Las 250 de Quixote, Parte VIII
Hoy: el ataque de los saxofones, las chicas country y Ambrosia. A ver quién se resiste.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
180. Patsy Cline, Crazy
“Crazy” ocupa un lugar de honor en el panteón de la historia del pop, como una de las primeras canciones capaces de demostrar que el country no eran todo asaltos a trenes y penas ahogadas en el fondo de un vaso de cerveza. Esta historia sobre la anunciada muerte de un amor, obra del último gran forajido en pie Willie Nelson, encuentra en Patsy Cline su voz, una voz sedosa y controlada capaz de emocionar hasta a un megalito. Hubiera sido tentador hacerla una balada quejicosa, pero Cline lo lleva hacia una empoderante resignación, con un tono más bien de gran dama del jazz que sin embargo sentaría las bases de toda una industria. Nashville no es Nashville sin Patsy y su amarga locura, no me cabe ninguna duda.
El momento: La totalidad de la experiencia humana está condensada en ese “and I’m crazy / for lo-ov-innng… / youuu”. Si nos extinguimos, nos pueden clonar desde ahí.
179. Taylor Swift, Enchanted
Poético pero arbitrario que Taylor Swift aparezca justo después que su bisabuela espiritual, esta lista tiene esas cosas. La artista más importante de lo que llevamos de siglo ha pasado1, bien lo sabemos, por muchas etapas; pero en cierto modo, se podría argumentar, Speak Now es la más crucial de todas ellas, la piedra angular sobre la que se apoya su mito. Y de entre las cosas que demostró en ese lejano 20102 es que no le iba a hacer ascos a una balada épica: “Enchanted” tiene de mágica todo lo que “All Too Well” de corrosiva, es puro polvo de hada. Tay Tay tiene la reputación, merecida3, de descuartizar exes, pero cuando está in love son fuegos artificiales en tu cara. Aun con los pensamientos intrusivos arrastrándola hacia el suelo, Swift vuela alto, y nosotros compartimos sus anhelos: “please, don’t be in love with someone else!”. No hay nada como la adolescencia4.
El momento: Ese estribillo, cocinado a fuego lento hasta la catarsis, da superpoderes: “THIS! NIGHT! IS! SPARKLING!”.
178. Ambrosia, Biggest Part of Me
Nos volvemos a poner elegantes para recibir al mejor grupo con nombre de octogenaria de pueblo: Ambrosia. Una banda que hizo de la sofisticación su estandarte, abandonando sus inicios progresivos para anclar su velero en las soleadas costas del rock ligero. “Biggest Part of Me” es su buque insignia, el delicioso cóctel de soul blanco y pop californiano post-Laurel Canyon que les llevó a un inaudito número 3 en Billboard. A quién no iba a enamorar esta declaración, casi toda azúcar glas: armonías, golpes sincopados, falsetes y saxofones regalan tu tímpano, dan una capa de barniz brillante a la composición de David Pack, que parece engendrado en un laboratorio para cantar estas joyitas, y que disfruta del call and response más gozoso a este lado de los Temptations. Fluyendo como un río lento de miel, “Biggest Part of Me” empalaga, pero qué buen sabor de boca deja.
El momento: Difícil elegir, pero ese segundo “ain’t no risk nooow”, con Pack apretándose bien los cataplines para llegar a la nota, es toda una prueba de amor.
177. The Waterboys, Don’t Bang the Drum
“Don’t Bang the Drum” empieza como un duelo a muerte, un western de Leone al borde del clímax: es un desafío hacia sí misma, y está a la altura de las circunstancias. The Waterboys acabarían sucumbiendo a sus caprichos filo-irlandeses que encuentro menos interesantes5, pero durante un lustro fueron los grandes exponentes de la “big music”, el maximalismo épico como forma de vida. Pues bien, no hicieron nada más épico que “Don’t Bang the Drum”. Mike Scott pasa de la apatía a la sorna a la provocación abierta mientras el saxofón de Anthony Thistlethwaite suena más a paquidermo enfurecido que a viento metal. Casi siete minutos feroces que no levantan el pie del acelerador, conjurando una atmósfera que poco tiene que ver con la verde Erin. Aquí solo hay arena, sangre, y un agujero de bala. Procura que no esté en tu pecho.
El momento: La forma en la que Scott vocifera “SKIES! SO! BLUE!” canjea el cheque que escribe la intro: alguien va a morir aquí, y no va a ser él.
176. Anathema, Untouchable Part 1
Anathema es una banda que, a priori, cuenta con unas cuantas papeletas para contarse entre mis favoritas, viviendo en esa intersección del prog y el alternativo; por desgracia, sus tendencias más doom vuelven, para mí, demasiado pesada a su propuesta. “Untouchable Part 1”, sin embargo, siendo atmosférica tiene un dinamismo imparable, una intensidad que hace que nos elevemos un palmo del suelo. La letra es irrisoria, y hay cierta fragancia a “metal eurovisivo” que es un gusto adquirido, pero la transición de ese bucólico y etéreo fingerpicking6 a la arrolladora sinceridad de la segunda mitad, con Vincent Cavanagh derribando el muro de guitarras a pleno pulmón, derrotado pero en pie mientras la onda de choque le pasa por encima. Una colosal tour de force, cuya emoción no se borra da igual las veces que la escuches.
El momento: El sutil vibrato de cada “neveEeEr” una vez “Untouchable” explota. Breathtaking.
175. Suzanne Vega, Knight Moves
Pasamos de la grandilocuencia al folk más intimista con Suzanne Vega, la más flamante heredera de la tradición del Greenwich Village. Con una lírica brillante, de una inteligencia y sensibilidad casi cegadoras, “Knight Moves” es una molécula de belleza destilada, que bien podría existir desde hace dos siglos o dos minutos. Cerca del cantar medieval de no ser por los sintetizadores, bastante naturalistas eso sí, este sobrecogedor vals ve a Vega totalmente desarmada, deshojando infinitas margaritas en busca de respuestas a la eterna pregunta, “escupiendo toda la amargura”, y descubriéndose en el proceso. Toda una gesta para el álbum debut de una veinteañera de increíble madurez que, como una Atenea con guitarra, salió al mundo en plenitud de facultades. No se le conoce paso en falso.
El momento: El agridulce estribillo es ridículamente precioso, pero el abrumador verso inicial se lleva la palma: “watch while the queen / in one false move / turns herself into a pawn”. Difícilmente puede expresarse mejor la inquietud paralizante.
174. America, Ventura Highway
Una carretera infinita, abriéndose camino por las llanuras, kilómetros y kilómetros de nada y más nada… No suena precisamente al paraíso, pero para America, un trío de hijos de militares estadounidenses expatriados, nada les hacía sentir más en casa. De ahí “Ventura Highway”, ese evocador folk que te transporta en la hamaca de un porche, a merced de una suave brisa y de una línea de guitarra inmortal. El efecto es casi sedante, un hechizo que despeja nubarrones y nos enseña que hay una alternativa al frenesí, donde “el libre viento sopla en tu cabello” y hay “caimanes en el aire”7. Es medicina auditiva, un remanso de paz que habría que recetar igual cada cierto tiempo, a ver si se nos pasa lo que sea que tengamos. America tendría otros himnos, y perderían parte de su encanto8, pero mientras tengamos “Ventura Highway”, sabremos que hay al menos un sitio donde todo estará bien.
El momento: Justo el riff de guitarras dobladas que la abre, un taxi sin retorno al país del sosiego.
173. Ambrosia, You’re the Only Woman (You & I)
Ambrosia va a ser el grupo más nicho en hacer turno doble en un capítulo, estoy razonablemente seguro, pero no podía resistirme. Si “Biggest Part of Me” es una serenata al amor verdadero, “You’re the Only Woman” es banda sonora de dormitorio, una sublimación de un momento muy concreto, post-pelea y pre-arrumaco. El trío sube los faders de la adulación melosa, por no decir el gaslighting, hasta arriba del todo. Es entendible subir la guardia ante tal avasallamiento, pero difícil mantener las defensas con el asedio de piano Rhodes y el consabido juego de seductoras armonías. Meticulosamente diseñada para conquistar, sin importar los medios para conseguirlo, no es la canción que mejor haya envejecido de la lista, pero es imposible negar su embrujo.
El momento: Red flags levantadas con ese “Don’t speak”, seguido de un medio tórrido medio repulsivo “shhhhhh”. Por suerte, un solo de órgano aparece justo a tiempo para que empiece la coyunta. Y así todo.
172. Fleetwood Mac, Go Your Own Way
Este blog ha sido Villa Fleetwood recientemente, y sabemos que con esta serie esa dinámica no va a cambiar demasiado. Por si fuera poco, entramos en terreno Rumours, así que abrochémonos los cinturones, protejamos nuestra cabeza ante el más que probable lanzamiento de trastos, y disfrutemos del drama. “Go Your Own Way”, que significa “vete a freír espárragos”, es la versión Buckingham de su conflicto amor/odio/jiu-jitsu con Stevie Nicks, una reacción amarga, visceral, y de una parcialidad atroz, claro9. Con guitarras como campanas y un despampanante Mick Fleetwood marcando el compás, “Own Way” es la cápsula más perfecta del momento que atravesaba el grupo, una píldora de reproches agridulce pero con regusto a pop perfecto. No podía faltar aquí.
El momento: El estribillo, cómo no: tal vez oigo cosas, pero me resulta muy claro el contraste entre la emoción de Buckingham frente al desdén de sus compañeras.
171. Tegan and Sara, Closer
En mí viven dos yos: un carcamal pureta que se aferra a todo lo salido antes del año 1990, y un poptimista del ala más hardcore10. No hace falta decir cuál es la mitad que adora “Closer”, claro está, una canción que representa el arquetipo de todo el pop buenrollero de la última década y pico, tanto que la siento como si fuera un standard ubicuo, tan inescapable como “Call Me Maybe” o “We Are Young”, sin serlo11. Epítome de la efrevescencia synthpopera, en “Closer” las hermanas Quin dejan a un lado su figura de cantautoras indie12, maravillosa también, para una inmersión en el mainstream que debería haber arrasado en medio mundo como lo ha hecho en mi corasón. Estáis a tiempo de rectificar, humanidad.
El momento: Una vez más, el estribillo, dopamina pura: “IT’S! NOT! JUST ALL PHYSICAL!”.
Y dos veces.
Es pensar que sólo pasaron 4 años entre Speak Now y 1989 y entrarme pánico de estar desaprovechando mi vida.
Tanto por su parte como de la de los interfectos, por lo general.
Sé que he enlazado la “Taylor’s Version” porque no quiero que se lleve dinero quien no debe, pero tengo debilidad hacia la original. It just hits harder.
Pero gracias a ellos han conseguido mantenerse vivos durante más de treinta años, así que no puedo decir nada. Es más, hay quien les pone la etiqueta de rock celta por defecto.
La part one de la part one, por así decirlo.
Según Dewey Bunnell, esta críptica frase se refiere a las formas de las nubes en el cielo californiano, y nada de inspiración lisérgica. Habrá que creerle.
Para la inmensa mayoría; yo me pongo la absurdamente pomposa “The Border” y lo gozo.
No os preocupéis, daremos pábulo a la crónica de los hechos de Nicks en estas líneas en el futuro lejano, así como a cierto duelo de puñaladas incluido también en Rumours.
Un estudio sociológico bastante superficial me ha dado a entender que este segundo de mis perfiles se ajusta, en promedio, al de un adolescente brasileño del colectivo LGBTIQ+. A priori no soy ninguna de las tres cosas, pero parece que tienen un gusto exquisito.
Que no es que sea una rareza precisamente, pero me la hubiera jugado a que tendría más de 90 millones de reproducciones en Spotify; por comparar debe haber una docena de temas de Rita Ora que quintuplican esa cifra, y absolutamente nadie se sabe alguna de Rita Ora, con todos mis respetos hacia su persona. Por cierto, ¿sabíais que se ha casado con Taika Waititi? Yo me acabo de enterar.
¿Permiso para usar el apelativo de “bolleras intensas”? Si no lo hago aquí, no lo haré nunca.