obsesión por descubrir el pastel: su Ears Have Walls —o Walls Have Ears en Reino Unido— tiene un par de temas esenciales, el primero de ellos este claustrofóbico “Say You Will”. Una súplica de lo más desesperada por parte de un amante perdido en las salvajes tierras del amor, de un “que sí que no” que lo trae loquito, retorciéndose de dolor y chillando como poseído para el final de sus cuatro minutos. Considerad destapado el secreto de esta banda, y contadlo a quienes creáis merecedores de conocerlo.
El momento: Cualquiera de los estribillos, cada uno más enloquecido que el anterior, en los que un coro griego trata de apoyar a nuestro héroe trágico en su fatídica empresa romántica.
124. Kelly Clarkson, Since U Been Gone
Here’s the thing: hay música para todos los picores. Música para dormir, música para estudiar, música para bailar lento o perreando hasta el suelo. Pero hay un gran ecualizador para el común de los mortales, algo capaz de levantar tanto al paladar más refinado como al consumidor utilitario: un buen estribillo. Max Martin lleva como veinticinco años vaciando nuestros pulmones a golpe de clímax, pero ninguno de sus puñetazos golpea tan duro como el de “Since U Been Gone”5. Y en eso, siendo juntos, Kelly Clarkson tiene toda la culpa: cuando el rey Midas encuentra una voz tan privilegiada como la ganadora de American Idol, saltan chispas: ¿por qué arriesgarse a una diabetes comiéndote un cubo de helado enterito cuando Kelly te hace salir del pozo de una ruptura de forma más saludable?
El momento: “You had your chance, you bleeew iit”. Piensas que nada puede ser más poderoso que ese chorus y entonces llega el puente y revienta todos los molonómetros.
123. Aerosmith, I Don’t Want to Miss a Thing
Hubo un tiempo en el que podías decir que algo te gustaba sin tener que matizar si era de forma irónica, si era un guilty pleasure, o si ibas a tener que matar a quien lo supiera. Pero por si quedan dudas: mi amor hacia “I Don’t Want to Miss a Thing” es honesto y puro y grande como un asteroide en dirección irrevocable hacia la tierra. Sí, puede que nuestro idilio comenzara, años después de conocernos, con un uso bastante guasón del tema en la secuencia inicial del Saints Row IV6, pero llegados a este punto sería hipócrita negar que da igual dónde esté: si empiezan a sonar los acordes que Doña Diane Warren escribió un buen día para que Steven Tyler —a su exagerada manera— relinchara por encima de ellos, lo paro todo. Porque no quiero perderme ni lo más mínimo.
El momento: Podría elegir alguno de los berridos del viejo Steven, pero en realidad es la ostentosamente manipuladora orquestación que lo acompaña en la coda la que toca las cuerdas de mi corazón.
122. Big Country, In a Big Country
En un planeta no tan distinto al nuestro, Big Country podían haber sido los nuevos U2, un calificativo que aspiraron a obtener bandas dispares como Echo & the Bunnymen o los Waterboys. Pero mientras éstas, siendo francos, tenían bastante crudo lo de seducir a las masas, el sonido celta de los de Stuart Adamson era lo suficientemente grandilocuente para llenar estadios. Tengo una cosa clara: si William Wallace hubiera podido saltarse su discursito y poner “In a Big Country” a su ejército previo a la batalla, ahora toda Gran Bretaña llevaría kilts. Con Steve Lillywhite a los mandos, estos cuatro muchachos suenan como una tropa de ochocientos, ¿y quién no se iba a querer unir a ella? Puede que mi país, la República Dependiente7 de Mi Casa, no sea muy grande, pero éste es su himno.
El momento: Cada vez que Adamson nos moviliza a golpe de eslogan. La mitad de las veces ni se le entiende, pero sabemos que quiere decir “¡al ataqueee!”.
121. Tom Petty & the Heartbreakers, Breakdown
Viendo a Tom Petty en su génesis con los “rompecorazones”, con su mirada desafiante, su chupa de cuero, y un cargador de balas en ristre, lo lógico era interpretar que su rock iba a ser del que espanta a las abuelitas. Nada más lejos: si Petty se convirtió en un icono fue gracias a una delicadeza compositiva que, unida a su férrea integridad, hizo de él un baluarte del género. Eso sí, tuvo momentos más o menos gamberros, y desde luego en este “Breakdown” el romanticismo brilla por su ausencia desde la primera frase: “It’s alright if you love me / it’s alright if you don’t”. ¿El preludio a una sesión de edredoning, o un episodio de un conflicto interpersonal? La letra, deliberadamente obtusa, sustenta ambas versiones, y el carisma de Petty se encarga de que cualquiera de las dos suene verídica. Había nacido un nuevo héroe del rock.
El momento: “Baby, baby, breakdooooown”: las armonías del estribillo apelando al lloriqueo infantil para conseguir su propósito, y vaya si lo hacen.
O glockenspiels, vaya usted a saber.
A estas alturas no os culparía de haber perdido el rastro de quién está y no en Fleetwood Mac; para simplificar las cosas, la banda está en un barbecho indefinido, seguramente para siempre, posterior a la muerte de Christine McVie.
Una especulación llegaba a afirmar que eran los Attractions sin Elvis Costello, seguramente propuesta por gente que jamás había escuchado a los Attractions. Al menos Pete Thomas sí que tocó la batería en un par de temas de un segundo disco que no se lanzaría hasta 2017.
Roger Bechirian, Peter Marsh, y Andy Howell, por si te interesa. Igual alguno es primo tuyo.
Lo que no significa que esta vaya a ser la última canción con el toque Martin en la lista, pero esa tiene una estrategia de ataque diferente.
En lo que es, dicho sea de paso, mi momento favorito de cualquier videojuego.
Porque vivo de alquiler. Lo que hace que lo de mi casa tampoco sea muy acertado, pero quiero decir, ahí está la República Democrática de Corea del Norte.