Las 250 de Quixote, Parte IX
Gente triste, gente asquerosa, corazones rotos, sadomaso, pandilleros y Madonna. Un plantel ecléctico y musicalmente delicioso, al menos para el paladar del que escribe.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
170. New Musik, This World of Water
La dimensión digital no tiene porque ser un árido desierto de ceros y unos, de deshumanizadas ondas sinusoidales y chirridos de módem descacharrado: en “This World of Water”, unos técnicos de laboratorio con el profético nombre de New Musik extraen de su placa de Petri virtual un suntuoso universo de dibujos animados. Voces robóticas de helio, burbujeantes acordes, latigazos electrónicos: todo ello al servicio de la diversión más contagiosa, en este loco tren que se balancea alegremente pero nunca descarrila. La excursión al disparatado mundo de agua de New Musik, rebosante de vida1, es más que obligada para cualquier explorador de los más anchos confines del synthpop. Así que poneos vuestros flotadores, y a zambullirse.
El momento: Es un todo casi irreducible, la verdad. Pero el estribillo, a dúo con una criatura submarina de timbre más que atiplado, es un encantador desvarío.
169. Madonna, Dress You Up
Madonna es la gran estrella femenina del siglo XX, no cabe la menor duda, una que supo alinearse perfectamente con las principales corrientes culturales, y contraculturales, de su era. Tras pulular por el underground neoyorquino más interseccional, se postuló como única aspirante al trono del pop con una imagen rompedora, pero sobre todo con canciones pegajosas hasta la saciedad. “Dress You Up” no es la más recordada del Like a Virgin, claro, pero a mi juicio es la mejor: una promesa de amor infinito que, con su rechazo a los bienes terrenales en favor de los cariñitos2, supone un giro de 180º con respecto a sus ínfulas de “material girl”. Producida por Nile Rodgers, que algo sabía de hacer bailar a la gente, este fogoso llenapistas muestra a Madonna en el punto álgido de sus poderes; el resto, fue historia.
El momento: En la coda, cuando Madonna canta ese “all over your body” en su registro más ultra-grave. Oooh boy.
168. The Cars, Just What I Needed
El álbum epónimo de debut de los Cars es new wave por antonomasia, un desfile de temas adictivos, guitarras cortantes y teclados retrofuturistas que pone el estilo y la sustancia al mismo nivel: ¿qué sentido tiene hacer hits si no luces súper-cool al mismo tiempo? “Just What I Needed” es tal vez el culmen del pop acelerado de las postrimerías de los setenta, una ristra de acordes de quinta muteados que crece lentamente hacia un estribillo que se demora más de un minuto y medio, toda una rareza entre la inmediatez del género. Lo que no quita para que cada segundo de la canción esté más que aprovechado, con un Ben que Orr nos derrite entre los brillantes solos de Elliot Easton y patrones rítmicos cambiantes. Una banda de diseño y elegancia que, al entrar los 80’s, fue justo lo que necesitábamos.
El momento: Pasada la primera estrofa, cuando estamos listos para corear “I GUESS YOU’RE JUST WHAT I NEEDED” y Greg Hawkes y su Korg nos hacen un cockblocking de manual. Quieto parao, ya llegará.
167. Camera Obscura, Lloyd, I’m Ready to Be Heartbroken
El fenomenal Lloyd Cole y sus Commotions preguntaron al éter, allá por 1984, si estábamos preparados para que nos rompieran el corazón. La consulta quedó sin responder hasta muchos años más tarde, cuando sus compatriotas glaswegianas Camera Obscura, entre suspiros, finalmente se expusieron a las heridas del querer adolescente, aceptando que sí, crecer es sufrir, un poquito al menos. Ese órgano como de boda que abre el tema, y que reaparece a cada rato, es un espejismo idealizado que la banda escocesa disipa a golpe de twee, en un desbordante despliegue de románticas cuerdas, arpeggios de lo más jangly, y una melodía acaramelada que se adhiere a tus arterias como el colesterol bueno. “Lloyd, I’m Ready” es un bálsamo que, si bien no curará determinadas afecciones cardiacas, hará que duelan menos.
El momento: Cada lánguido “Hey Lloyd…” viene impregnado de la más cautivadora melancolía.
166. Billy Idol, Flesh for Fantasy
Donde Camera Obscura se ponían metafóricas con las secuelas emocionales de las relaciones, en la decolorada cabeza de Billy Idol sólo hay hueco para lo literal: Billy tiene un látigo, y no dudará en usarlo. Como una pantera albina, el niño póster del punk de garrafón acecha en busca de una adversaria dispuesta, y su “Flesh for Fantasy” es desde luego convincente. Los cambios de registro de Idol están infravalorados, pasando de duro pero tierno a canallita con red flags como un Mario Casas con tachuelas. Y aquí el tema está más que a la altura de la performance, con un hipnótico bajo que late, guitarrazos de todos los colores cortesía de Steve Stevens, y hasta un breakdown sobre el que podrían haber rapeado los Run-D.M.C. en otra vida. La figura de Idol es un tanto caricaturesca, ciertamente, pero su synth-rock va totalmente en serio. Y es increíble.
El momento: “(*boom*) FLESH! (*boom*) FLESH!” Billy se toma en serio su papel de dom en esta película.
165. Los Abuelos de la Nada, Mil horas
Los Abuelos de la Nada aparecieron y desaparecieron como el Guadiana durante quince años, dejando semillas de psicodelia y heavy metal por el camino hasta que incorporaron al, a la postre, imbécil de campeonato de Calamaro y apostaron por un género totalmente contrapuesto que acabaría calando fuerte en la Argentina3: el reggae. “Mil horas” aplica los ritmos jamaicanos a la trágica historia de una noche de espera y de cómo el tiempo es relativo, de mentes que divagan con el aburrimiento y polémicos “cohetes en el pantalón”4. Pocas cosas han envejecido particularmente bien aquí, pero una buena síncopa y un refrain que es medio trabalenguas rara vez decepcionan, y aquí todos los elementos confluyen para crear una joya, mal que nos pese, que es historia del pop en español5.
El momento: El danzarín riff de saxo de Daniel Melingo que reemplaza al coro a mitad de canción. Un momento “raise the roof” donde los haya.
164. The Smiths, There Is a Light That Never Goes Out
Hablando de gente que da un poquito de grima cuantos más años pasan: Morrissey lleva encarnando el personaje de triste incomprendido un par de décadas más allá de su fecha de caducidad recomendada, pero, con la maravillosamente deprimente “There Is a Light That Never Goes Out” a sus espaldas, resulta tentador hasta justificar sus idiotas pataletas. Deambulando por calles luminosas, Moz y sus siempre confiables Smiths6 sucumben a los pensamientos intrusivos y fantasean con calamitosos accidentes de tráfico con un regocijo impropio, y logran el milagro hasta de que suene entrañable. Debajo del protagonismo del bajo crepitante de Andy Rourke y de unos cuantos violines sintéticos que hacen las veces de niebla británica, el genoma de una de las más grandes bandas que jamás hayan existido está aquí condensado. Escuchadla y llorad, desaventurados.
El momento: Hacia el final, cuando la voz de Morrissey se desvanece detrás de esa plañidera línea de pseudo-flauta. Sus súplicas, parece, serán en vano.
163. Dexys Midnight Runners, Seven Days Too Long
No sé qué es más sorprendente, si enterarse de que los Dexys existieron antes de “Come On Eileen”, o que, previamente a embutirse en esos anti-estéticos dungarees para brincar calle abajo, parecían una banda organizada que si los ves, te cambias de acera. ¿Qué música podían perpetrar estos camorristas7? Pues la que habían mamado: el northern soul, ese R&B anfetamínico8 de los aledaños de la Motown que arrasó las Tierras Medias inglesas durante los 60 y 70. “Seven Days Too Long” es una cover de Chuck Wood donde toda sutileza de la ya fantástica original es triturada en favor de el más puro júbilo: los Dexys empujan el tempo hacia arriba, elevan los metales hacia las nubes, y se lo pasan fenomenal bajo la batuta del excéntrico Kevin Rowland, cuyo desesperado vibrato nunca ha sonado mejor. Que sirva su inclusión aquí como defensa de una banda olvidada.
El momento: Rowland y sus panas interrumpiendo la instrumental para corear todos juntos “Seven days too loooong, without youuu baby”. El poder de la amistad.
162. Mitski, Your Best American Girl
Mitski busca su sitio; hija de un funcionario americano, vivió una infancia nómada que la llevó por los confines del planeta. Es normal, por ello, que buena parte de su carrera sea una prolongada indagación en pos de su identidad: en “Your Best American Girl” somos testigos de un fracaso anunciado, un choque de trenes cultural que termina con, como es costumbre, una Mitski derrotada por fuerzas más poderosas hasta que el amor. Pero como decenas de eslóganes motivacionales afirman, hace falta presión para que nazca un diamante, y Mitski refulge más que cualquier estrella en esta descarga de tierno noise pop. La etapa Puberty 2 queda muy lejos de la Mitski actual, una venerada9 artista de la performance country que flirtea con explotar en el mainstream, pero que no se nos olvide que esta reina empezó a servir10 hace mucho.
El momento: Kevin Shields se muere de envidia al escuchar la supernova de feedback que abre el primer estribillo.
161. Foo Fighters, Everlong
Estoy escuchando últimamente bastante a Nirvana, y si de algo me ha valido es para concebir la hot take de que Dave Grohl era posiblemente el integrante con menos talento del trío. Tal vez exagere, pero tras escucharle aporrear poco más o menos el mismo patrón en cien canciones, hay que por lo menos conceder que en 1994 nadie veía venir ese leviatán post-grunge que es “Everlong”, responsable poco más o menos de que los Foo Fighters sean discutiblemente la banda de rock más importante del último cuarto de siglo11. Este himno suena como el interior de un huracán, una impenetrable masa de guitarras torrenciales y vertiginosos fills de batería en la que Grohl nos habla de uno de esos vínculos tan especiales que ni siquiera parecen reales12. Veinticinco años después, “Everlong” suena tan vital como entonces, aunque en cierto sentido sea el último estertor del rock de toda la vida como fuerza incontenible. Al menos se fue por la puerta grande.
El momento: Las ráfagas de metralleta que se saca de la manga Grohl detrás de cada “And IIIII wooondeeer”. Así que era Nirvana frenando su potencial…
En clara contraposición con la letra: “no living, no dying / no one here to be found”. Resulta bastante difícil creeros, New Musik.
A la gente santurrona del PMRC, o “Centro de Recursos Musicales para Padres”, los censores mayores del imperio estadounidense, les pareció que iba más allá de simples cariñitos y la consideraron entre las “Sucias 15”, una lista de canciones supuestamente obscenas que lo mismo incluía a Mercyful Fate que a Cyndi Lauper. No me quiero imaginar dónde hubieran metido a Maluma o Bad Gyal de estar activos en 1985.
Muy patente influencia en los sensacionales Sumo, y también en Los Fabulosos Cadillacs de tanto en tanto, sin olvidar el ska de Los Auténticos Decadentes.
Calamaro confesó que el susodicho cohete era un porrillo, pero en el vídeo de “Hong Kong” con C. Tangana, donde le vemos agarrarse el paquete mientras suena la frase, parece habérsele olvidado eso. Además si es un cigarrito de la risa, ¿por qué no se lo fuma mientras espera? Se hubiera puesto menos nervioso.
No sería yo si no os recordara la inane versión que hiciera Álex Ubago de esto. Si alguna vez estoy contento, pienso que hay gente que sólo conoce “Mil horas” por el vitoriano y se me pasa.
Nunca está de más recomendar el artículo que hice reseñando The Queen Is Dead, que viene que ni pintado aquí, claro.
Hay que decir que el Papa Emeritus de los Dexys, Kevin Rowland, disolvía y reformaba la banda cada dos por tres, y que de los rebeldes sin causa de 1980 sólo quedaba uno, “Big” Jim Patterson, en el line-up que cantó “Come On Eileen”.
El “Dexys” de la banda es un diminutivo de dexedrina, el estimulante que a más de uno ayudaba a permanecer toda la noche despierto bailando al son de Chairmen of the Board.
Fui al concierto de Mitski de las Noches del Botánico dos días después de ver a Taylor Swift y tengo cero unidades de dudas de qué público estaba más entregado. Mitski bebía agua y el público aplaudía como si la hubiera convertido en vino. Casi terrorífico.
Habéis visto como domino el léxico, ¿eh?
Sobre si esto habla bien de los Foo Fighters o mal del estado del rock hoy en día, no me voy a mojar.
Basado en su romance real con la vocalista de Veruca Salt, Louise Post. Intenta que esto no te arruine “Everlong”, pero el idilio se acabó porque él le puso los cuernos con Winona Ryder of all people. Post hace coros en “Everlong”, pero buena suerte intentando identificarla debajo de esa maraña rockera.