Las 250 de Quixote, Parte II
Segunda parte de la lista, que por una vez es mejor que la primera. Damos comienzo al festival Fleetwood Mac, pero también nos acompañan The Replacements o The Killers.
250-241 * 240-231 * 230-221 * 220-211 * 210-201
200-191 * 190-181 * 180-171 * 170-161 * 160-151
150-141 * 140-131 * 130-121 * 120-111 * 110-101
100-91 * 90-81 * 80-71 * 70-61 * 60-51
50-41 * 40-31 * 30-21 * 20-11 * 10-1
240. Tommy Tutone, 867-5309 / Jenny
El power pop, esa variante del rock pegajosa y difícil de identificar a veces, es uno de los géneros que mejor suelen optimizar la duración de sus temas: estribillos inolvidables, guitarras chiclosas y armonías juveniles combinan sus fuerzas para dispararte serotonina en vena. Tommy Tutone hicieron, básicamente, una canción. Pero qué canción: el riff jangly se muda a tu cerebro la primera vez que lo escuchas, y aunque se te pueda olvidar el teléfono de tu madre, el de Jenny se te queda grabado para siempre. La muchacha, si alguna vez ha existido que no está muy claro, tendrá sentimientos encontrados sobre su pasaporte a la eternidad1, pero al menos tiene un consuelo: la conoce exactamente el mismo número de gente que conocen a Tommy Tutone.
El momento: El duelo vocal del puente: "I got it (I got) I got iiit...". La pobre Jenny estaba solicitada, según parece.
239. Pretenders, Talk of the Town
En el canon de la música occidental Chrissie Hynde quedará retratada como una de las grandes mujeres rockeras, en ese intento de juzgar a todo el mundo por el rasero de cuántas veces se dejaron ver con chaquetas con tachuelas. Por algún motivo, que tus mejores canciones sean de inspiración bastante Spectoriana y sesentera te resta autenticidad. “Talk of the Town” es una de esas obras inmaculadas se mire por donde se mire, una fantasía construida con muros de guitarras reverberantes, palmadas, y los lamentos de Hynde, que poco o nada tienen de punk. Es un himno de madurez, de darte cuenta de que la gente que conocías va encontrando su propio camino, a menudo alejado del tuyo propio. Que no es mejor ni peor que gritar sobre esnifar pegamento, pero es más universal.
El momento: El falso final en el que el tema se detiene y, justo cuando todo está perdido, aparece la descarga de Hynde2. Aún hay esperanza.
238. The Church, Reptile
Hay canciones que necesitan cierto poso para evidenciar su brillantez, que sólo revelan sus secretos pasadas unas cuantas escuchas. "Reptile" no es de esas: en cuanto suenan las primeras notas del lick de Marty Willson-Piper ya está todo el pescado vendido. Herederos del doble ataque de pioneros post-punk como Television3, los australianos The Church llevaron su sonido a lo atmosférico, como diseñándolo para rellenar ambientes del tamaño de estadios. Su éxito quizá no fue en consonancia con su ambición, pero son de los pocos supervivientes de aquella era que preservan su dignidad intacta. Ya no se hacen temas tan grandiosos como este, pero lo más sorprendente es que ni siquiera es el mejor del disco en el que se encuentra...
El momento: En un mundo ideal, toda persona que prueba una guitarra en una tienda lo hace con este riff, y no con "Smoke on the Water".
237. The Killers, My God
Pónganse en fila y dirijan las disculpas adecuadas a los de Nevada, que lejos de tener el fuelle agotado después de tantos giros y requetegiros, están en una trayectoria ascendente justo ahora, veinte años tras el inicio de su andadura. Su marca es fácilmente identificable, gracias al histrionismo de Brandon Flowers y a su sonido retro nuevaolero4. "My God" es, en mi opinión, que aquí es la que cuenta, lo mejor de su carrera reciente: el "four to the floor" discotequero es una herramienta devastadora en manos de esta gente, que convierte la pista de baile en una especie de campo de batalla del espíritu en el que desfilar. Recomiendo agitar con vehemencia los hombros a su ritmo contagioso, y simular epifanías cada vez que ese acorde5 nos teletransporta a las puertas de San Pedro. No veo posible disfrutarlo de otra manera.
El momento: El arma secreta, que me he guardado para este momento, es nada menos que la inconmesurable sacerdotisa de confianza Weyes Blood, que nos recibe en las alturas: "the weight has been lifted". Suena un poco a "Always" de Erasure, pero eso es un punto positivo desde mi punto de vista.
236. The Replacements, Bastards of Young
El agua de Minneapolis hidrató la sed creativa de Prince, pero el canijo no era el único miembro de la realeza de las Twin Cities. Los 'Mats domaron su rebeldía hardcore hasta niveles más controlados que sus congéneres los Hüsker Dü, y en el proceso se convirtieron en una de las bandas alternativas más veneradas del underground. Paul Westerberg y su cascada voz nos trasladan de inmediato a noches al calor de birra barata y buena compañía, el refugio de una generación perdida entre el punk y el grunge. No hacen falta muchos ingredientes, sólo poner en un mismo caldero a Big Star y The Clash con un poquito de nihilismo6, y ya estaría, sólo falta esperar a la inmortalidad. No hay ironías, ni dobles juegos, ni nada enmascarado, sólo un poco de buen rock and roll. Y a mediados de los ochenta, eran los números uno en eso.
El momento: El final inesperado, en el que mandan todo al carajo y le prenden fuego metafórico. Por si se nos olvidaban sus raíces.
235. Simply Red, Sunrise
Es cercano a la herejía, y más para un ultrafan de Hall & Oates como el que suscribe, poner a este sucedáneo de "I Can't Go for That (No Can Do)" por encima de su original, aún más cuando conserva buena parte de sus elementos. Pero la actualización a la que Simply Red somete a ese clásico cumple y más que de sobra, elevándola a cotas de refinamiento inusitadas. No me atrevería a decir que es mejor que su homóloga, pero sí que es como coger un puzle y darte cuenta de que esas mismas piezas encajan para formar otra imagen distinta, más chic, más sensual y decadente. "Sunrise" goza una producción que agradece una escucha detenida, tan impecable que es digna de un anuncio de Dolce&Gabbana. A Patrick Bateman seguramente le encante, y qué mayor honor se le puede otorgar a algo que ese.
El momento: Para sorpresa de nadie, el estribillo, que de hecho es donde más se aleja el tema de "I Can't Go for That". ¿Quizá si hubiera prescindido del sample hubiera sido aún mejor?
234. Fleetwood Mac, Little Lies
Os doy la bienvenida al festival Fleetwood Mac, que entre ellos mismos y sus confluencias van a protagonizar un notable porcentaje de la lista. Esta no es si no la primera de todas sus apariciones, una modesta tonadilla que no ha dejado de sonar por todas partes desde 1987: escuchando "Little Lies", jamás pensarías que esta banda tiene su origen en el blues británico (!). Los sintetizadores de todas las formas y colores engalanan esta maravilla, y aunque uno de los puntos fuertes de los Mac es su diversidad en vocalistas, raras veces el despliegue es tan espectacular. Christine McVie predomina, pero Lindsey Buckingham no pierde la oportunidad de susurrarnos, paneadísimo e irreconocible, como si fuera la voz de nuestra conciencia. El mayor testimonio de un grupo que, pese a todas las vicisitudes, se adaptó mejor que nadie a los tiempos.
El momento: Seguramente se odiaban a muerte por aquel entonces, así que ese "tell me lies" encadenado de McVie a Nicks a Buckingham es un milagro.
233. Echo & the Bunnymen, The Killing Moon
En cuanto suena esa intrigante introducción de balalaika, en lo que es el mejor uso del instrumento en el pop7, uno sabe que le espera un viaje psicodélico como pocos hubo en los ochenta, década que por cierto acapara más de la mitad de este catálogo de momento8. Ian McCulloch canaliza a su mejor Jim Morrison con su tembloroso barítono en este "The Killing Moon", la obra cumbre de Echo; para McCulloch eso se queda corto: él dice que es la mejor canción jamás escrita9. Resulta difícil contradecir al escocés, porque no se guardaron nada: pizzicatos, acordes a lo western, y por supuesto la interpretación del bueno de Ian, el colmo del dramatismo romántico. Yo también estaría orgulloso.
El momento: El clímax, cuando McCulloch canta con todo el aire de sus pulmones "he will wait uuuuntil", y una reverberación ultraprofunda10 nos revuelve el estómago.
232. Wet Wet Wet, Sweet Surrender
“Hey little fella”, mira, en todas las listas de esta extensión hay ítems injustificables, y aquí llega el primero. De Wet Wet Wet lo único que puedes decir sin tener miedo a perder credibilidad es que se les veía muchachos muy pero que muy sanotes: su papel de proto-boyband de blancos amantes del soul los coloca en la posición de ser los artistas menos cool que vais a ver por aquí. Pero “Sweet Surrender” no necesita que la defienda yo, sus sedosos 262 segundos hablan por sí mismos. Dejad que cada edulcorada armonía, cada redoble de batería electrónica, cada ataque de la sección de vientos embelesen vuestro maltrecho corazoncito. Es muy maximalista, pero aún así preserva mucha sutileza, y sofisticación. No es un adjetivo que me guste, pero es que es rematadamente “romántica”. Para consumir con un vino y unas velas.
El momento: Cualquier “I don’t know, I don’t care” me derrite, pero los de la coda, que parece que han bajado dos Michael McDonalds del cielo a cantarlos, son sublimes.
231. Lindsey Buckingham, Soul Drifter
Lindsey Buckingham en solitario supo prolongar el embrujo de los Fleetwood Mac durante unas pocas décadas más, y todo gracias al simple truco de estancarse en el sonido del Tango in the Night: este "Soul Drifter" bien podría ser un corte de aquel álbum. Buckingham no sólo es uno de los guitarristas más infravalorados de la historia (que lo es) por ser un genio técnicamente (que también lo es), capaz de cambiar sin fisuras entre solos sísmicos y fingerpicking de suma complejidad, sino por que amolda el instrumento a su voluntad. Aquí a menudo suena como un arpa, insuflando a la canción de esa volatilidad tan alegre11. La sensación general es de una paz absoluta, la de un hombre que ha conseguido independizarse de su convulsa banda y hacer lo que le salía del alma: una genialidad.
El momento: Hacia el final, cuando Lindsey evoca el "The Lion Sleeps Tonight" momentáneamente. El disco está plagado de reminiscencias sesenteras, pero esa es la más obvia, y funciona perfectamente.
Casi todas las personas que han registrado ese número han acabado sucumbiendo ante la presión de miles de llamadas intempestivas.
O de Honeyman-Scott, otro héroe olvidado.
Cómo pueden ser Television post-punk y proto-punk al mismo tiempo es un tema que no tengo tiempo para tratar en estas líneas.
Su último Pressure Machine es una clara desviación de esa fórmula, veremos cuánto les dura.
Un Mi bemol menor.
Con Reagan en el cargo, había más que de sobra.
Salvando quizá el "Casatschok" de Georgie Dann.
Antes de que preguntéis: no, no va a cambiar la cosa.
404: Humildad not found.
¿Un contrabajo? Nunca lo he sabido.
Como lo hacen los sublimes backing vocals en tantas otras obras de este hombre, con y sin los Mac.