Las 250 de Quixote, Parte XV
Nuestro artículo número 100, y 100 son las canciones que faltan para concluir este interminable top. ¿Casualidad? Pues la verdad es que sí.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
110. Daryl Hall & John Oates, Sara Smile
Como los mayoristas del soul blanco que fueron, Daryl Hall y John Oates tenían un talento especial para ser muy zalameros, sin caer en la babosería absoluta. Y mira en que “Sara Smile” tienen todas las papeletas, con el papel de señoros de turno pavoneándose alrededor de la incauta Sara1, haciéndole morritos y soltándole frases del palo de “mejor una sonrisa sincera que cualquier maquillaje”. Pero ni Sara, ni ninguna persona con sangre en las venas puede resistirse a la voz de seda de Hall ni a los satinados arreglos, algo más contenidos que la media del Philly Sound, pero no por ello menos grandilocuentes. Pronto Hall & Oates se irían por unos derroteros más poppy, pero basta una escucha de este clásico de luces apagadas y piel de gallina para reconocerlos como unos maestros de su gremio.
El momento: El groove es pura mantequilla derretida. Chasquea los dedos al compás, sabes que quieres.
109. Lindsey Buckingham, Doing What I Can
El fin de Fleetwood Mac pilló a cada uno de sus integrantes en una fase distinta de su carrera en solitario, y mientras que su ex Stevie Nicks no necesitaba en absoluto aquella banda para triunfar por donde fuera, Lindsey Buckingham se había erigido en el arquitecto de su sonido a la salida de Tango in the Night. Así que cuando, en 1992, el guitarrista dio a luz el sensacional Out of the Cradle, no debió sorprender que se tratara de una reformulación algo anfetamínica del Tango; “Doing What I Can” es sospechosamente similar a un “Big Love” con el tempo acelerado —incluido el enrevesado fingerpicking, las armonías sobrenaturales, y la progresión machacona de tres acordes—, y por ende, es una auténtica pasada. Autoplagiarse puede ser anatema para la gente tiquismiquis, pero puestos a hacerlo, es difícil hacerlo mejor que Buckingham.
El momento: La canción se balancea en las arenas movedizas del uncanny valley todo el rato, hasta que Lindsey decide exterminarnos con uno de sus solos más impresionantes, y eso que hay competencia.
108. Daryl Hall & John Oates, Adult Education
No hemos tardado en visitar esos “derroteros más poppy” de los que hablaba anteriormente con la dupla de Philadelphia más icónica2. Difícil de creer que se trata de los mismos artistas, con sólo la garganta divina de Hall3 vertebrando su trayectoria. “Adult Education” vuelve a navegar ligeramente por aguas truculentas, encarnando esta vez no a un TikToker sin camiseta como antes si no a un Intelectual de Pseudo-izquierdas™4 de esos que mandan mensajes diciendo “eres muy madura para tu edad”. H&O juegan a la negación plausible manteniendo la distancia del narrador, y tienen la suerte de que, debajo de todas esas hormonas mal orientadas, hay un temazo nuevaolero que distrae de cualquier tufillo turbio. Otro ritmo que engancha, otro estribillo inolvidable, y unas coristas cheerleader para darle verosimilitud a la película. Oh yeah, oh yeah.
El momento: En el contexto de lo anterior, ese “I wonder what the junior wishes / that she could graduate to adult… kisses” es especialmente hiriente, pero no tanto cuando viene seguido de un break instrumental super funky.
107. Chris Rea, Candles
Chris Rea parece un tipo bastante contradictorio: emana vibraciones de tipo hosco, un John Wayne guitarra en ristre, pero sus canciones tienden a ser música de crucero de divorciados y pensionistas, con un levísimo aroma a blues para combatir posibles acusaciones de poca integridad artística. Pero temas como “Candles” brillan incluso ante un análisis meramente superficial: una letra tan críptica, con referencias a Dickens e imaginería gótica de niebla y oscuridad, no puede animar ningún guateque piscinero, ni siquiera la cena de gala del capitán. Es una obra misteriosa, de un poder íntimo, que trasciende la artificiosidad de sus ochenta incluso cayendo en los tópicos de producción habituales, juiciosamente disipados con un par de licks a lo Mississippi. Una vela que sigue ardiendo con fuerza hasta hoy.
El momento: El estribillo es más simple que el mecanismo de un chupete, pero encierra una belleza increíble.
106. Queensrÿche, Eyes of a Stranger
Chorrocientas canciones después, ya era hora de introducir algo de METAL, y los Queensrÿche son tan METAL que le ponen el umlaut —la diéresis de toda la vida— a la “Y” y se quedan tan anchos. Operation: Mindcrime es una ópera rock con todas las de la ley: distopías político-religiosas, terroristas revolucionarios, y arrestos psiquiátricos. “Eyes of a Stranger” es su grand finale, una breve ráfaga de lucidez de un hombre corrompido por la superestructura que lo ha transformado en monstruo, ese que le devuelve la mirada en el espejo. A caballo entre una power ballad clásica y un proto-prog-heavy, son los gritos angustiados de Geoff Tate los que la propulsan más allá de un mero refrito de 1984 hacia el terreno de lo inmortal. La magnum opus de una banda que sabía que iba a tener muy difícil mantener ese listón. A no ser…
El momento: El vibrato sobrehumano de Tate en cada “I’ve always known that the miiirror never lieEeEeEeEeEeEeEs”. Nunca llegaré a esa nota, pero nada me va a quitar la ilusión de seguir intentándolo.
105. Muse, Showbiz
Quién me iba a decir que Muse, mis Muse, iban a haber alcanzado su cénit prácticamente en su infancia. Pasan los años y, aunque su evolución de profetas alt-prog a boyband rock para la generación Crepúsculo, y luego a ridícula autoparodia anarco-conspiranoica ha sido una auténtica montaña rusa5, las delicias de Showbiz, su primer disco, siguen estando vigentes. La canción del título es un golpe de paranoia post-britpop que está cerca de justificar las comparaciones con Radiohead. Sustentada en un crescendo apoteósico, “Showbiz” goza de la que quizá sea la mejor interpretación del tirillas de Matt Bellamy en toda su pomposísima trayectoria: aquí, tiene la oportunidad de hacernos una visita guiada por su rango, controlando tensamente sus sentimientos para terminar, como bien dice una de las letras menos vergonzantes del trío, revelando su alma oscura. Muse había llegado.
El momento: La orgásmica nota final de Bellamy, tras la cual la única reacción posible es fumarse un pitillo.
104. Kate Bush, Hounds of Love
“It’s in the trees! It’s coming!” ¿Qué se puede decir de Hounds of Love, el álbum que consagró a Kate Bush como algo más que la muchacha pelín excéntrica de “Wuthering Heights”? Su cara A es todo un monumento al pop vanguardista, y aunque buena parte del peso recae sobre el tema inicial6, el homónimo no le anda tan a la zaga: Bush suelta a los perros y entreteje una apasionada telaraña que late al compás de una percusión bombeante. Nuestra adrenalina se acumula, pero la cantautora sabe anclarnos con su presencia: poderosa, casi enajenada —“take my shoes off / and throooow them at the lake”— pero también misteriosamente calmante. Nadie como ella para mostrarnos su fragilidad al ponerse a merced de esos sabuesos del amor, a la vez que dejarnos bien claro que va ser capaz de salir ilesa de cualquiera de sus dentelladas.
El momento: El conflicto interno de Bush, y de todo el mundo: “I don’t know what’s good for me… I need LOVE-LOVE-LOVE-LOVE-LOVE-LOVE-LOVE”.
103. XTC, Easter Theatre
Tenemos a los XTC frescos en la memoria después de ese intenso repaso al tour de force que fue su Skylarking, así que, ¿por qué no pasar la cinta hacia delante, justo hasta el final de su recorrido? Apple Venus condensa toda una vida dedicada a la orfebrería pop a su expresión más barroca, y de entre todas sus sinfonías es “Easter Theatre” la que conjura mejor su esplendor. Todo aquí es Partridge a la máxima potencia: palabras que se pueden masticar, armonías de arcoíris, vueltas y vueltas a la rueda universal… Todo atrezzo es poco para este retablo florido y bellísimo donde una orquesta en miniaturas ameniza el eterno baile de los astros. Es impresionante, pero quizá el piropo definitivo se lo profirió el propio Partridge, siempre exigente, al considerarla la mejor canción que ha compuesto jamás. Difícil rebatírselo.
El momento: “Now the Son has died / the Father can be born!”. Déjale a los XTC lo de hacer de la muerte, metafórica o no, algo transcendentalmente positivo.
102. The Waterboys, Rags
Gente sencilla con sueños extraordinarios: así son y serán los Waterboys, que ni un durante un segundo de sus cuarenta años de camino han pensado en darnos tregua. “Rags”, de A Pagan Place, es la puesta de largo de un prototipo que les ha servido bien, el de la épica descomunal al servicio de historias corrientes de perdedores y maleantes; aquí, la maldición que persigue a nuestro protagonista, que destruye todo a su alrededor, va engordando su tamaño al caer por la ladera hasta alcanzar proporciones bíblicas, incumbiendo a ángeles y demonios, al Edén y al Tártaro. Comprensible perderse esta batalla entre el bien y el mal librada en el corazón de un hombre entre tanta solemnidad musical, ¿pero qué sería del juicio final sin trompetas y redobles y acordes que retumban como truenos?
El momento: Mike Scott y compañía hacen muchas cosas bien, pero especialmente empezar una canción: ese riff de guitarra descendente, y la respuesta de la sección de vientos7, van a fuego.
101. Queensrÿche, Jet City Woman
…A no ser que fuera y lo hiciera, tan solo un par de años más tarde. Quitado ya el gusanillo del manifiesto conceptual, los Queensrÿche pudieron una vez más dedicarse a lo que mejor se les da, que es meter caña. Empire llevó a los de Washington a una cima comercial inesperada, mayormente sobre los hombros del single “Silent Lucidity”, pero aquel LP tenía un tesoro mejor guardado. Sí, “Jet City Woman” es más pulida, más convencional que sus alegatos anteriores, pero los golpes del rock tienen mayor efecto cuando van directos al estómago, y aquí Chris DeGarmo no se lo piensa dos veces antes de abalanzarse sobre su guitarra con un solo desgarrador: le bastan veinte segundos para deleitarnos. El imperio de Queensrÿche se derrumbaría pronto, entre giras agotadoras y abandonos, pero relució como pocos.
El momento: Si el primero es bueno, el segundo solo de DeGarmo es olímpico. Es como si supiera que en un año el grunge los iba a dejar obsoletos y esta era su última oportunidad para la gloria; desde luego, aprovechada.
Que se convirtió en la pareja de treinta años de Hall, y contribuidora a algunos de los mayores éxitos del dúo, como “Maneater” o “You Make My Dreams”.
Después de los 76ers y los abucheos, los Eagles y los abucheos, los Phillies y los abucheos… En general a los hooligans de Philadelphia les gusta abuchear, sobre todo a su propio equipo.
Veréis que hablo mucho de Hall y nada de Oates, y os diréis “¿y Oates qué hace?”. Estoy seguro de que Daryl Hall se ha hecho esa misma pregunta muchas veces, pero la respuesta es sencilla: poner cara de psicópata pervertido en las fotos.
También hubiera aceptado “cantante de un grupo indie”.
De la que yo me bajé hace tres discos.
Que está mucho más arriba en esta misma lista, no os preocupéis.
Imagino herencia de la fiebre northern soul que asoló Gran Bretaña durante lustros